Supongo que una revista nace con la idea o el impulso o incipiente objetivo de publicar una visión del mundo; pero lo que tengo claro es que, una vez iniciada, la misión debe ser generar diálogo. Esto último, finalmente, me parece, es la razón capital de ser de una revista.
Tenemos un montón de temas que merecerían unas cuantas palabras: el ocaso de las revistas de arte en México; tener una revista de arte en formato impreso y no digital; el papel de la crítica de arte desde la plataforma impresa de una revista. Seguramente hay más aspectos. Pero, guardando relación con El Gran Vidrio (EGV), por ahora, me quisiera detener en uno: ¿por qué se le debe de apoyar?
Una revista, sin dinero, es un fanzine; un blog pasional de travesías; un documento sin ton ni son. ¿De dónde conseguir recursos para materializar una idea? Patrocinadores y donaciones. Añado, también, a las instituciones culturales. Tienen una responsabilidad moral de apoyar lo bien hecho. El tema es cómo: no, desde luego, financiándola, parcialmente o totalmente, hasta que la revista decida vivir; pero sí un par de números. Con esto me refiero, solamente, a la ayuda económica. ¿Qué otra cosa puede hacer una institución cultural por una revista? Lanzarla a otras latitudes; ayudarla a organizar actividades culturales (conferencias, mesas redondas, talleres); en síntesis: proyectarla fuera de su lugar de origen. La institución, considero, sólo debe fijarse en dos detalles: que la revista tenga calidad y que sus integrantes estén comprometidos con su trabajo.
El 25 de octubre, en el bar Nacional de la ciudad de Aguascalientes, se presentó el número 4 de la revista El Gran Vidrio. Eduardo Rocha, director del Instituto de la Juventud del Estado de Aguascalientes (Injuva), junto con Roselín Espinosa, Ivonne Santibáñez y Alejandro Zúñiga (miembros del comité editorial) estuvieron en la mesa ante público y medios. El Instituto Cultural de Aguascalientes (ICA) estuvo invitado pero su asiento quedó vacío: hubiera sido un momento adecuado para que el ICA se comprometiera, públicamente, a fortalecer su apoyo a los vidrieros: la revista ganó la beca Edmundo Valadés que otorga el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca); esto no es un detalle menor: se ha premiado a la disciplina y al trabajo de un grupo de personas con intereses más o menos afines y que, sin un centavo, decidieron comenzar una carrera editorial. El ICA, con este reconocimiento, está obligado, por muy simple que parezca, a catapultarla. Habrá quien diga que no, que eso no es la tarea del instituto. En un sentido estricto, tendrá razón; sin embargo, esta revista no es una más. No es Tierra Baldía. No es La Catrina. Es algo más cercano a La Tempestad. Es una revista de exportación. Así que la tarea del instituto está clara: leerla y apoyarla.
Regreso a la presentación: el punto que más llamó mi atención corrió a cargo de Zúñiga. El también columnista de México Kafkiano mencionó que había cierta ambigüedad en cuanto al público que sigue a la revista. Es verdad. No es un journal, no es una revista tipo Algarabía, no es un suplemento dominical, no es una revista para el baño. Y, no obstante, pareciera como si todos esos elementos –y más– estuvieran presentes. Me parece que si bien esto produce un público ambiguo, no es un motivo de preocupación. En cualquier caso alcanzamos a imaginarnos a un hipster, en el baño, curioseando la revista y, al mismo tiempo, adquiriendo conocimiento. Agrego uno más: indagando sobre la postura de la revista en cuanto a arte contemporáneo. ¿Cuál es?
Conozco bien a los vidrieros y sé que, en buena medida, el arte contemporáneo, digamos, no es tan apreciado; sin embargo, aparece. Esto se explica porque, de fondo, hay una preocupación por el presente (el arte que se ha privilegiado en la revista es, esencialmente, contemporáneo) y una atención, sobre todo, a las jóvenes plumas que, dentro de no mucho, acaso, estarán opinando con mayor frecuencia, en materia de arte, en nuestro país. Así es lo que alcanzo a ver.
Quizá mi juicio sea apresurado –quizá no– pero me atrevo a decir que El Gran Vidrio es una revista que puede competir con cualquier otra de arte contemporáneo y salir airosa. Acaso el referente sea La Tempestad –quizá Código–. Ésta tiene una cualidad que difícilmente otra tiene: está al día porque sus escritores cubren buena parte de los lugares donde el arte, hoy, tiene su atención: London, New York, D.F., Barcelona, entre otros sitios. Sin embargo, EGV, sin duda, debe estar en un top 10 de revistas de arte contemporáneo en México.
Mi deseo es que el Vidrio esté con nosotros mucho tiempo más. El grupo no tiene una labor sencilla: no me refiero al dinero, ni al apoyo, ni a los favores. Me refiero a la continuidad –del producto– y a la cohesión –del grupo–. De momento estas dos caraterísticas están en el nuevo número dedicado a la frontera donde participan Iván Trejo, Felipe Lomelí, Rafael Lozano Hemmer, Hugo Crosthwaite, Elma Correa, y muchos más. Así que la tarea está clara: leerla hipsteriosamente.