Citas de conversación contra citas de autoridad / Inconclusiones - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Desde antes de que me iniciara en la lectura del ensayo –con los cuentos de Borges, hibridados con ensayo– pude distinguir la cualidad seductora del empleo de la cita erudita, pero fue sino hasta que me interesé más seriamente por este género que tuve plena consciencia de esta táctica. Progresivamente la cita se volvió algo tan habitual para mí que no dudé en emplearla.

Muy pronto vi las posibilidades que ofrecía, aunque tampoco parecía ser un requisito indispensable para un ensayo, y varios de los mejores que he llegado a leer carecían incluso de citas. Pero eso lo descubrí leyendo páginas y páginas de ensayo, comprendiéndolo, estudiándolo. Como éste sigue siendo impopular, y como la escritura académica ya ha logrado imponerse, el prestigio de la cita está basado en un malentendido.

Este mismo malentendido ha generado otro, el de suponer que la costumbre de citar es un acto de pedantería, algo que desde luego también puede ser (Salvador Elizondo escribió alguna vez un muy divertido texto titulado “Elogio de la pedantería”, precisamente sobre el asunto), pero no siempre es así, y suele generalizarse por un prejuicio. Digo esto porque me sucedió algo por el estilo: cuando estudiaba la licenciatura y comencé a escribir y mostrar mis ensayos (éstos con el implícito acto de citar), más de una vez se me tildó de arrogante. No culpo a los autores de ese señalamiento, sino al soporífero método que tanto agrada en la universidad y que tanto ha saturado estudiantes: citar todo nada más porque así debe ser; y con el cual siempre se presupone que, claro, no es posible que esa idea es tuya, aquí nadie piensa por sí mismo, mejor ve a citar la fuente de donde lo obtuviste. Supongo que es normal que esa metodología haga ver ñoño cualquier texto en el que se cita, lo cual no haría más que demostrar contundentemente el daño que está haciendo el marco teórico en las carreras de humanidades.

Y es que la manera predominante en que se concibe, percibe y emplea la cita es a partir del principio de autoridad: alguien prestigiado lo dijo y por el sólo hecho de identificarnos con esa idea es ya de letras de oro, inamovible, irrefutable. El medio universitario ha acogido con gusto el principio de autoridad y esta manera de usar las citas porque así ha asegurado la supuesta objetividad del conocimiento. Pero hay otra manera de usar la cita además de aglutinarla para sustituir el pensamiento propio, me refiero a la cita de conversación.

Esa ha sido la forma en que siempre he visto la cita: como una manera de continuar con una conversación (o incluso debate) iniciada por nuestros semejantes, esos que nos precedieron. La cita ayuda a prolongar, ampliar, animar, enriquecer y proyectar por nuevos rumbos un tema del que otros ya han escrito y con quienes no podemos intercambiar ideas más que escribiendo, ya sea por los límites del espacio o, más frecuentemente, por los del tiempo.

Por ejemplo, digamos que estoy escribiendo un ensayo sobre el uso de las citas, y entonces para que quede claro citaría (precisamente) un texto de Gabriel Zaid llamado “Los mencionables” en el que apunta entre otras cosas que: “Citar es enlazar conversaciones, presentar a dos amigos que pueden serlo entre sí. Un autor que cita a otro reconoce una obra digna de tomarse en cuenta, no sólo en general, sino precisamente en el punto del cual está hablando. El reconocimiento va desde el homenaje (o la crítica) hasta la elemental justicia de no ignorar al otro, menos aún aprovechar su obra disimuladamente. La amistad al lector se manifiesta en pasarle información útil y presentarle autores de interés para el caso.”

De este modo quedaría claro que al citar no estaría haciéndolo de forma autoritaria sino como Zaid lo distingue, como una conversación de amigos en la que uno reconoce las ideas del otro. Y entonces ese hipotético ensayo sobre la cita sería una conversación con Zaid sobre las propias citas, considerando importante lo que él ya ha escrito y dándole crédito por su aportación más que hacer gala yo mismo de mis lecturas y del mero acto de citar. No estaría intentando legitimar mis ideas, sino señalar qué diálogo en particular estoy retomando.

Por eso es que la costumbre de citar la entiendo como un compromiso adquirido al escribir, porque no sólo ha sido reconocer que mis ideas no son totalmente originales ni son producto de la nada, mucho menos de un genio excepcional, sino que lo son de mis lecturas, de todo aquello con lo que estoy en deuda, de las ideas de otros que lograron sacudir mi espíritu y con quienes me siento agradecido. Citar sigue siendo para mí una lección de humildad: soy sólo un eslabón que conversa, eso lo tengo muy presente, incluso me honra sentirme parte de una cadena de diálogo. Y es por eso que en mi escritura la cita no puede ser más que irrenunciable.

http://laescribania.wordpress.com/


 


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