Tal parece que el PRI es el único partido político en el mundo que ha transformado los símbolos patrios en rentables instrumentos de dominación ideológica que le siguen generando pingües ganancias políticas. El partido tricolor, eterno centinela de nuestro lábaro patrio, no sólo ha usufructuado los íconos de nuestra identidad nacional, también se ha aprovechado de etapas trascendentales de la historia de México, como la revolución mexicana, para “fundar y motivar” el discurso de los “vencedores” contenido en cada página de la historia patria. El monopolio que el PRI ostenta hoy en la república mexicana por el uso y abuso de los símbolos patrios no lo tiene ningún otro país del los llamados democráticos. A pesar de la alternancia, esta situación ha sido aceptada con la complacencia y consentimiento de las demás fuerzas políticas nacionales que nada pudieron hacer para romper ese monopolio y acabar con la utilización arbitraria y maniquea de los símbolos patrios, abusados despiadadamente por el PRI para justificar su liberalismo social y su exacerbado nacionalismo mexicano que acabaron destrozados entre las garras afiladas del neoliberalismo que desde 1982 llegó a México para quedarse. Este modelo económico que el PRI de Miguel de la Madrid impuso en el país, se caracterizó por eliminar gran parte de los controles oficiales en beneficio de la producción privada de bienes y servicios; con el proceso de privatización de empresas paraestatales; venta de bienes de inversión a particulares; concesiones a la iniciativa privada en áreas estratégicas como comunicaciones y transportes, electricidad, minería y petróleo; eliminación de barreras arancelarias y adelgazamiento del aparato burocrático. Este modelo económico basado en el libre mercado interno y externo le representó al gobierno mexicano la única salida a la recesión y al estancamiento de la actividad productiva del país que alcanzó índices de hiperinflación de niveles hasta de tres dígitos. La adopción del modelo neoliberal a la mexicana, con rasgos y características propios que lo distinguen de lo que ha sucedido en el resto del mundo, rápidamente encontró eco en la élites económicas, burocráticas, sindicales y en todos los partidos políticos. De esta manera, las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional se transformaron en el discurso fundacional de la modernidad mexicana.
Con la alternancia en el poder y después del sexenio sin presidente de Vicente Fox, lo menos desastroso del gobierno usurpador de Felipe Calderón, desde la óptica neoliberal, fue la estabilidad macroeconómica que le permitió a México enfrentar la crisis mundial, fundamentalmente por la ausencia de desequilibrios fiscales; una prudente gestión de la deuda pública y un tipo de cambio flexible que junto con las reservas internacionales y las líneas de crédito del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ayudaron a contener los graves problemas externos, que en el caso de Europa, llevaron a muchas naciones a severas crisis económicas
Pese a todo, la economía de México no ha logrado repuntar, ni con el milagro del libre mercado, ni con la “mano invisible” de Adam Smith. El control salarial, la liberación de precios y la subversión del derecho afloran las grandes contradicciones del neoliberalismo.
Bajo este sombrío panorama, el próximo primero de diciembre, Enrique Peña Nieto asumirá la presidencia de la república y con ello el PRI volverá a las viejas andadas que han caracterizado sus quehaceres políticos. Conciliábulos, clientelismo, corrupción, endeudamiento y represión serán parte de las renovadas prácticas que desde los Pinos se pondrán en marcha. El regreso de los dinosaurios no supone ninguna transformación ni en la forma ni el fondo en la política del nuevo milenio mexicano. Las recetas neoliberales serán la constante y el “mandatario impostor” tendrá un sello característico que hablará por sí solo en todo lo largo de su sexenio, gracias a un conocido refrán que describe a la perfección el porvenir político de México: “chango viejo no aprende maroma nueva”. Así, aunque el PRI se vista de seda, mono se queda. Este 1 de diciembre en la plaza de la patria, Morena alzará la voz contra el impostor y ahí estaremos muchos para hacernos escuchar.