A estas alturas, el proceso legislativo y político que se sigue en la aprobación de la reforma laboral propuesta por el presidente Felipe Calderón debe ir bastante avanzando, sobre todo si tomamos en cuenta que al amparo de las nuevas facultades constitucionales otorgadas al máximo mandatario de la nación en la pasada reforma política de nuestra Constitución, la iniciativa en cuestión tiene el carácter de preferente por lo que debería concluir su proceso legislativo en poco más de 60 días naturales a partir de su presentación (artículo 71). Todos los grupos de poder se han pronunciado de alguna u otra forma: mientras los banqueros, empresarios y cercanos al presidente van por el Full Monty de la reforma calderonista argumentando que será la panacea para el boom del empleo, los sindicatos por el contrario se han pronunciado absolutamente en contra y han comenzado las marchas para impedir una reforma que a su juicio lacera los derechos fundamentales de la clase obrera, entre otros la independencia de los sindicatos que ha servido en muchos casos de amparo para una muy desaseada y obscura forma de utilización de las cuotas sindicales.
Coincido que nuestra normatividad laboral es vetusta y que en la práctica suele generar muchos problemas; en una reunión ocasional platicaba esta semana con un empresario sobre el tema, mientras se esfuerza para mantener a flote su empresa, le han tocado empleados vivales que utilizan el juicio laboral como un medio de vida. En el mundo jurídico lo sabemos, muchos abogados prácticamente se dedican a azuzar trabajadores para iniciar juicios largos que terminan transformándose en altos costosos para los patrones. Pero también es cierto que hay muchos patrones que de manera descarada violentan el más mínimo derecho del obrero, sólo por citar uno de tantos, dice Naomi Klein en su obra No Logo que “En algunas maquiladoras mejicanas (sic) se exige a las mujeres que demuestren que tienen la regla… A las empleadas se les hacen contratos de 28 días… lo que hace fácil despedirlas si quedan embarazadas”.
El asunto de fondo debería ser sencillo, encontrar un justo medio entre el capital y la mano de obra que no destruya algo tan precisado para el hombre: el derecho a la estabilidad laboral. Claro que la reforma contempla otras modificaciones no menos importantes, sin embargo me parece que el meollo de la reforma es precisamente la estabilidad: trabajo fraccionado, posibilidad de outsorcing, flexibilidad en la contratación, limitación de salarios caídos en caso de demanda, etcétera. La permanencia en el trabajo es asunto que debe preocupar a los gobiernos, poca cosa puede generar tanta inestabilidad como la falta de certeza en el trabajo, a veces por eso se entiende que a pesar de los bajos salarios de este país, exista una enorme clase trabajadora que aguanta los embates y mantenga a flote nuestra planta productiva, esa estabilidad que les permite planear, pensar en el futuro, tener tranquilidad, el desempleo es un fantasma que a todos da miedo.
En la divertida The Full Monty (1997) hay varios ejemplos de lo anterior: la otrora ciudad del futuro se viene abajo cuando su fuente de ingresos, el acero, sufre una crisis, varios hombres desempleados navegan en la desesperación por falta de dinero, uno va a ser privado de la convivencia con su hijo, otro quiere suicidarse, el más viejo de todos está a punto de perder su estilo de vida inglés de buena posición social (gnomos en el jardín incluidos) y ha estado ocultando por seis meses a su esposa que perdió su trabajo. En todos, el conflicto psicológico de la inestabilidad laboral obviamente reflejada en la falta de dinero, cobra dimensiones graciosamente espeluznantes, y es que guionista y director saben hacer de las situaciones amargas del desempleo, excelentes gags que mantienen la sonrisa en el espectador. Además de ser una ácida crítica al modelo de la dama de hierro Margaret Thatcher y la crisis de los ochentas del siglo pasado en Inglaterra, la película cuenta con un pegajosísimo soundtrack que va desde la contagiosa You Sexy Thing de The Hot Chocolate, pasando por el cover de la clásica del streap tease You can leave your hat on con Tom Jones y por supuesto una tradicional ochentera como Hot Stuff de Dona Summers. Obviamente la mal llamada Academia no podía darle el Oscar a mejor película (tenía que cumplir encargo con la sensiblera Titanic) pero en una especie de acto de contrición al menos le otorgó el premio al mejor soundtrack.
Esperemos que la reforma laboral logre ser una amalgama que permita reglamentar adecuadamente derechos fundamentales como la estabilidad en el empleo, que dé soluciones al problema de aquéllos que ven en los juicios laborales una forma de vida, que permita hacer transparentes las finanzas de los sindicatos, en suma, que sea una norma que parta de la idea de que capital y mano de obra deben ser sinergia. n