Dice el señor Alejandro Poiré, quien cobra como encargado del despacho de gobernación, si es que tal cosa existe aún en este país, que hace seis años él y sus colegas encontraron “la casa llena de ratas”, según su propia y muy desafortunada expresión.
Cabría preguntarnos al respecto la razón por la que sabiéndolo lo viene a decir justo ahora, a pocos días de terminar el sexenio… luego, otro día, reta valiente a los diputados federales que lo cuestionan acremente durante su reciente comparecencia en San Lázaro: “¿preferirían ustedes que los muertos en la guerra contra los cárteles anduvieran sueltos?”.
Dos declaraciones públicas de un Secretario de Gobernación –aunque más parezca un vulgar fajador de barrio al estilo Lozano Alarcón por sus estridentes declaraciones de la cabeza política de la administración federal– que pintan de cuerpo entero a un gobierno no sólo ilegítimo y espurio por su origen, procedencia y conducción, sino irresponsable, incompetente y altamente corrupto (véanse si no los muchos escándalos de la consentida Secretaría de Seguridad Pública. El más reciente: el cobarde intento de asesinato concertado por 14 policías y al menos cinco mandos de dos espías gringos y un marino mexicano en Tres Marías, por no hablar de otros sonados casos). Vaya cinismo y forma de cerrar una administración federal marcada por el conflicto desde su mero inicio, la de estas personas.
Pero contra el oneroso y desvergonzado autoelogio oficial, la necia realidad sigue ahí: los diferentes medios de información calculan entre 65 y 88 mil el número de muertes violentas, y sólo el INEGI cuenta 95 mil hasta el final del quinto año del presente sexenio. Pero hay fuentes que cifran los muertos en más de 150 mil. Así por ejemplo, el periodista Jorge Ramos comparaba recientemente en Reforma este recuento con el de los muertos en Irak durante la invasión de 2003, para llegar a la conclusión de que las cantidades en uno y otro caso son muy parecidas. Y lo son entre otras cosas porque la de aquí es tan guerra como la de allá. Vaya otro dato duro: casi el 100 por ciento de los delitos cometidos en México quedan sin denuncia e impunes, según el ITESM. Para qué denunciar, parece decir la impactante cifra, cuando las autoridades, en el mejor de los casos, no hacen nada. ¿Así se puede sensatamente hablar de éxito en la “estrategia” de seguridad?
No en balde el PAN y su gobierno fueron literalmente barridos en la elección federal pasada, pasando al tercer lugar de las preferencias con un 13.6 por ciento de la votación en el Distrito Federal (su votación más baja en 60 años, según reconoce la propia dirigencia panista) y apenas un 25.4 por ciento de las preferencias en la votación a presidente de la república. Y no se puede culpar a la ciudadanía de este país, que en estado de indefensión real en tantos lugares, optó en su desesperación por otras opciones o por la restauración tricolor.
Ahora, después de seis años plagados de demagogia y de mentiras respecto a la seguridad de los mexicanos, tenemos que mientras que acá ponemos los muertos, allá emiten “alertas de viaje” para 19 entidades federativas mexicanas, refrendan a Obama y legalizan el uso recreativo de la mariguana en dos estados, o su uso terapéutico en otros 16. Y esto no es más que el principio, pues no es aventurado decir entonces que prohibir o prevenir el consumo de drogas no es ni será en el futuro una prioridad de los políticos de ese país, donde hay millones de adictos. 16.7 millones consumen mariguana y 1.7 millones cocaína, según CNN.
Por ésta y otras razones, dicen bien quienes sostienen, como Castañeda y Aguilar, entre otros, que esta guerra de las drogas, sin estrategia y sin rumbo alguno, estaba perdida antes de empezarla.
Así las cosas, podemos afirmar que el gobierno espurio nos engañó durante seis años, pues no hay registros o testimonios de que durante la campaña del 2006 se tocara este tema o se hiciera propuesta concreta respecto a la seguridad pública, el ejército, la marina o la guerra de las drogas. Así, estos señores, a los que nadie eligió democráticamente, se van en cambio dejando tras de sí una estela de muerte y destrucción sin parangón en la historia moderna de México. El enorme daño social está hecho. Ése es el mayor “legado” de estos sujetos que afortunadamente para los mexicanos, dejan los cargos públicos federales en menos de 10 días.
@efpasillas