Roma locuta… / Opciones y Decisiones - LJA Aguascalientes
21/11/2024

 

¿En dónde nos deja la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF)? Para empezar, como país nos deja en un sitio, como en el que pisamos al bajar de un vehículo en marcha, un suelo firme, donde ponemos el pie para no trastabillar. Por un momento, el flujo del movimiento se detiene, se hace un alto que permite apoyarnos para erguirnos e iniciar la marcha. Pero, de inmediato, nos salta la evidencia de que una tal sentencia marca definitivamente un antes y un después. Ayer fue la impugnación, la demanda de anulación de la elección presidencial y el desconocimiento como candidato legítimo a la presidencia del contendiente Enrique Peña Nieto. Bajo el supuesto consiguiente de un periodo presidencial interino y la convocatoria a una nueva elección presidencial. Mañana, la asunción de posiciones diversas respecto precisamente del sentido y los términos en que es emitida la sentencia.

Causa finita”. Argumento de autoridad que no comparto como autoritario, sino como definitorio. El fraseo de la sentencia no deja lugar a dudas: se declara infundada la pretensión de la Coalición del Movimiento Progresista de anular la elección presidencial, básicamente por falta de pruebas fehacientes. Lo que deja el paso libre al cierre del proceso electoral, declarar el cómputo final, emitir la declaratoria definitiva de validez de la elección, y entregar la Constancia de Mayoría al presidente electo.

Este punto de quiebra queda perfectamente identificado, al concluir el juicio jurisdiccional del tribunal competente. El piso firme sobre el que podemos pisar, ahora, es el jurídico. Y el espacio abierto a la marcha es el político. En él habrá de encontrarse el espacio para las coincidencias, las divergencias y sí, el inevitable camino hacia la formación del consenso social.

O, como propone el bloque de “las izquierdas”: “En el corto plazo nos van a soñar, y los vamos a tener locos (a los presuntos defraudadores) eso está claro, pero ésta es una lucha de largo plazo, en la cual no sólo debemos parar a Peña Nieto, sino debemos parar el proyecto”, del mexiquense (Fuente: La Jornada Aguascalientes, Carlos A. López, declaración del escritor Paco Ignacio Taibo II, durante su conferencia “Tiempos Nuevos”, dictada en el campus de la UAA de Aguascalientes, 29/08/2012).

Es absolutamente inviable, para poner a un país en marcha, pretender que el vértigo de la disputa de origen continúe, que no exista solución de tiempo alguna que fije con definitividad la validez de un triunfo o la certeza de una derrota, como se quiera ver. Puede ser, eso sí, que no nos guste el resultado y consecuencias que tal resolución produce, habida cuenta del candidato involucrado y la formación de una atmósfera irrespirable contra la marca del partido triunfante, PRI. Pero, en el gran colectivo social, si pretende ser democrático, las cosas se definen por mayoría, y con ello hay que bregar y seguir el flujo de la vida hacia adelante. Quedarse inerte es congelarse o morir. Dar paso al cambio es la opción vital. Recordemos la definición de vida: “motus ab intrínseco”, movimiento que proviene desde lo más íntimo de ser; el cambio de espacio y tiempo que viene desde dentro y no es impuesto desde fuera.

Por ahora, el piso social que incontestablemente queda firme es el jurídico y de naturaleza constitucional; lo que quiere decir que, de acuerdo con nuestra Ley Positiva vigente, la Norma Normante de todo el sistema legal de México, ha sido manifestada por el TEPJF en la forma de sentencia definitiva sobre la impugnación de la parte actora, la Coalición del Movimiento Progresista. El otro piso, el que todavía no encuentra un punto de reposo es el político; superficie que se torna lábil, jabonosa, con pendientes y oquedades inesperadas; lo que avizora un tránsito inestable, y alto grado de incertidumbre.

No obstante que el avistamiento de un pasaje conflictivo es patente, dada la posición inamovible del líder “moral” de lo que hasta ahora fue el “movimiento progresista”, cuyo bloque se escinde visiblemente entre: “los hombres de Estado” y “el hombre de Nación”, como se declara públicamente Andrés Manuel López Obrador, frente a los hombres de los partidos coaligados que ya tienen posiciones de representación popular en los poderes Ejecutivo y Legislativo, principalmente. Estos “hombres de Estado” son lo que protagonizarán la oposición sistémica contra el proyecto del partido que habrá de instalarse en el Poder Ejecutivo federal. Él, profeta indignado contra la corrupción intrínseca del sistema político mexicano, seguirá combatiendo la imposición criminal de “la delincuencia de cuello blanco”, desde el espacio abierto de la ciudadanía.

El político es el espacio y piso social por definir. El punto de choque, no es nuevo, es la oposición frontal contra el Neoliberalismo esencial a la forma de Estado, en que estamos constituidos, y ella viene desde que nos autodeterminamos como estado nacional independiente. En el concierto de las naciones somos un estado capitalista dependiente, o emergente –prefieren otros–, que hubo transitado un siglo como país del Tercer Mundo, y sólo recientemente dígase 1994, nos incorporamos al capital globalizado. Para fortuna o infortunio nuestro, insertos en el hemisferio Norte de América, bajo la égida de la superpotencia mundial Estados Unidos de Norteamérica, a la que estamos irremisiblemente vinculados; misma que hoy se juega su futuro económico y político a una con la Zona del Euro o Unión Europea con cuyos países centrales codirige la hegemonía mundial, y desde ella la suerte de los países periféricos, como el nuestro.


Para mí, el papel subsirviente del Estado mexicano a la economía y hegemonía política global, reside hoy por hoy en la sujeción a los designios de la fracción monetarista y financiera del capital, que ha campeado en el mundo con absoluta obscenidad e impunidad, pero ésta ha recibido impactos más severos que el Titanic de su iceberg; en razón de lo cual, se está gestando un profundo reacomodo de fuerzas interiores al bloque capitalista, de modo que no es remoto que comiencen a tener mayor injerencia las fracciones del capital comercial, industrial y de las tecnologías de la comunicación e información.

A México –la tierra de volcanes–, hoy, le subyace un reacomodo telúrico de las fracciones dominantes del capital que regatean la hegemonía al capital dinerario. Su manifestación histórica y social es la escena política actual, y no sólo un partido satanizado. ¡Dios salve a su pueblo!

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