La ética en el docente / Petra Llamas García - LJA Aguascalientes
21/11/2024

“Ser capaz de prestarse atención a uno mismo es requisito previo para tener la capacidad de prestar atención a los demás; el sentirse a gusto con uno mismo es la condición necesaria para relacionarse con otros”. – Erich Fromm

 

Un maestro se quejaba amargamente de que habían prescindido de sus servicios en la institución donde impartía clases, porque cada vez que salía a divertirse se ponía ebrio y su conducta dejaba mucho que desear en ese estado; y como asistía a los mismos lugares que algunos de sus alumnos, éstos eran testigos del bochornoso espectáculo que daba y de los imprudentes comentarios que profería.

Los estudiantes consideraban que era un buen maestro y que aprendían mucho con él, sin embargo reconocían que les avergonzaba un poco su actuación cuando estaba borracho.  A pesar de todo, al enterarse de la decisión de las autoridades del centro, lo defendieron con el apasionamiento que caracteriza a los jóvenes cuando creen que se trata de una injusticia.

Los padres opinaban que no era el mejor ejemplo para sus hijos y que debiera ser congruente con su profesión, ya que un maestro no deja de serlo por el hecho de dar por terminada su jornada laboral. La polémica estaba servida. Los alegatos del maestro se enfocaron a la defensa de su vida privada y el derecho que tenía a hacer con ella lo que buenamente quisiera, dado que no estaba en horario de trabajo.

Casos similares a éste, en el que el maestro exhibe un comportamiento inapropiado en su vida privada, hay muchos, y no siempre salen a la luz porque los alumnos hacen una especie de pacto de silencio tácito para que él siga impartiendo cátedra como si no pasara nada. Sin embargo, el profesor sabe que, desde el momento en que lo sorprenden en un acto moralmente reprobable, se convertirá en rehén de sus alumnos y tendrá que ser muy complaciente con ellos, tanto en el trato como en las calificaciones, si no quiere ser descubierto o que le recriminen por su vergonzosa conducta, misma que estará presente en todo momento ya que sin remedio habrá perdido la autoridad moral ante ellos.

La cuestión aquí es especificar si la profesión del docente es un simple trabajo o se parece más a una misión o un apostolado, porque instructor o capacitador puede ser cualquiera, ya que es una actividad que se limita a la instrucción o transmisión de ciertos conocimientos; en cambio, el maestro, además de conocimientos, también transmite lo que él mismo es, incluida su vida personal, de manera que todos sus actos siempre debieran estar regidos por un sentido de ética profesional. El maestro no puede perder de vista que es una figura pública y como tal será observado y, en muchas ocasiones, imitado para bien o para mal. “No hay más que una educación, y es el ejemplo” decía Gustav Mahler.

La ética del docente es de suma importancia por el impacto que tiene en la formación de valores de los estudiantes, quienes a su vez los proyectarán en la sociedad. Esta ética debe reflejarse no sólo en su quehacer con los alumnos, a los cuales apoya y motiva en su aprendizaje; o preparándose y actualizándose día con día para crecer como profesional; sino también preocupándose por tener una estabilidad y unidad de vida que lo lleve a una coherencia entre su desempeño en el trabajo y su actuación personal. La ética del docente es el mejor baluarte ante estudiantes, padres de familia y ante la sociedad en general, ya que en cualquier actuación humana, pero principalmente en la educación, el ejemplo es elemental. Freire dice: “enseñar exige la corporización de las palabras por el ejemplo”

Es verdad que todos tenemos una parte privada que defendemos a capa y espada, y en la que no queremos que nadie se meta. Al igual que es verdad que todos cometemos errores y nos gustaría que la gente fuera comprensiva con ellos. Sin embargo, aquel que decide dedicarse a la profesión de maestro tiene que tener muy presente que lo será en todos los actos de su vida, y que se le exigirá un comportamiento intachable, que sobrepasará los límites de la institución y el horario de clases.


Existen otras profesiones a las que se les exige el mismo comportamiento, pero el contexto escolar es mucho más delicado porque se trabaja con personas en formación, por lo tanto un proceder indebido por parte del maestro impactará profundamente. No sólo afectará su credibilidad ante los alumnos y la institución en la que trabaja, sino que también lastimará a la familia a la que pertenece, pero principalmente a sí mismo. La incongruencia entre el ser y el actuar lo desautoriza y debilita, por muy bien que realice su trabajo.

Carlos Cardona, en su libro titulado Ética del quehacer educativo, de editorial Rialp, al hacer referencia al comportamiento moral de los docentes escribe: “Lo que debe hacer el educador, como profesional de la enseñanza, es conseguir que su propia tarea sea un acto ético: debe actuar éticamente, como persona que se dirige a personas y, dar a esa relación recíproca que se establece un sentido moralmente bueno: ha de ser un acto personal bueno en sí y en sus consecuencias. Ha de ser un buen profesor siendo un profesor bueno” n

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Twitter: @petrallamas


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