Al recibir el premio de la Cumbre de Comunicación 2012 , Felipe Calderón, afirmó que el futuro de México será más próspero, democrático y libre de lo que es ahora, “ya no sólo sin la amenaza de un gobierno autoritario, sino también sin la amenaza de poderes de facto, arbitrarios y asesinos como los que ahora lo acechan”. En dicho evento, el aún presidente de México hasta fines del próximo noviembre, añadió que “sin incurrir en fantasías fuera de la realidad”, está convencido de que está cerca una “nueva época para los mexicanos, donde la economía seguirá creciendo y generando empleos.”
Entre los analistas de la política mexicana se dice que lo que ocurre en este periodo de transición entre sexenios, quien termina su periodo aprovecha todo tipo de eventos para dejar su testamento político y mensaje para la historia. Si esto es así, cabe retomar para profundo análisis el mensaje dado por Calderón al recibir el reconocimiento a la “actitud positiva” que se le otorgó en dicha “cumbre”.
Habla de un futuro donde ya no habrá la amenaza de un gobierno autoritario. Quien ha tenido acceso a toda la información posible en el país, dice que tampoco habrá la amenaza de poderes de facto, arbitrarios y asesinos como los que ahora lo acechan. El futuro podría ser realidad dentro de unos meses o dentro de unos decenios. Pero es incontrovertible lo que afirma sobre el ahora, cuando añade, más adelante en su discurso: “tenemos una economía que crece, genera empleos, es fuerte y empieza a ser reconocida en todo el mundo”.
Aunque a varios les resulte difícil de creer, es bien cierto que la economía mexicana crece, poquito, pero en promedio crece. Gracias al cada vez mayor volumen de ganancias producidas por la banca y otros servicios, a pesar de la caída en las manufacturas y la producción agropecuaria, el promedio da una cifra positiva de crecimiento. Que se genera empleo en actividades terciarias, es totalmente cierto. Como los que generan las tiendas de autoservicio, ésas conocidas como de grandes superficies. No aclara, sin embargo, de que por cada empleo que generan esos comercios, se pierden casi ocho empleos en los pequeños comercios locales en su derredor. Tampoco dice que los empleos generados en el país ya no pueden considerarse en la categoría que la Organización Internacional del Trabajo identifica como “empleo decente”.
¿Y cómo no va ser fuerte una economía que aguanta tanto como la mexicana? Como el hecho de surtir a los monopolios globales de las industrias de alimentos, de químico-farmacéuticos y otras, con mano de obra barata y materias primas a precio de regalo. Es fuerte porque puede alimentar de manera extraordinaria, poniendo los muertos, a la industria de las armas. Siendo todo eso verdad, entonces lo dicho sobre el autoritarismo y poderes de facto arbitrarios, también lo es.
El presidente saliente facilita para sus historiadores la reseña y el análisis. Calderón deja un país en peores condiciones de como lo tomó. Si algunos de sus partidarios o seguidores se sintieron ofendidos con comentarios al respecto a la calidad de gobierno que vivió México con Calderón, el propio actor principal no deja lugar a dudas.
En materia de independencia, en estos seis años que están por concluir, México ha perdido ya mucho terreno. La banca, en su mayoría, está en manos de norteamericanos, españoles e ingleses. La mitad de los combustibles que mueven a la nación no provienen de Pemex, sino de refinerías extranjeras. Uno de cada tres metros cúbicos de gas que demanda la industria son importados de los Estados Unidos y del Lejano Oriente y los principales contratos de la mayor empresa mexicana son operados por multinacionales como Halliburton y Schlumberger. Además, ahora manejará hoteles flotantes para beneficio de empresas españolas.
La producción nacional de acero que se concentraba en Monterrey pasó al control de los argentinos de Ternium y de los hindúes de Ispat y Mittal. La alimentación de los mexicanos depende como nunca antes de las importaciones de maíz, de trigo y de frijol que compramos a Estados Unidos, Canadá y hasta Sudáfrica.
Bajo el gobierno que concluye, nada se hizo para revertir una política pública que ha permitido la depredación. Al imponerse el neoliberalismo desde hace más de 30 años, uno de los frentes del ataque sistemático es la apropiación de la cadena productiva alimentaria. Puesta en bandeja de plata a las trasnacionales, la rapacidad y voracidad de éstas es implacable. Se legaliza el desmonte de tierras protegidas; el despojo de tierras comunales; el uso de semillas transgénicas, prohibidas en la mayoría de los países pero permitidas por la corrupción, los medios de comunicación siguen engañando a la población argumentando la ilusión de modernidad y mayores ingresos para el país a través de la industrialización de los alimentos. Se rompe la cosmovisión ancestral de equilibrio y respeto a la naturaleza al cosificarla e integrarla a los procesos de explotación insensible e irracional.
El balance del sexenio evaluado por el propio presidente, acusa extensa agenda pendiente. Su sucesor no ha manifestado, más allá de generalidades, un programa puntual para revertir los efectos de la mermada autosuficiencia y dependencia de las decisiones que se toman en otros gobiernos y corporaciones multinacionales. Por lo visto la única nueva época para los mexicanos, donde la economía seguirá creciendo y generando empleos, depende de una acción más decidida de los ciudadanos para no dejar las grandes decisiones sólo a los políticos.