Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres
Pitágoras
a maestra ve a la alumna adolescente, que con cara de pocos amigos, está sentada en el suelo de la entrada de la escuela, así que decide preguntarle si le ocurre algo. Ella agradece su preocupación pero le contesta que sólo está esperando a “esa tonta” (la palabra fue más fuerte) entonces la maestra le da un pequeño sermón sobre la amistad y le sugiere que no califique así a sus amigas. La joven la mira contrariada y le responde que no es a una amiga a quien espera, que ella estaba hablando de su mamá. Ante tan desagradable respuesta, la maestra medita las palabras más adecuadas para el regaño, pero no pudo llevarlo a cabo porque la pobre mamá acababa de llegar y fue testigo de cómo era maltratada por su propia hija, con palabras altisonantes y gritos desaforados; mientras su madre no hacía otra cosa que excusarse y pedirle perdón.
Lamentablemente no es una situación aislada, tal parece que ha ido en aumento este comportamiento en que los hijos actúan como tiranos con sus padres; les pierden el respeto y los maltratan psicológica o físicamente, en especial a la madre. Los expertos han bautizado esta conducta como “Síndrome del Emperador”, aunque otros prefieren ser más claros y llamarlos “niños tiranos” o “hijos que maltratan a sus padres”, para no enmascarar con el título una conducta reprobable a todas luces.
El síndrome del emperador se puede identificar a través de una serie de manifestaciones del niño o del adolescente y una de ellas, tal vez la más importante, es la poca empatía o compasión ante las emociones de los demás, dando incluso la impresión de no tener sentimientos de culpa. Son niños que exhiben cierta crueldad con sus compañeros, hermanos, con los animales o con sus padres y no parecen tener vínculos afectivos con su familia. Son muy egocéntricos y sólo actúan en beneficio propio, recurriendo con frecuencia a la mentira, al chantaje o la manipulación para obtener lo que desean. Tienen poca tolerancia a la frustración y se vuelven irascibles ante cualquier dificultad. Son muy violentos y rebeldes, adoptando actitudes retadoras ante la autoridad, además de que no suelen aprender con los castigos.
El Dr. Vicente Garrido Genovés, psicólogo criminalista, que escribió el famoso libro Los hijos tiranos, el síndrome del emperador considera que no toda la culpa es de los padres, sino que puede existir un componente genético que provoca esta ausencia de conciencia en el niño, argumentando que se han dado casos en familias estables y que no han descuidado a sus hijos, aunque reconoce que tal vez pudieron hacerlo mejor. En cambio el Dr. Javier Urra, autor de otro libro El pequeño dictador considera que: “La herencia marca tendencia, pero lo que cambia al ser humano es totalmente la educación, sobre todo en los primeros años, en los primeros meses y días, incluso antes de nacer”. En lo que ambos coinciden es en que la interacción del niño con el medio ambiente es determinante para su conducta y que existen condiciones que favorecen las actitudes negativas de los niños.
Que los padres satisfagan de manera inmediata y sin restricciones cualquier deseo del niño; que haya excesiva permisividad y no le pongan límites a sus acciones; la total ausencia de autoridad; que la violencia sea el único lenguaje en casa; que el niño permanezca desatendido, aunque lo rodeen de cosas materiales o que no eduquen su conciencia moral para mostrarle lo que está bien o mal, favorece las condiciones para desencadenar la conducta del niño tirano que maltrata a sus padres.
Afortunadamente, los padres pueden cambiar ese entorno desfavorable que tanto daño puede provocar, si empiezan por dedicarle más atención a su hijo y vigilan su conducta corrigiéndola y explicándole las consecuencias de sus actos; si establecen límites claros y aprenden a decirle el “no” que tantas veces se resistieron a pronunciar por temor a traumarlo; si disminuyen el grado de violencia en el hogar; si comparten con ellos sentimientos y emociones para mejorar su empatía; si les ayudan a adquirir autodominio y sobre todo a desarrollar la conciencia moral que les ayude a distinguir con claridad aquello que está bien de lo que está mal.
Los padres no siempre quieren ver el problema y en ocasiones lo justifican o lo niegan y otras veces, lo sobrellevan sintiéndose responsables y con un gran complejo de culpa. Sin embargo, no deben quedarse en la culpa o en la justificación de que la personalidad del niño es muy fuerte o que tiene el carácter de algún familiar. Es importante buscar ayuda cuando aún están a tiempo, sin que el amor de padres los ciegue e impida que vean que lo que están haciendo su hijo no es nada bueno, ni para él ni para los que lo rodean. Al mismo tiempo deben evaluarse como padres y reconocer aquellos errores u omisiones que tuvieron como educadores. Las terapias, junto con un cambio en la forma de actuar de los padres, ha dado muy buenos resultados.
Curiosamente el tratamiento que mejor funciona con estos niños es el de enseñarlos a pensar en los demás, a ser generosos y desarrollar el espíritu altruista. Sacarlos de su egocentrismo para que vuelvan la mirada hacia el otro.
Twitter: @petrallamas
Efectivamente, cuando un niño maltrata a sus padres es por la falta de límites.
Hijos que maltratan a sus padres