A la edad de 14 años abordó el tren que lo conduciría de Tingüindín –a dos horas de su natal Cotija– a la ciudad de México, para de ahí tomar el camión rumbo a Puebla, donde entraría al seminario de los Carmelitas. Años después, en 1941, fundaría la piedra sobre la que edificó su imperio: los Legionarios de Cristo, transformados en los Millonarios de Cristo, por disposición expresa de su cuantiosa riqueza (30 mil millones de dólares).
Al amparo de su congregación religiosa, Marcial Maciel construyó un mito destruido por la cruenta realidad: edificó escuelas para pobres y universidades privadas para ricos (hijos de los adinerados, sus benefactores), adquirió publicaciones, desde la romana Vía Aurelia consolidó una orden que suma más de 800 sacerdotes repartidos en 22 países, con una membresía calculada en más de 70 mil personas.
La ambición desmedida fue su única medida. La punta de la madeja se descubrió en 1995, en la estadunidense New Haven, Connecticut, a la compra de dos publicaciones católicas. El hallazgo fue revelado en México, a partir de 1997, por la inquebrantable voluntad periodística de La Jornada, pero sobre todo, de CNI Canal 40 con Ciro Gómez Leyva, su editorialista estrella, al transmitirse el programa especial sobre la pederastia del michoacano.
Para el periodismo masivo, lo imposible se volvió posible en la pantalla chica mexicana, aun contra las amenazas directas de adinerados anunciantes y el poder de Los Pinos: tocar a la Iglesia Católica y desnudar a uno de los suyos, a uno de los nuestros en la hermandad de Cristo.
Además de ruindades ventiladas a cielo abierto, del linchamiento universal de creyentes y agnósticos, del silencio de sus defensores, de la autocensurada prensa y de la forzada aceptación de la alta jerarquía católica, Eugenia Jiménez reveló en su trabajo periodístico cómo el hombre sin escrúpulos consagró a 900 mujeres para explotarlas desde su adolescencia, desde esa inocencia espiritual que impulsó la ilusionada entrega de su vida al Regnum Christi, a la Legión de Cristo y al padre Marcial Maciel (Milenio Diario, 4/5/10).
“Sonrientes, con buenos modales, de buena presencia y escasa formación profesional”, agrega la reportera, viven “sometidas a una esclavitud voluntaria que les impide opinar, tener amistades y las limita a estar con sus familiares 15 días cada siete años y una vez al año las pueden ver sus padres. También, tienen derecho a una llamada mensual que realiza la familia. Pero esta regla se puede romper si requieren conseguir recursos para los centros”.
Cada 10 de marzo, a las confinadas se les solicitaba un “regalo económico” de 250 mil dólares. Para Maciel, cuenta Eugenia Jiménez, “era importante la participación de la mujer, pero sólo para conseguir donativos y captar vocaciones, porque siempre se opuso a que las consagradas estudiaran” y tuvieran acceso a prensa, televisión, radio e Internet libre.
Mientras ellas aportaban, el patrimonio del michoacano crecía tanto o más que el firmamento mismo, al grado que la revista española Interviú dio a conocer, hace tiempo, que dejó a su hija heredera, Norma Hilda Rivas Baños, de 24 años de edad, “un patrimonio inmobiliario en España, administrado por su madre, que ronda los diez millones de euros en el mercado”.
Marcial Maciel subió por las escaleras y bajó por las serpientes, en el juego de su apostólica vida.
El 10 de diciembre próximo, el vocero de la Arquidiócesis de Los Ángeles, Tom Tamber, entregará a un juez los expedientes de 200 sacerdotes señalados de cometer pederastia, cinco años después de acuerdos extrajudiciales con las víctimas.
Porque alguien tiene que escribirlo: El ex senador, ex diputado local en dos ocasiones y candidato siempre victorioso en las urnas, Fernando Palomino Topete, me confía para publicarlo: “Nunca he pretendido firmar algún manifiesto para declararme en contra de que sólo sean seis candidatos los aspirantes del PRI a la alcaldía capitalina. El documento fue presentado a mi consideración por Roberto Padilla Márquez, pero me negué a suscribirlo por diversas razones personales y políticas. Siempre me resistiré a colgarme medallas ajenas. Honor a quien honor merece”.
Coda: Algunos columnistas políticos entraron de lleno a la contienda electoral 2013, mostrando sus evidentes preferencias o sus notorios rechazos, sus amorosos labios o sus afilados colmillos; quitan, agregan y reciclan suspirantes colmados de filias o fobias para supuestamente impulsarlos o enterrarlos; dan por cierta información filtrada, pero no corroborada, para darle cuerda al cotilleo; mandan mensajes cifrados para destinatarios sin nombres ni apellidos; y hacen del entrelineado una nueva (e insana) forma de lectura.
Lo peor es que algunos juglares le entran con singular alegría al refrito para trasladar información de la parcela ajena al espacio propio, sin citar la fuente original (ficha bibliográfica), en detrimento de la calidad periodística, de la valorada credibilidad y de los elementales derechos de autor.
Al no haber alguna conducta reprobable en este proceder, los principales clientes del diarismo, ustedes, deberían leer con cuidado el blanco y negro de las columnas políticas en tiempos de refuego preelectoral: ejerzo mi derecho a opinar en calidad de asiduo lector. n