En Blanco / Desde la Redacción - LJA Aguascalientes
22/11/2024

“Los cuentos que yo cuento acaban tan mal”.

– Joaquín Sabina

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¿Mentiras piadosas? Una mentira piadosa era la que nuestros padres nos decían cuando nuestra infancia nos permitía creer que la cigüeña viajaba a París para regresar con un nuevo hermanito, nos daba ilusiones de esperar la Navidad para buscar debajo del árbol aquellos regalos que habíamos pedido, escritos en una pequeña hoja de papel, y dejado en nuestro zapato durante Nochebuena. Mentiras piadosas que marcaron nuestra niñez.

La capacidad de asombro formaba también parte de aquella niñez en la que era tan sorprendente ver un papalote volar y sentir el viento como si éste fuese una extensión de nuestro cuerpo. El asombro que alguna vez llegamos a sentir por un hecho no experimentado con anterioridad se va perdiendo día con día y convirtiéndose en una rutina o costumbre.

Pero ¿qué pasa con las mentiras que día tras día nos muestran desde los merolicos que venden productos milagrosos hasta las grandes cadenas televisivas? ¿Somos capaces de generar una opinión crítica ante éstas o sólo nos dejamos llevar y las tomamos como ciertas?

Las mentiras piadosas dejan de serlo en el momento en el que éstas dañan la interacción de aquel que las dice con quien las recibe. Dejan de ser piadosas cuando nacen con el pleno conocimiento de que se dicen con la única y firme finalidad de conseguir intereses personales transgrediendo el bienestar de terceros.

Recientemente, las figuras públicas y las televisoras nacionales han ido perdiendo credibilidad en los últimos días tras las mentiras en las que han incurrido de manera constante. Movimientos de jóvenes, hartos por la manipulación de los medios, han tomado las calles a manera de protesta. Movimientos que se han dejado llevar por la corriente y que pareciera que la causa de su fundación no es la misma que la que los abandera ahora. Los cuentos de los partidos políticos no se deberían creer, si embargo, las revueltas masivas que encuentran eco en los gritos de protesta no han logrado un cambio en el rumbo del país. No por eso se deja de lado el reconocimiento a  la lucha y se debe impulsar la participación, para así lograr un gran cambio, puesto que las transformaciones que realmente valen la pena son aquellas que se cosechan con sudor de resistencia y no las que simplemente son impuestas.

El temor ante los movimientos actuales nace en el punto en el que éstos se puedan equivocar de dirección y convertirse en uno más de los grupos que sólo buscan entrar en la mafia del poder. Para esto, se deben tener firmes los objetivos y una mentalidad inamovible con el fin de lograr un país que realmente tenga voz, más allá de las instituciones neutrales que se encargan de salvaguardar la equidad en la participación ciudadana.


Por otro lado, no deberíamos perder esa capacidad de asombro, porque es la misma que nos puede hacer creer que podemos cambiar; que realmente existe la unión social y que no solamente es una utopía el pensar que la unión hace la fuerza. Dejemos de creer en cualquier cosa que se nos diga y, por el contrario, cuestionemos cada una de las palabras que escuchamos.

Dejemos de creer en este cuento de Pinocho, que lo único que nos ha enseñado es que la mentira y las promesas es el único medio por el cual podemos llegar a lograr nuestros ideales. El final del cuento está en la mano de nuestra sociedad y a fin de cuentas seremos nosotros quienes decidamos el rumbo de nuestro país.

 


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