Un estudio publicado recientemente por el semanario británico The Economist, confirma la tendencia que desde hace décadas sociólogos de varios países han advertido: en todas las regiones del mundo, con excepción de África, cada vez más tanto hombres como mujeres optan por vivir solos evitando el matrimonio. Conforme este fenómeno tienda a acentuarse, sus implicaciones serán de relevancia en campos como el demográfico, el económico e incluso el medioambiental.
Las estadísticas indican que la alternativa de los denominados hogares unipersonales se está imponiendo en países tan disímbolos como en Estados Unidos –donde más del 50% de los adultos no están casados– y Emiratos Árabes Unidos –donde el 60% de las mujeres mayores de 30 años no han contraído matrimonio–. Por otra parte, tanto en Japón como en Irán las mujeres tienden a dar prioridad a su carrera profesional por encima del matrimonio.
No sólo los sociólogos sino académicos de diversos campos se preguntan sobre las causas de este comportamiento que hace a las personas preferir la soledad a una vida en familia, lo cual iría en contra de la naturaleza gregaria del ser humano. Las respuestas y los análisis que se proponen son innumerables. Ante todo, se plantea el peso de las tradiciones que a muchas sociedades imponen modelos rígidos de estructuras familiares cuya reproducción, en el fondo, garantiza su propia conservación. A ello va unido un cambio (para algunos relajación y para otros, incluso, crisis) en los paradigmas de los valores.
Hasta hace poco tiempo en sociedades como las de América Latina y el Caribe, ser soltero –particularmente en el caso de las mujeres– conllevaba un estigma social. Los movimientos feministas de liberación, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres, el acceso igualitario a la educación, la creciente participación de la mujer en actividades productivas así como el modelo actual de vida, han contribuido a una mayor independencia de la mujer, lo cual ha conducido a que el matrimonio no se plantee más como un objetivo vital.
La casi permanente crisis económica que desde hace años afecta varios países, en particular el desempleo juvenil así como el carácter precario y la inestabilidad de muchos de los nuevos puestos de trabajo que se crean, constituyen otro elemento que ha obligado a muchos jóvenes a posponer su emancipación. En diversas naciones europeas, particularmente latinas (como en Italia, y más recientemente, en España) cada vez un mayor porcentaje de jóvenes permanecen en casa de sus padres después de haber cumplido 30, e incluso 40 años.
A esta compleja interpretación se añade el individualismo, como rasgo que tiende a imponerse a lo largo y ancho del planeta, particularmente en las sociedades más desarrolladas y que hace que en todo contexto social prevalezcan los intereses personales por encima de los colectivos. Por naturaleza, toda convivencia conlleva un grado de conflicto; desde esta perspectiva el matrimonio constituye un especial desafío ya que su éxito exigiría una serie de condicionantes o requisitos por parte de sus integrantes: madurez, flexibilidad, comunicación, tolerancia y visión compartida de objetivos, entre otros.
Para algunas sociedades desarrolladas (Europa y Estados Unidos) este fenómeno trae aparejado fuertes consecuencias sociales: la tasa de natalidad al no alcanzar el nivel de reposición provoca una reducción en el número de habitantes de una nación. Rusia constituye el caso más emblemático donde las alarmas han saltado, planteándose el tema de la despoblación como uno de los más relevantes de la agenda del país.
El fenómeno, sin embargo tiene también otras aristas: son generalmente los grupos de mayores ingresos los que han iniciado este tipo de cambio social. De hecho, el fenómeno de la creciente soltería se da predominantemente en estratos sociales medio y altos, con ingresos económicos y educación académica por encima de la media. En términos de marketing, la importancia de este grupo tiende a crecer en varios países, constituyéndose en un importantísimo nicho por el que compiten las empresas.
Esta tendencia, que se enmarca en lo que los expertos denominan la nueva transición demográfica, inició en la pasada década de los 80 e incluye cambios en diversos comportamientos, en especial el retraso del matrimonio, la postergación del primer hijo y el aumento de las uniones libres, así como los hijos fuera del matrimonio y, la diversificación de las estructuras familiares
Como diría un connotado sociólogo: no es lo mismo vivir solo, que estar solo o, sentirse solo. La condición gregaria de la persona y el deseo de soledad pueden coexistir perfectamente. Se puede lograr lo mejor de dos mundos: vivir en soltería, manteniendo vínculos sociales fuertes y positivos con otras personas, sin compartir un espacio común. Los expertos advierten que el fenómeno de la creciente soltería está conduciendo a que en el mundo haya cada vez menos matrimonios, pero que éstos son de “mayor calidad”.
Berna, Suiza, septiembre de 2012.