Si bien es importante que el próximo gobierno federal que encabezará Enrique Peña Nieto, empiece a recomponer lo que desgraciadamente hicieron los gobiernos de la alternancia, acabarse el prestigio de la diplomacia mexicana, es menester que esto se haga de una manera inteligente y que la prisa por hacerlo, no se convierta en un obstáculo para lograr tan ponderable cometido.
La reciente gira que la pasada semana realizó Peña Nieto por Guatemala, Colombia, Brasil, Chile, Argentina y terminará el día de hoy en Perú, si bien es un buen inicio en el ánimo de reinsertar a México en el subcontinente latinoamericano, y olvidar un poco el tradicional, pero ahora un mucho absurdo prioritario de nuestro relación con los Estados Unidos, después de que en los últimos años, nuestro país quedó al margen de un sinnúmero de iniciativas que han avanzado entre los países latinoamericanos, sería verdaderamente lamentable que por falta de una estrategia adecuada para este reacercamiento con los países de Centro y Sudamérica, estos nos tomarán como poco serios y faltos de tacto, para recomponer lo que en otros tiempos fueron históricas relaciones de un país que incluso por mucho tiempo tuvo un liderazgo, ganado a base de una diplomacia ejemplar.
Si bien el argumento inicial que dio sustento a este prurito por estos cinco países latinoamericanos es el de poder conversar con los presidentes de aquellos lares, sobre modelos y programas exitosos de gobierno, nunca se debe perder de vista que las condiciones que se presentan en cualesquiera de estos lugares, por mucho que se parezcan u ofrezcan coyunturas similares, no son iguales a las que se viven en nuestro país. Nadie pude negar que el caso colombiano con respecto a la violencia y narcotráfico que ese país vivió en los años 80, tiene hoy una condición diametralmente opuesta a la que se vivió en esos tiempos, que se ilustra perfectamente con estas estadísticas: los homicidios han disminuido a la mitad, el secuestro 90 por ciento, el terrorismo más de 80 por ciento y las acciones subversivas 64 por ciento; las condiciones son muy diferentes, ya que de inicio allá se operó la estrategia que ha dado tan importantes resultados, desde un diagnóstico anterior, que no estaba soportado por la idea absurda de legitimar un gobierno; como sí sucedió en México, donde no hubo diagnóstico y lo único que llevó a enfrentar a la delincuencia organizada fue el capricho de un presidente que llegó a ese alto cargo por un fraude electoral y que trató de legitimarse iniciando una guerra selectiva contra la delincuencia organizada, donde después de seis años de la misma, se contabilizan más de 60 mil muertes relacionadas con la misma, y el principal narcotraficante (que incluso aparece entre los hombres más ricos del mundo en la revista Forbes) que escapó de una cárcel federal en el sexenio de Vicente Fox, sigue sin ser recapturado.
De igual forma es claro que el ejemplo de Brasil (que desbancó a México en el liderazgo regional) , en especial lo logrado en la presidencia de Luiz Inácio Lula Da Silva, es digno de reconocerse, pues convirtió a Petrobras en la segunda paraestatal más importante del mundo, permitiendo la inversión privada nacional y extranjera, así como su cotización en la bolsa. En este caso Lula invitó en algún momento a los presidentes de la alternancia (Fox y Calderón) a una alianza entre Petrobras y Pemex, obteniendo en ambos casos un no como respuesta.
También aquí la situación es completamente diferente, ya que México sigue dependiendo presupuestalmente del petróleo y a pesar de que en algún modo se han diversificado sus exportaciones, continúa dependiendo terriblemente del petróleo, amén de que en muchos sentidos es la caja chica de los gobiernos mexicanos, y de eso existen muchos ejemplos. Amén de las canonjías que tiene el propio sindicato y que como si esto no fuera suficiente sigue teniendo los espacios políticos para sus líderes en el Partido Revolucionario Institucional, y si no sólo habría que ver que su sempiterno dirigente nacional Carlos Romero Deschamps es Senador de la República, y otro de los involucrados en el Pemexgate, Ricardo Aldana es diputado federal.
En tanto con Chile, país al que nos une una historia común de los años 70, es muy importante voltear a ver lo que en materia de combate a la pobreza han logrado en los últimos años, con gobiernos de diferente extracción político partidista, pero que han sabido darle continuidad a las políticas gubernamentales exitosas, según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sólo 14.4 por ciento de la población chilena es pobre y 2.8 por ciento se encuentra en extrema pobreza.
Al contrario, nuestro país en los últimos años ha incrementado en número de pobres hasta cerca de 50 millones, lo que equivale al 44 por ciento de la población nacional, y según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) es el país perteneciente a esa Organización que presenta la mayor desigualdad.
Estos ejemplos nos sirven para entender que precisamente las condiciones son diferentes y que si bien es importante revisar y analizar las políticas públicas exitosas en esos países, es igual de importante no perder de vista las características de nuestro país. Asimismo, la cautela es una buen consejera para no desbordar las apreciaciones y entender que quienes nos alejamos de esos países hermanos fuimos nosotros, habrá que no olvidar que las expresiones sobre lo que se pretenda realizar en nuestro país, es mejor decirlo aquí, que repetir el típico error de los gobiernos federales panistas, que aprovechaban sus salidas del país, para hablar de temas que debían de haber hablado, primero en nuestra nación.