A los que Peña Nieto les va a quedar a deber / Nomás por llevar la contra - LJA Aguascalientes
22/11/2024

La legión de desesperados se compone exclusivamente de quienes alguna vez tuvieron esperanza, sólo quienes tuvieron expectativas conocen el amargo sabor del desencanto; esta vez empero parecía que había llegada la suya, ganada la “grande” todo debía ser sencillo para los miles de promotores de voto de Peña Nieto que verían satisfechos sus anhelos y recibirían la muy justa retribución de sus desvelos… esta vez finalmente la revolución les haría justicia.

Contrario a la creencia generalizada, las campañas mediáticas no ganan elecciones: si están bien diseñadas, con spots visualmente atractivos, contenidos claros y breves y con adecuadas pautas de difusión pueden dar a conocer a un candidato a la ciudadanía e incluso producir una impresión positiva que dé lugar a una “intención de voto”; sin embargo, si realmente se quiere ganar un proceso electoral ningún estratega de campaña se conforma con esto, pues la clave es transformar esa intención en un compromiso de voto, y para ello son indispensables la legión de promotores; o en otras palabras: son las infanterías y no la fuerza aérea los principales factores en un triunfo electoral.

Ahora, el PRI integra su infantería electoral a partir del “militante de base”,  quien se identifica con el partido y candidatos al punto que está dispuesto a recorrer durante semanas su sección electoral en busca de los electores para lograr de ellos un compromiso a la hora de emitir su voto; esto no siempre implica cooptación, aunque ayuda, sino algo mas parecido a un “cumplimiento de palabra dada” que en la idiosincrasia nacional puede ser suficiente. Aunque esta estrategia es replicada con todos los partidos, la ventaja del PRI es la convicción del promotor, al punto que la mayoría lo hace sin retribución; usando una cierta “ética de casino”, hay que “poner algo para poder sacar algo”, así ante el triunfo se siente moralmente merecedor de una recompensa por sus asoleadas, sus zapatos gastados y las mentadas recibidas, en concreto: ya invirtió y es hora de recibir el fruto de sus esfuerzos. Esta retribución, usualmente es a la escala del promotor y eso lo sabe, no aspira a ser nombrado director de Pemex, sino algo menor: una plaza en alguna dependencia, que asegure un ingreso permanente, sin mayor esfuerzo y capacidades pero que proteja de las vicisitudes de la vida, pues casi todos los contratos colectivos de la Administración Publica, implican el heredar una plaza definitiva. Pero esta vez los promotores del triunfo de Peña Nieto toparán con nuevos tiempos y circunstancias, donde los espacios en el aparato gubernamental serán escasos y poco accesibles.

Los politólogos han documentado que los ciclos sexenales de la “presidencia imperial” eran también oportunidades para el recambio de élites, que de esta manera se renovaban generacionalmente e incorporaban sangre nueva y hasta ideas; empero estos ciclos implicaban algo mas que élites, pues atrás de los nuevos elegidos ser movían legiones de colaboradores que ocupaban posiciones en la pirámide burocrática, no importando tanto qué tan abajo se estaba sino sentirse parte del “equipo”. Los secretarios nombraban a sus subsecretarios, éstos a sus directores, subdirectores y demás; este proceso se replicaba a todos niveles, pues aun el ínfimo burócrata pretendía estar rodeado de gente de su “confianza” como garantía de su mejor desempeño. De hecho en la burocracia sólo una pequeña porción permanecía inamovible, sólo aquéllos que preferían la estabilidad a las expectativas de mejora veían pasar a los efímeros compañeros sexenales, piedras rodantes que no creaban moho. Este proceso se empezó a descomponer con la crisis del 82, cuando la restricción presupuestal obligó a una disminución de la nómina de gobierno, en consecuencia el “acomodar” al equipo propio empezó a ser cada vez mas complicado.

Este proceso se complicó aún más con la alternancia, cuando el recambio se esperaba radical y en consecuencia los recién llegados se encontraron con subordinados aferrados a su plaza y renuentes a la renuncia, lo que llevó a juicios laborales donde la tónica fue que la “pérdida de confianza” no era una causal de despido. Esta tendencia a la inamovilidad se acentuó con una reforma impulsada por Fox en los últimos meses de su gobierno, donde se le da fuerza al “servicio civil de carrera”, considerando necesaria una especialización en mandos superiores y consecuentemente a su permanencia en el cargo; aunque lo que en realidad pretendía era blindar a la administración ante la posibilidad del triunfo de Andrés Manuel y el riesgo de arribo de sus no muy ilustrados seguidores a puestos de responsabilidad: el chivo en cristalería o Bejarano en el Banco de México.

Después que Peña Nieto nombre gabinete y éste a su siguiente nivel, toparán con subordinados atrincherados en la ley, poco dispuestos a saltar al vacío para dar lugar a los recién llegados y conforme se descienda en la pirámide mayor resistencia habrá. Repartiendo dinero se podrán abrir algunos espacios pero nunca del número necesario para cubrir “compromisos de campaña”. Y pasarán los meses y los promotores se darán sus vueltas al partido a preguntar “cómo va su asunto” y las escusas recibidas serán menos creíbles y, más temprano que tarde la convicción de “y para estos trabajamos” se generalizará… la gran pregunta será si se les puede embarcar de nuevo en la siguiente campaña.

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