Uno nunca sabe para quién trabaja. Esta semana, en Madrid, Peña Nieto se aventó una puntada digna del episodio más emocionante de Kalimán, y lo hizo frente a 43 de los más importantes hombres de negocio de España, a quienes primero les presumió la “estabilidad” macroeconómica de nuestro país y luego remató comprometiéndose a apoyarlos en esta época de crisis. Pobres españoles, han de creer que es la venganza de Moctezuma y Cuauhtémoc reencarnada en un copete.
Incluso con el mismo Rey Juan Carlos y con la complicidad de La Gaviota, dijo que tiene todo el interés de apoyar y solidarizarse con España, aventurándose a decir también que México cuenta con condiciones óptimas para apoyarlos, ya que nos encontramos en el paraíso de los mercados norteamericanos, como líderes económicos del centro y sur del continente.
Seguramente Enrique escuchaba muchos chistes de Polo Polo, pues creyó firmemente en la ingenuidad gallega, ya que se atrevió a decirles que Pemex es una empresa nacional en donde el estado mantiene el control y la rectoría de los hidrocarburos y que su funcionamiento es tan óptimo que la rentabilidad de la misma alcanza para rescatar España, a México y otros tantos.
Por lo visto Peña Nieto no viajó a Europa en aviones de la Fuerza Aérea Mexicana, más bien lo hizo en burbujas de optimismo, vanagloria y fantasía. Nuestra ficticia estabilidad económica es un castillo de arena que cualquier vientecito podrá derrumbar, pues está sostenida en un nivel de deuda descomunal, que se elevó a 5.1 billones de pesos en el segundo semestre de 2012, para poderle hacer frente a la crisis mundial. Es casi el 40 por ciento del Producto Interno Bruto, lo cual demuestra que el Gobierno Federal se endeudó más que de lo previsto, comprometiéndonos con el extranjero y cediendo nuestras finanzas a intereses ajenos a México.
Para poder alardear que somos una nación estable, incrementaron la deuda interna gubernamental 146 por ciento, impulsada principalmente por la participación de inversionistas extranjeros en la compra de valores emitidos por el Gobierno Federal, cuyo incremento ha sido de 702 por ciento, en el transcurso de los últimos seis años.
El mismo Banco de México aceptó en julio que los inversionistas extranjeros tenían en su poder títulos emitidos por el Gobierno Federal cuyo valor ascendía a 1 billón 271 mil 422.32 millones de pesos, por lo que habían echado mano de dichos recursos para tapar boquetes financieros que venía arrastrando la administración pública. Lo alarmante es que esa cantidad es más de siete veces superior a la registrada en el año 2006, e implica que ingresaron cerca de 82 mil 709 millones de dólares al país, mismos que en cualquier momento y dadas las circunstancias de la economía mundial, podrían salir, exhibiendo que nuestra estabilidad es una farsa.
Solamente de enero a junio de este año, ingresaron al México unos 24 mil 700 millones de dólares de inversionistas del exterior destinados a la compra de bonos gubernamentales, inversiones que no estaban interesadas en el desarrollo del país, sino en sus jugosas ganancias bursátiles.
Es una burla que el Banco de México y el Gobierno Federal quieran seguir empeñados en mantener una economía de fantasía en la que el Fondo Monetario Internacional nos halaga por mejorar nuestras perspectivas de crecimiento del Producto Interno Bruto ¡pero y cómo no! nos quieren ver cada vez más endeudados, pues ya tienen una tercera parte de esta deuda y mantenemos artificialmente un tipo de cambio sobrevaluado a costa de pagarles elevados intereses a los extranjeros que nos “hacen el favor” de traernos sus limosnas, mismas que tarde o temprano tendremos que pagar y con intereses.
Se fueron con la finta de que tener las finanzas sanas es condición necesaria, pero no suficiente, para decir que la economía mexicana tenga crecimiento, pues lamentablemente el enflaquecimiento económico tradicional de la economía nacional desde hace 82 años, nos ha orillado a que no dependamos de nuestro esfuerzo para impulsarnos económicamente, sino a la dádiva extranjera que nos mantiene con migajas, ganancias que los sostienen en tiempos de crisis.
Peña, Calderón y anexos no pueden tapar el sol con un dedo y despotricar que somos una potencia económica en desarrollo, la realidad es que México debe y mucho, y la bronca no es deber, sino más bien no poder pagar. Dependemos de los recursos que emanan del petróleo, y Pemex es una empresa devastada por el sindicalismo charro, la deuda interna y la corrupción de sus funcionarios. Más del 80 por ciento de las ganancias de la paraestatal se desperdician y cubren gastos absurdos y una obesa burocracia. Pese al descubrimiento de yacimientos que nos envidiarían los árabes, la situación es que, viéndolo metafóricamente, encontramos un bosque de naranjas y no tenemos con qué exprimirlas, así que las tendremos que vender enteritas y esperar a que nos vendan el jugo mucho más caro.
Seguramente los españoles y la Unión Europea en conjunto, no se tragaron los cuentos de lágrimas y risas de Peña Nieto. Es evidente que la economía mexicana del país tiene todo menos estabilidad y es incompetente para rescatar a otras naciones, pues primero deberíamos rescatarnos nosotros, antes de pensar en ir a cambiarles espejitos, por oro. En fin, son de esas cosas que sólo pasan en México. n
Oswaldo Rodríguez García
Presidente del Movimiento Ciudadano en Aguascalientes