Leí con atención las colaboraciones de Roberto Sánchez Torre(1) y Jorge Terrones(2) del pasado sábado. Ambos señalan áreas de oportunidad, uno en los estudiantes, el otro en un ponente. Esa lectura me inspiró algunas reflexiones que me interesa compartir, en el ánimo de estimular la producción de respuestas a retos que finalmente se pueden traducir en la base de nuestro progreso.
El Dr. Sánchez Torre lamenta la limitada visión de sus estudiantes y su escaso juicio crítico, que les lleve a aprender más de lo que el docente les puede ofrecer. Quizá foros integrados por personas con ese nivel de exigencia justifican la presencia de ponentes como el que describe Terrones en su respectiva columna. Es cierto, los jóvenes han cambiado, aunque no tanto. Y también es cierto que el entorno en el que se desarrollan los jóvenes ha evolucionado, lo que demanda entonces de los docentes estrategias novedosas. Ya la semana anterior, al hablar de las etimologías(3), el Dr. Sánchez Torre hablaba de la necesidad de reforzar conceptos básicos, de asegurarse de brindar a los estudiantes el acceso a las bases intelectuales mínimas para desempeñarse con éxito en un campo profesional determinado.
En efecto, tomando en cuenta que hoy la mayoría de las aulas escolares, tanto públicas como privadas, tienen acceso a Internet, que un buen número de estudiantes cuenta con un dispositivo para acceder a la red de redes, y que la atención de los jóvenes suele ser volátil, es indispensable pues que los docentes diseñemos sesiones de aprendizaje acordes con esa circunstancia. Que hagamos evidente la conveniencia de aplicar conceptos, ideas, recursos a situaciones de la vida real que sean significativas para ellos. El domingo estuvo disponible un artículo sobre un software que se usa para enseñar matemáticas(4) en Veracruz y que arroja resultados sorprendentes, equiparables a países considerados de primer mundo. La clave, dice el autor del software, radica en hacer significativa esa herramienta, las matemáticas, al aprendiz. Si meditamos sobre aquellas situaciones en que los estudiantes requerirán de los conocimientos que promovemos, de las habilidades que deseamos fomentar, y los ponemos a resolver problemas poniendo en juego tanto el saber, como la capacidad de hacer, entonces tendremos mejores condiciones para lograr eso que pretendemos y sobre todo, hacer consciente al aprendiz de qué no sabe y por qué es importante saberlo. En una ocasión planteaba la posibilidad de que un estudiante de medicina juzgara la pertinencia de un tratamiento sugerido por un tercero, al analizar un diagnóstico formulado con términos propios del latín y griego.
Por otra parte, en lo que Jorge Terrones señala, en efecto, buena parte de nuestros problemas, de nuestras limitantes, surgen por nuestro desorden frecuente. Un ponente que no asume con responsabilidad su papel en un espacio determinado, termina exhibiendo la conducta que se describe y los resultados que se lamentan en el diario. Me comentaba un colega que el problema con los estudiantes es que quieren estudiar en la cafetería, dormir en la biblioteca, comer en el aula y hacer vida social en la alcoba, aunque esto en referencia al hábito de acceder a las redes sociales a altas horas de la noche a través de la computadora instalada en la recámara. Y cuando los estudiantes ven que sus profesores comparten con ellos esos malos hábitos, que se presentan a sus actividades con asuntos sin resolver, como la reserva oportuna de un salón particular, del equipo para proyectar o de sonido. Desafortunadamente es más frecuente de lo siquiera estimable el que muchos profesores se presenten en su aula sin preparar su clase, pretendiendo improvisar, llenar el tiempo con cualquier ocurrencia. De ahí que sea complicado el que los jóvenes desarrollen hábitos ejemplares, ¿de dónde se espera que los abreven?
No pretendo caer en el socorrido discurso de algunas autoridades de que al final, todo es responsabilidad del docente. Ése es un enfoque simplista que tiende a exacerbar las distorsiones en el proceso educativo. Lo que sí hay que reconocer es que los profesores tienen muchos elementos para provocar realidades distintas, en la medida en que adopten con la debida seriedad la responsabilidad que tomaron en sus manos. Si, como describe Terrones, los docentes nos preocupamos por buscar un espacio en el que ensayemos las experiencias de aprendizaje que diseñamos, si manifestamos de manera constante esa actitud crítica, objetiva, de recabar la evidencia que sustente nuestras hipótesis, como señala Sánchez Torre, si promovemos con eficacia el arte de hacer buenas preguntas, y nos pasa como a una colega que su grupo le pregunta una y otra vez por qué se presenta un fenómeno como la metátesis y al final la docente termina leyendo de fisiología y anatomía cerebral, en aras de conducir a sus estudiantes a las respuestas que buscan, entonces estaremos coadyuvando a la sólida cimentación de un mejor México.
Para concluir, no olviden que tenemos en nuestra ciudad la Feria del Libro. Acudan, inviertan en alimento para su intelecto, para el intelecto de sus hijos, para el intelecto de sus seres queridos. Pocos placeres tan asequibles como el diálogo asíncrono con los grandes pensadores. Lean, aunque no sean tan felices.
(1) http://www.lja.mx/2012/09/guia-para-ser-un-buen-medico-i-scientia-et-sanitas/
(2) http://www.lja.mx/2012/09/yo-no-ensayo-ponencias-las-ponencias-me-ensayan-a-mi-the-insolence-of-office/
(3) http://www.lja.mx/2012/09/las-etimologias-y-la-logica-inutiles-preguntenle-a-mis-alumnos-de-medicina-scientia-et-sanitas/
(4) http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2012/09/20/135620141-encomia-tecnologia-galileo-eficacia-de-su-programa-de-matematicas