En Europa, muchos expertos financieros, al igual que varios dirigentes políticos, esperaban que el pasado domingo 17 de junio Grecia se viera envuelto en una especie de Apocalipsis económico. Después de tres penosos años de reformas estructurales y de austeridad impuesta por la Troika acreedora (Comisión Europea, FMI y Banco Central Europeo –BCE-), las encuestas anticipaban que un sector mayoritario de la población helena expresaría su rechazo en los comicios generales reconvocados para esa fecha, a las medidas que han conducido al país a una profunda recesión, a un alarmante aumento de la pobreza y, sobre todo, a la falta de perspectivas sociales.
Como en el célebre cuento de García Márquez, “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, Grecia, y Europa en general, esperaba que ese día se produjera una especie de hecatombe. De hecho, el ambiente previo lo auguraba: durante los anteriores meses se había incrementado la fuga de capitales hacia plazas financieras seguras, al tiempo que también aumentaba el retiro de depósitos por parte de pequeños ahorradores. Algunas importantes empresas trasnacionales habían disminuido o cancelado sus operaciones en el país, en tanto que diversos bancos centrales y privados habían previsto planes de contingencia para esa fecha; incluso, muchos ciudadanos griegos habían hecho acopio de alimentos.
Los temores en las capitales europeas así como en algunos sectores griegos se habían disparado ante la posibilidad de un triunfo de la coalición de partidos de izquierda radical Syriza –que reunía a grupos ecologistas así como a movimientos de la sociedad civil y a la izquierda progresista– cuyo líder, el joven ex sindicalista Alexis Tsipras, había basado su exitosa campaña electoral en el rechazo al plan impuesto por la Troika, una línea que diversos analistas advertían como suicida toda vez que las arcas públicas del país contaban con exiguos recursos con los que difícilmente el gobierno podría cubrir hasta julio el pago de sueldos y de pensiones. Así, una victoria de Syriza implicaba la cancelación de los acuerdos suscritos por Atenas y, consecuentemente la revocación de la entrega de parte de los acreedores de un nuevo tramo del segundo rescate, pero sobre todo, significaba la salida de Grecia del Euro.
Así pues, la elección del 17 de junio (después de los fallidos comicios del 6 de mayo previo, cuyos resultados no habían permitido la formación de un gobierno) se había constituido en un auténtico referéndum sobre la permanencia de Grecia en la Zona Euro. Desde que comenzó la crisis de la deuda (a la que después se sumaron las de Irlanda y Portugal y, mas recientemente España y, ahora también Chipre) se viene especulando sobre la salida del país heleno de la moneda comunitaria, lo cual técnicamente no debería causar mayor convulsión, considerando la dimensión y peso de la economía griega en el conjunto de la Zona Euro (2%) y ante la serie de medidas que Bruselas y el BCE han adoptado durante el último bienio para impedir el contagio a otras economías (cortafuegos, firewalls), ello, teniendo en cuenta que el Tratado de Maastricht, que dio a luz el Euro, no prevé mecanismos de salida de uno de sus integrantes.
Sin embargo, en un contexto como el actual, marcado por la alta sensibilidad y volatilidad de los mercados financieros, un posible contagio griego a otros países periféricos de la Zona Euro se mantenía latente, como lo evidenciaba el aumento de la prima de riesgo que durante los últimos meses han observado las deudas soberanas de España e Italia. La todavía elevada exposición de la banca alemana y francesa (a pesar de la reciente condonación) a la deuda griega hacía temer un efecto dominó que arrastrara en una primera fase a Italia y España, creando un efecto multiplicador que podría transpasar el Atlántico, afectando incluso al continente asiático e incidiendo en la frágil recuperación de la economía global. Se esperaba que la Cumbre del Grupo de los 20, convocada en Los Cabos para el día siguiente de las elecciones helenas (18 de junio) actuara, de ser necesario, como una especie de Consejo de Emergencia Económica, en el caso de que Syriza triunfara en los comicios griegos.
Finalmente, la victoria del partido conservador Nueva Democracia –ND– que respalda los acuerdos firmados con los acreedores, exorcizó los peores temores europeos; su líder Andoni Samarás logró formar rápidamente un gobierno de coalición en el que participa la otra formación política de mayor tradición del país, el Partido Socialista –PASOK–, que también apoya la permanecía de Grecia en la Zona Euro. Syriza, que ocupó el segundo puesto en los resultados ligeramente por debajo de ND, decidió mantenerse en la oposición.
Hacia finales de las campaña electoral, Samarás dio un giro en su discurso, proponiendo solicitar una renegociación del plan de rescate ante los dramáticos efectos que el programa de austeridad ha provocado en la población y frente a las dificultades para lograr el objetivo de déficit acordado: 2.1% del PIB para el 2014. Esta posición se vio alentada por el anuncio del rescate de la banca española, que se estima será en términos más suaves. Si bien aun no se dan a conocer los términos del correspondiente memorándum de entendimiento, se cree que no implicará medidas adicionales al plan que ha decretado el gobierno de Rajoy con el fin de alcanzar un déficit del 5.3% del PIB en 2012 y de 3% en 2013.
La crisis de la deuda soberana griega está lejos de encontrar una solución definitiva, a los problemas tradicionales del país que coinciden los expertos, condujeron a la situación actual (corrupción, burocratismo, clientelismo político, evasión fiscal, economía informal) se añaden obstáculos estructurales como la ausencia de una industria competitiva. Varios expertos estiman que será difícil que Grecia pueda salir adelante en el corto plazo, creen que las reformas impulsadas por Bruselas y el FMI no serán suficientes para reencaminar la economía del país al crecimiento, incluso algunos analistas se refieren al país como un potencial caso de nación fallida. El propio Paul Krugman señala que “Grecia es un caso perdido” añadiendo que el destino del Euro y del viejo continente se decidirá en España.
Esperamos que Hellas, país al que Occidente y el mundo le deben tanto, encuentre una solución a sus complicados desafíos, apoyada por Niké, la diosa de la victoria, así como por la Unión Europea y los organismos financieros internacionales.
Berna, Suiza, junio de 2012
Hola José, he leido tus comentarios… son muy interesantes, enfocados a la realidad que se vive en estos tiempos!!! te mando saludos…