El coloso de los Altos se abrió; luego en su redondel se fue formando un encierro con varios toros fuertes. Llegaron cinco de Santa Fe del Campo y completó Santa Bárbara. Su juego sobre el descastamiento fue atestiguado por casi la mitad del amplio aforo del inmueble charro-taurino. Esto el domingo durante la única corrida de feria.
La empresa anunció como actuantes al Cejas (división tras dos avisos y al tercio tras aviso), a Fermín Rivera (palmas tras aviso y palmas) y al joven Gerardo Adame (oreja y palmas tras aviso).
Un remolino desordenado y revoltoso solucionó con la capa Macías, intentando en lo posterior un quehacer con pretensiones de lucimiento más que de dominio y mando, con tal energía demandaba la res. En cambio, alegre fue el trasteo que dio al cuarto, acogiendo su “amabilidad” y ofreciendo episodios espectaculares para el ojo y criterio de quienes componen el cotarro. Extraordinario fue como ilusionista este carismático diestro, pero para que empuñara apéndices faltó el mejor uso del estoque.
Gaoneras se le vieron como antecedente del variado trasteo a Fermín Rivera; con mando y transparente planteamiento hizo suyo el aceptable lado derecho del segundo antagonista del que merecía un apéndice. Sin embargo, llegó el momento de la verdad, y el alfanje le tiró una pasada mala. Buena clase de toreo explicó con el quinto; éste fue un toro rajado e incierto, difícil para cualquier profesional, pero por encima de él quedó el nombre del espigado potosino dada su faena, más que lucida, interesante.
La sosería del tercero no evitó que sobre torería notada y obstinación perturbadora, Gerardo Adame desgajara un partido complejo de creer. Allá resultaron derechazos y naturales, en donde parecía no haberlos. Este pasaje lo firmó con un buen espadazo y por ello paseó la única oreja del festejo.
Al cierra plaza le inventó un trasteo de imposición, nuevamente mando y temple; aplicó esas virtudes y resolvió la voluntad de un toro que pegaba medias embestidas, de las cuales salió siempre con la cara por las alturas. Quedó chico para su muestra joven y torera, terminada que fuera con la mitad de la espada en sitio correcto.