Decisiones empresariales exitosas ¿talento o suerte? / Néstor Duch-Gary en LJA - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

 

Alguna vez escribí que el exhorto “Zapatero a tus zapatos” no siempre es pertinente. Para ilustrar ese punto de vista enumeré un conjunto de científicos notables que se habían formado en una cierta disciplina, pero que habían hecho aportaciones sustanciales en campos distintos al de su formación original. Si no recuerdo mal mencioné a Jan Tinbergen, físico de formación y primer Premio Nobel de Economía; a Henri Poincaré, formado como ingeniero de minas, que hizo contribuciones de primer orden en astronomía y mecánica celeste y quien es considerado uno de los mayores matemáticos de todos los tiempos. Cité asimismo a Pasteur, químico que contribuyó a la medicina, a Claude Levi-Srauss, que estudió derecho y filosofía, pero que sus trabajos académicos lo llevaron a crear la moderna etnología y la antropología estructural. Todo esto ha venido al caso porque voy a referirme a otro personaje de esta misma estirpe. Se trata de Daniel Kahneman, sicólogo, que ha sido merecedor del Premio Nobel de Economía (o como se llame oficialmente) en 2002.

Kahneman mereció de esa distinción por haber descubierto que un buen número de los postulados de la teoría económica, de la llamada corriente principal, no son tan racionales como algunos de sus acérrimos defensores se obstinan en creer. Por cierto, esta asignación del Nobel habla bien del comité que lo concedió: premiaron a alguien que ha puesto en duda algunos de los principios fundamentales de la ciencia económica que ese comité representa. Hoy en día, reconocer a quienes difieren de nuestras ideas, aunque tengan razón, no suele ser una práctica frecuente.

Algunas de las ideas y consideraciones de este sicólogo metido a economista resultan de la observación de decisiones económicas que quizá muchos otros habían observado, pero que nadie valoró correctamente. Por ejemplo, a manera de hipótesis, Kahneman pregunta algo así: si tuviera que elegir, ¿qué preferiría: 400 pesos seguros o 600 pesos con el 90 por ciento de probabilidad de ganarlos? En el experimento que realiza para probar su hipótesis, encuentra que una gran mayoría de las personas de la muestra entrevistada prefiere los 400 pesos seguros. No obstante, si se calculase el valor esperado de los 600 pesos se tendría: 600*0.90=540 que es una cifra mucho mayor que la que se acepta sólo por el hecho de ser segura. Los resultados experimentales contravienen el principio económico de la maximización del valor esperado. Kahneman hace un examen muy cuidadoso de las implicaciones de esta respuesta y concluye que normalmente los agentes económicos valoran más la seguridad que las expectativas asociadas a alguna incertidumbre, sin importar, dentro de ciertos límites, que estas últimas signifiquen ganancias más cuantiosas en términos de valor esperado. Esto es, ganancias y pérdidas no son simétricas como postula la teoría económica estándar. Las últimas tienen un peso sicológico mucho mayor que las primeras. Kahneman examina un amplio conjunto de postulados de ese tipo y encuentra que muchos de ellos no se cumplen en los términos que exige la teoría económica.

Uno de sus descubrimientos más polémicos es el que se refiere a la suerte como factor de éxito empresarial. Examina el desempeño exitoso de la empresa Google. Según Kahneman la suerte y la ocurrencia de circunstancias azarosas, pero favorables, explican una mayor proporción del éxito de esa empresa que el talento de sus fundadores y directivos. Como era de esperarse, la reacción de los altos ejecutivos y de los expertos ha sido sumamente agresiva ante estas afirmaciones. Kahneman, sin inmutarse, expuso sus razones que agravaron aún más la situación.

En otro de los temas que trata demuestra que es más certera una simple fórmula estadística o matemática bien establecida que las opiniones de los más destacados especialistas. Comenta los resultados de diagnósticos médicos en los cuales un procedimiento que emplea una fórmula matemática supera en precisión y en número de diagnósticos acertados la opinión de los expertos en la materia. (Recuerdo que se atribuye a Bertrand Russell, aunque no puedo asegurarlo, la observación de que hay que desconfiar de los expertos. Como creen saberlo todo, decía, ya no se ocupan de pensar).

