El ser del mexicano / Marcela Pomar en LJA - LJA Aguascalientes
23/04/2025

Entender la esencia del mexicano no es cosa sencilla, menos aun cuando se le quiere comprender a partir de conceptos abstractos como la “conciencia popular” o la “identidad nacional”. La gran diversidad de culturas que conforman a nuestra nación obliga a reconocer que no se puede entender qué es la mexicanidad en términos generales que excluyen las diferencias de los diversos grupos étnicos y sociales. Es sólo a través del discernimiento de las profundas desigualdades, y de su valoración dentro del complejo marco histórico, social, económico y político de nuestro país que podremos vislumbrar –acaso– la vasta trama que significa el mexicano.

Dice Octavio Paz que, como todo adolescente que llega al momento del despertar de su conciencia, los pueblos en dilema de crecimiento también arriban a un momento de interrogante reflexión sobre su propio ser en el que se cuestionan “qué somos y cómo realizaremos eso que somos”. Este despertar significa adquirir conciencia sobre nuestra singularidad como pueblo frente a otros. Sin embargo, dado que dentro de nuestra sociedad mexicana actual coexisten no sólo variadas razas y lenguas, sino diversos niveles históricos –pues hay quienes viven en condiciones similares a las de “antes” de la historia, otros “al margen” de ella o quienes lo hacen en “otras épocas” lo que limita su capacidad de respuesta frente a cosa alguna que no sea la satisfacción de sus necesidades inmediatas– corresponde a los afortunados poseedores de una conciencia de sí mismos, de una sensibilidad humana y de un compromiso social emprender el camino de búsqueda de soluciones efectivas que dentro de la pequeña o gran esfera en que se desenvuelvan redunden en el bien común.

El ejercicio de la memoria histórica puede llegar a ser el catalizador que propulse la urgente toma de conciencia de la singularidad -y de la pluralidad- del mexicano. Nuestra historia explica mucho de lo que hoy somos y del porqué estamos donde estamos. De esta manera, conocer, visualizar e interpretar nuestros pluriculturales orígenes y los distintos periodos históricos nos proveerá del sentido social necesario para comprender las esencias de los mexicanos, en la búsqueda de posibles caminos hacia el desarrollo de mejores seres humanos y, por ende, de mejores sociedades.

La llegada de los españoles al Nuevo Mundo significó el surgimiento, desde las entrañas del dolor, de un mundo complejo y desquiciado. Las civilizaciones mesoamericanas con su vasta cosmovisión, religiosidad y rituales vieron cómo de un momento a otro todo en lo que ellos creían se derrumbaba incomprensiblemente generando en ellos un trauma. Los españoles, por su parte, hijos del pensamiento renacentista, actuaron conforme a una arraigada ideología providencialista y a una inercia militar que los obligaban en su moralidad a rescatar a los infieles de los supuestos poderes infrahumanos que los ataban, con la consecuente recompensa de éxito, honra y gloria que recibirían para sí, para su rey y para su divinidad.

La historia de 300 años de colonización muestra cómo la amalgamación de estas dos culturas produjo de manera dialéctica –y a la fuerza– nuevas concepciones e identidades: formas de pensar, de creer, de sentir, de vestir, de comer, de trabajar, etcétera, que en un devenir continuo se apropiaron de ciertos elementos heredados de sus progenitores al mismo tiempo que rechazaron y crearon otros en la búsqueda de un ser propio.

El gran mosaico cultural conformado por peninsulares “puros”, criollos, mestizos, castas, negros e indios se diversificó en las distintas regiones geográficas. El norte despoblado del país, marcado por jesuitas y franciscanos y con fuerte influencia protestante; un centro con los mayores asentamientos indígenas en ebullición continua de comercio, migración, agricultura, evangelización, economía, cultura, arte, etcétera; y un sur con importantes tradiciones y asentamientos indígenas debido a la poca presencia de mestizajes y migración en estas zonas.

El carácter del mexicano (en su amplia pluralidad actual) es resultado de las distintas circunstancias que han imperado en nuestro país a lo largo de los siglos. La historia de México contiene respuestas a las interrogantes sobre nuestro ser social. Es precisamente de allí que podemos desprender, como dice Paz, las explicaciones a nuestros miedos, actitudes, traumas, religiosidades, dudas, complejos, gozos, fiestas y soledades. Pero de igual modo, son estas mismas conductas las que definen día a día nuestros hechos y realidades, de donde se desprende que aunque con la historia podemos comprender mucho de los rasgos del carácter del mexicano, sólo en nosotros reside la posibilidad de responder qué somos y cómo podremos llegar a realizar eso que somos.

Las duras realidades que se viven en nuestro país actualmente exigen con mayor fuerza la participación consciente, responsable y congruente de individuos interesados en el desarrollo de la nación. El país requiere cambios fundamentales basados en realidades históricas, sociales y culturales, pero, sobre todo, requiere de la toma de conciencia y el actuar propositivo entre los ciudadanos para luchar por lograr condiciones de igualdad, justicia, libertad y dignidad para todos los mexicanos.

 


marcelapomar@yahoo.com.mx


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