La historia del México de nuestros días se explicaría fácilmente en razón del nacimiento del Partido Nacional Revolucionario (1929), transformado en Partido de la Revolución Mexicana (1938) y finalmente en Partido Revolucionario Institucional (1946). La historia del PRI es un largo recuento de crímenes, robos, traiciones y grotescas simulaciones que los poderes fácticos solapan a cambio de que el partido en el poder les procure estabilidad política para mantener sus consabidos privilegios aunque se tenga que pagar con supeditación y entreguismo a intereses extranjeros. La herencia histórica del PRI de la que tanto se ufana la clase política gobernante son esas instituciones construidas a imagen y semejanza de los traficantes de miseria que desde el púlpito o la curul, la empresa o el sindicato, justifican el bienestar de la clase dominante que controla mediáticamente las apariencias y la realidad de México a su entera conveniencia. Desde entonces esa “dictadura perfecta” bautizada así por el cortesano del imperialismo Mario Vargas Llosa gobierna nuestro país con las más variadas formas de hacer política que maestros de la fantasía como Robert Heinlein, Robert Sheckley y Walter Mosley quedarían sorprendidos en cómo el PRI puede construir ciencia ficción en el ejercicio del poder con el uso y abuso de los medios de comunicación a su servicio y el sometimiento de las instituciones. Fue el PRI, el que convirtió la revolución mexicana en partido político y pintó con los colores patrios nacionales las siglas de su organización política, usufructuando el dominio ideológico de estos símbolos de la historia tal como lo hizo Miguel Hidalgo en la lucha de independencia con el estandarte guadalupano. Los triunfos de Vicente Fox y Felipe Calderón no fueron producto de un proceso democrático ni el fruto de la alternancia en el poder sino la entrega pactada de la Presidencia de la República en las entrañas mismas del PRI, en cuyas filas militan los más conspicuos representantes de la mafia del poder y los más fieles representantes de los grandes capos de la droga. Quién puede negar que el narco se institucionalizó en México y pasó a ser una más de las tareas que el PRI ha sabido administrar a través de su club de narco mandatarios. En el proceso electoral de 2012, todo México sabe que la Presidencia de la República la compró Enrique Peña Nieto y que Felipe Calderón aparte de pactar la entrega de la silla presidencial le compró avión privado al impostor con un valor de 9 mil 840 millones, ante el silencio de los medios de información. El PRI prostituyó la comunicación social para mantener empresas informativas a su servicio haciendo de la propaganda una acción encubierta. Este tipo de propaganda política encubierta ha sido, es y será una práctica notoria y pública que el PRI seguirá realizando en todo el país y que la autoridad electoral no verá por ningún lado. Por ello Calderón y Peña Nieto no están en la cárcel, por la sencilla razón de que en este país no existen leyes adecuadas a la ética. No es casualidad el maridaje que Azteca y Televisa tienen con el PRI en su larga luna de miel. Desde los años 70 el Texas Monthly advertía los nexos de la familia Azcárraga con el narco y los gobiernos del PRI. Que a nadie extrañe que hoy, la “Telebancada” de la LXII legislatura en el Congreso de la Unión cuente con 21 personeros vinculados directamente a las televisoras, entre los que se cuentan, Arely Gómez González, hermana de Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticieros Televisa y Tristán Canales Najjar, ex presidente de la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión vinculado a Ricardo Salinas Pliego, además de Javier Orozco Gómez y Gerardo Flores Ramírez, senador y diputado, respectivamente, por el Partido Verde Ecologista de México, palero del PRI. Tampoco es casualidad el hermetismo guardado por Televisa y el gobierno mexicano en relación a las camionetas y los trabajadores de la televisora detenidos en Nicaragua con 9.2 millones de dólares. Desde Miguel Alemán Valdés el narco y la corrupción sentaron sus reales en zonas estratégicas de México. Cómo olvidar a Luis Alberto Azcárraga Milmo (1971) y Tomás Yarrington (2012) prófugos de la justicia que hicieron de las fronteras de Tamaulipas narco paraísos del cártel del PRI y de la familia Azcárraga Milmo, según confirman notas periodísticas publicadas en el extranjero y acalladas en nuestro país.
¡Pobre pueblo! Crucificado por los constantes llamados de los poderes fácticos con sus traficantes de miseria que dan todo para que este país siga arrodillado y sumiso porque así lo quieren los amos y señores dueños de México. Seguir contemplando callados las ruinas de México ante el remedo de “Gabinete” del equipo de transición de Enrique Peña Nieto que más parece una banda de malhechores experta en delincuencia organizada no es lo que deseamos millones de mexicanos que estamos dispuestos a seguir luchando por un cambio verdadero. Hoy más que nunca cobra fuerza una frase surgida en la mitad del siglo XX con la lucha de la Federación de partidos del pueblo mexicano: “México creeré en ti, hasta que desaparezca el PRI…” Y efectivamente un mejor futuro se vislumbraría con un México sin PRI.