¿Existe crítica de arte en la academia? Varias universidades del mundo potencian las muchas formas de la escritura creativa; sin embargo, no todas potencian la escritura de crítica de arte. En realidad debo decir que son poquísimas. Acaso la institución más notable, dentro de su posgrado en bellas artes, MFA en inglés, que tiene un programa denominado Art Criticism & Writing, sea la School of Visual Arts. Sin embargo –y la siguiente declaración es desafiante para quien quiera poner cara de challenge accepted– existe otro programa educativo, en México, que (podría apostar) es único en el mundo: los nueve semestres de crítica de arte, a nivel licenciatura, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Cuando se discuten los problemas de la crítica de arte en distintos foros del mundo, por una parte, se señala que no hay una historia potente de la crítica de arte; y, por otra, que es escandaloso que no hubiera un programa académico diseñado para configurar críticos de arte. Nuestra universidad (UAA) lo tiene. ¿Cómo lo hace? Todo es perfectible y supongo que, como en todos lados, hay virtudes y defectos; pero creo que nos podemos poner de acuerdo en dos cosas: 1) hay que escribir porque hay que escribir (explicarlo me parece ocioso); 2) hay que fomentar el gusto y trabajar en la descripción (primeros semestres), el juicio (eventualmente) y en la interpretación (siempre).
Cualquiera podría decir, ante este panorama, lo siguiente: si la crítica de arte se caracteriza por tener contexto, descripción, interpretación y valoración; y si el crítico de arte, asimismo, es parcial, político, polémico; ¿cuál es la bronca? La gente que está trabajando en las grandes ligas, independientemente de su formación académica –que, dicho sea de paso, casi siempre tiene grado de maestría para arriba– por alguna extraña razón, no está privilegiando el juicio como un componente fundamental de su trabajo.
Un estudio realizado por la Columbia University recogió los resultados de las encuestas aplicadas a cerca de 200 críticos de arte de los 200 principales diarios de Estados Unidos (el criterio fue que tuvieran una circulación de, mínimo, 55 mil ejemplares), que escriben, cuando menos, 12 críticas de arte al año. Los temas fueron varios: ingresos, escolaridad, estabilidad laboral, etc. El que llama, por ahora, mi atención es el de la valoración: a los críticos de arte les importa muy poco el juicio. Veamos la estadística (señalo, primero, el rubro, después, el porcentaje): “Generar un juicio personal o una opinión acerca de los trabajados criticados: 27 por ciento sí, 55 por ciento un poco, 15 por ciento no mucho, 3 por ciento nada.”.
Todo lo anterior me lleva a reflexionar sobre el papel que tenemos dentro de la academia para impulsar la escritura de crítica de arte. Una actividad que podría desempeñar un crítico, sin problema, es la escritura de textos de sala, textos curatoriales, etc. El problema es que hay pocos críticos y quienes no lo son y no están preparados se aventuran a escribir. Esto hace que quien gusta de leer inteligencia, dedicación y trabajo de gente profesional y preparada en los textos que acompañan a las obras en las exposiciones, ve su deseo, por decir lo menos, frustrado. Ejemplos hay muchos. Sírvase de ir a cualquier museo y es altamente probable que encuentre uno texto escrito con las patas.
¿Cuál es la misión entonces? Nuestra universidad tiene la peculiaridad de la que he hablado líneas atrás y, evidentemente, también nació con crisis: hay muchos problemas –varios podrán pensar en algunos pero creo que no es momento, ahora, de señalarlos– pero confío en que poco a poco la escritura se consagre.
Esto es que, de manera particular, es decir en la licenciatura, necesitamos ponernos de acuerdo con los criterios y valorar la pertinencia de la crítica de ciertas áreas artísticas (son muchas y no todas tienen importancia mediática). De manera general: necesitamos exiliar a los improvisados; discriminar a los artistas para de esta forma contribuir al canon; fomentar el juicio (para que no nos suceda lo que a Estados Unidos), afinar la interpretación, lograr una descripción notable, potenciar la claridad y, ante todo, escribir, corregir, escribir, corregir, escribir, corregir y así sucesivamente.
* Una versión más extensa y detallada fue pronunciada el 27 de septiembre en el auditorio López Velarde de la UAA.