Yo conocí al Che Guevara / Opinión - LJA Aguascalientes
26/11/2024

Yo conocí al Che Guevara. Hace 5 años viajé a Cuba, quería visitarla antes de que muriera Fidel, ésa era mi premisa para esa travesía, pensaba que la isla caribeña sufriría varios cambios tras la muerte del general, cabe mencionar que Fidel no ha muerto desde entonces y que Cuba permanece tal y como la conocí, es como si estuviese suspendida en el tiempo, llena de ese encanto que tienen sus plazas, calles y personas “guapachosas”.

Conseguí un paquete bastante accesible, que me brindó la oportunidad de recorrer la isla a placer y con cierta holgura, fuera de restaurantes pretenciosos y sitios comerciales, conocí la Cuba de a pie, la de la gente tímida, honesta y con candela en la sangre, como ellos mismos se definen. Cuba es un país con muchas facetas distintas que nos dan la oportunidad de redescubrirlo una y otra vez. El que hice, fue un viaje diferente, dejando a un lado las playas y la música, me subí a la guagua, visité el museo donde pude encontrarme con el Che Guevara y la historia de su lucha por la Revolución.

Su gente, sus historia, su sentimiento, todo lo cubano de alguna manera está unido por un factor común; un sentimiento, un “no sé qué” en el ambiente. Pocos países son tan auténticos y tan complejos; sus culpas o agradecimientos se podría decir que están dirigidos sobre todo a un hombre. Ernesto Guevara, el Che, amado por muchos, odiado por otros, pero en cualquier caso, una de las figuras más reconocidas del siglo pasado. Es un rostro que decora camisetas y que todavía hoy observa al paseante desde el gigantesco mural de la Plaza de la Revolución. La presencia del Che sigue viva en su hogar adoptivo, esa Habana en la que él y Fidel entraron triunfalmente durante enero de 1959.

Me interesé tanto en el tema que me di el tiempo para visitar la localidad de Santa Clara, a 270 kilómetros de la capital. Esta ciudad cuenta la historia del Che, cuando la tomó tras una batalla de tres días contra miles de soldados de Batista. Fue justó ahí cuando comenzó a gestarse la leyenda. Es en Santa Clara donde se puede visitar el mausoleo que guarda los restos del Comandante y se lee la consigna mil veces repetida: “Hasta la Victoria Siempre”.

Tras esa visita a Cuba, luego de esa experiencia de conocer al legendario personaje, confieso me volví seguidor de su ideología, su pasión por el cambio y su interés social de generar equidad entre los semejantes. El Che Guevara posee, sin duda, un atractivo romántico y cultural para muchos jóvenes que se identifican con su imagen rebelde. Es el revolucionario por excelencia que refleja el combate de frente al capitalismo y el imperialismo y en su conjunto son muchos los que ven al Che y Cuba como símbolos de resistencia, con la cual muchos nos sentimos eternamente identificados.
Su figura despierta grandes pasiones en la opinión pública tanto a favor como en contra, para muchos representa la lucha contra las injusticias y el espíritu incorruptible, mientras que es visto por sus detractores como un criminal responsable de asesinatos en masa e incluso terrorista.

Este pasado 9 de octubre, quienes lo tenemos presente, recordamos 45 años de la muerte de Ernesto Guevara Serna; retomamos sus frases y leímos de nueva cuenta su ideología tan extensa y en ocasiones tan poco conocida, salvo algunos pensamientos que se han vuelto, curiosamente, “productos” de playeras, tazas, afiches y varios elementos del consumismo capitalista.

Ernesto Guevara, el revolucionario idealista, dejó en mí una huella imborrable luego de que pude conocerlo, pero antes de confundir la opinión y hacer que piensen que por él me convertí en un nuevo caudillo o un insurgente moderno, he de decir que del Che aprendí la valía de los sueños, la pasión por la vida y el tesón por trabajo constante y honesto. Reconozco en él una figura que polariza opiniones, para muchos un héroe, para otros un villano, pero para pocos ajeno o intrascendente.

El Che me enseñó a no arrepentirme de mis hechos, a vivir la vida en el momento con la esperanza de un mejor futuro tanto para mí como para los demás. Vivir sin arrepentimientos no es tarea fácil. Son muchas las cosas que se convierten en fardos pesados y que cuando miramos atrás para hacer un rápido recuento de las decisiones que hemos tomado, las revaloramos desde otra perspectiva y nos damos cuenta de que nos equivocamos, lo cual nos genera dosis de ansiedad y probablemente de arrepentimiento. Ante esto yo digo, siempre hay que seguir avanzando.

“Sueña y serás libre de espíritu, lucha y serás libre en la vida”. Desde que conocí al Che asumo lo que hay en mi vida y comprendo que es producto de lo que decidí vivir en algún momento, y por ese motivo ha valido la pena. De nada sirve pensar en lo que pude hacer mejor o distinto; lo hice lo mejor que pude, creo que todos lo hacemos, actuamos como mejor creemos, de acuerdo a las herramientas que en ese momento tenemos. Lamentarnos no sirve de nada, es mejor seguir adelante, eso precisamente me recuerda: “Si avanzo sígueme, sí me paro empújame, sí retrocedo mátame”, aunque con unas palabras de aliento a mí me basta.
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