Habiendo amor del bueno,hay quienes se empeñan en seguir acumulando estupidez
Cuando uno era joven, más bien en la etapa pubertina, le gustaban las muchachas. Empezaba uno a conocer el mundo del amor humano, y era toda una aventura siempre, recorrer los caminos del cortejo y de la conquista del sexo opuesto. Recuerdo con gratitud, aquellas gratas experiencias sobre pláticas tendidas en el parque de colinas, y por supuesto, el compartir el receso en la ilustre Secundaria Técnica 20, con alguna prospecto de esas que le quitaban a uno el sueño y le provocaban los primeros “mariposeos” en la panza. En fin, fueron muy buenos tiempos en los que se equivocaba uno en el amor, y volvía a empezar.
La adolescencia se acaba, cuando uno deja de adolecer eso que necesita. Adolece alguien cuando le falta algo. La madurez es ese “relleno” que va cubriendo ese hueco de carencias que poco a poco comienzan a estar satisfechas. Sin embargo, la pregunta de hoy es: ¿puede la adolescencia regresar?
Junto con los descubrimientos del mundo de la madurez –que no se remiten únicamente al tema del amor humano– se gesta una especie de “Lista de las cosas que debo hacer y no” en la vida postadolescente y además, crece la prudencia cuando uno reflexiona antes de hacer las cosas (mucha gente piensa que la prudencia es no hacer las cosas, pero no) y eso es algo que únicamente se puede aprender con el paso de los años.
A la pregunta que he hecho anteriormente, me voy a referir en dos sentidos. El primero es sobre el autoestima. La adolescencia puede ser una etapa más de la vida humana, pero hay quienes adolecerán de algo toda su vida. Cuando alguien padece de autoestima baja, siempre tendrá esos “dolores” del espíritu que no le permitirán desarrollarse correctamente. Para efectos de este comentario, el autoestima es un tema muy tratado por diversas ciencias como la sicología, como una competencia. El que tiene el autoestima baja, es un incompetente para autoaceptarse o viceversa, aquellos que tienen una competencia relevante en el autoestima personal.
El otro tema –le avisé que hablaríamos en dos sentidos– se refiere exclusivamente a la adolescencia del fracaso. El fracaso en la vida puede convertirse en un enemigo de la madurez, y ello depende de esa caja de herramientas que se construye mientras pasa la vida. Me ha tocado ver personas que dejan fracasar los matrimonios –supongo que este asunto delicado implica también una buena elección previa– y que tal parece que tienen una regresión a su adolescencia, pero pues con el cuerpo ya más cambiado. De hecho vuelven a tener una especie de “vigor” de juventud y se arreglan y visten tratando de aparentar menos edad, acuden a reuniones con personas más jóvenes y probablemente se consigan una nueva pareja, con el entusiasmo de la primera vez, pero no con la madurez de lo que implica, puesto que la actividad sexual por ejemplo, ha cambiado. El divorcio, una fenómeno de moda, tiene que ver con lo que he dicho: autoestima inestable, malas experiencias pasadas, malas decisiones personales, en fin, una serie de cuestiones que cada caso tiene de por sí, sumándole que muchos gobiernos incluso no sólo lo ven como un tema más en la lista, sino como la única solución a los problemas de pareja. Esta versión utilitarista de una institución como el matrimonio –base de la familia– es también una de las principales amenazas surgidas con la tentación de regresar a la adolescencia, con lo que esto implique en quien lo padece y en toda la sociedad.
@comandanteserra