No obstante los argumentos de Kahneman, se sigue creyendo que la habilidad empresarial es un factor determinante en el éxito de las empresas. Kahneman se refiere a un libro que menciona 18 pares de empresas que compiten dos a dos y en el cual se señala a aquéllas que han perdurado. Se piensa que las prácticas empresariales exitosas pueden caracterizarse y ponerse a disposición de todos aquellos empresarios que aspiran al triunfo. El mensaje básico de esos libros sobre el éxito empresarial, comenta Kahneman, es que las buenas prácticas pueden identificarse y que esas buenas prácticas son recompensadas con buenos resultados. Ambas afirmaciones son exageraciones, asienta. Y añade que la comparación entre empresas que han tenido más o menos éxito es en buena medida la comparación entre empresas que han tenido más o menos suerte. Y postula: en presencia del azar, los patrones regulares sólo pueden ser espejismos.

Otro de sus descubrimientos tiene que ver con la fuerza de los razonamientos que se apoyan en la semejanza a un estereotipo y que excluyen cualquier otra evidencia. Para probar su afirmación realiza un experimento que puede describirse así: Juan es una persona introvertida, seria, sistemática, silenciosa, minuciosa y muy cuidadosa. ¿Qué ocupación cree que tenga Juan? ¿bibliotecario o agricultor?


La respuesta mayoritaria es que Juan es bibliotecario. Kahneman hace notar entonces que en los Estados Unidos, donde vive y enseña, hay 20 veces más agricultores que bibliotecarios y que es mucho más probable encontrar personas con las características de Juan entre los que se dedican a la agricultura que entre quienes se ocupan de las bibliotecas. Sin embargo, de acuerdo con sus experimentos, normalmente las personas ignoran la evidencia numérica y deciden por semejanza: las características de Juan parecen ajustarse mejor al estereotipo de un bibliotecario que a al de un agricultor y ése es el fundamento de la decisión.

La idea básica que subyace al trabajo de Kahneman es que disponemos de dos sistemas de pensamiento: uno que piensa rápido y otro que piensa lento. El sistema rápido, de naturaleza principalmente intuitiva, es necesario para afrontar situaciones que requieren una solución inmediata. Si nuestros antepasados homínidos hubieran tenido que reflexionar largamente para decidir cómo escaparse de un tigre dientes de sable o de un velociraptor no estaríamos aquí. Sin embargo, este sistema se conforma con unos cuantos datos y si encuentra la manera de organizarlos y dotarlos de un sentido coherente, entonces asume que ha llegado al conocimiento de la verdad, lo cual, en un gran número de casos, es falso.

El sistema lento es el que nos lleva al conocimiento válido, al menos en principio. Pero según Kahneman es sumamente perezoso. En la medida que asumamos que el sistema rápido resuelve nuestros problemas básicos, impedimos que entre en funcionamiento el sistema lento que es el que nos conduce a los conocimientos más ajustados a la realidad.

En fin, estas observaciones de Kahneman muestran que nuestra racionalidad en general, pero sobre todo la que se expresa en términos de la corriente principal de la teoría económica, no es tan racional como podría creerse.

Por otra parte, es normal que cuando se ponen en duda nuestras capacidades, principalmente las intelectuales, nos resistamos a aceptar esa situación. Estimo por ello que algunos de mis lectores no admitirán los resultados de este sicólogo experimentador o al menos los pondrán en duda o tratarán de descalificarlos. A los que estén en ese caso y les interese el tema les recomiendo la lectura de Pensar Rápido, Pensar Despacio obra de Kahneman, publicada por la Editorial Debate en 2012. En sus 665 páginas encontrarán una gran riqueza de casos y de argumentos y experimentos que soportan sus ideas.

Acaso la gran lección que se desprende del trabajo de Kahneman, y de otros propios de la ciencia contemporánea, es que debemos ser mucho más modestos en cuanto a la valoración de nuestras capacidades cognitivas. Definitivamente somos humanos y no semidioses, condición que algunas personas pretenden aún adjudicarse a pesar de las evidencias en contra.


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