Los mexicanos vemos la política como espectadores de una película de terror. Sabemos que en la pantalla fluye una historia dramática de ficción, inmersa en tragedia, las traiciones y la desesperanza. Pero establecemos lo que los semiólogos llaman un contrato de credibilidad entre lo que sucede y vemos, y lo que percibimos y aceptamos: para vivirlo, para emocionarnos y hasta para disfrutarlo tenemos que hacer como si lo que se nos ofrece fuera real y novedoso, porque si no somos capaces de asimilarlo así podríamos caer en el caos y el suicidio masivo.
El espectáculo que hoy tenemos enfrente es la Reforma Política de Calderón, que, aunque tiene su atractivo porque en el juego de estrategias lo que cuenta son las señales y los signos, es en general bastante chafa por previsible, inaplicable y ser más de forma que de fondo. La sociedad, ausente de todo proyecto y obligada a jugar el papel de espectadora, no se chupa el dedo y entiende perfectamente que en una circunstancia tan complicada en la política, como la actual, las cartas todos las tiene que jugar, hasta Calderón que ya va de salida.
Y todo esto viene en franca alusión a que Felipe Calderón presentó este miércoles el decreto de una Reforma Política que incluye la postulación de ciudadanos en candidaturas independientes para puestos de elección popular. Que en términos del espectáculo y de la novela que él está escribiendo se debería de llamar decreto a la demagogia.
Este ramillete de buenas intenciones también prevé facultar a los ciudadanos para que presenten iniciativas de ley y fija plazos al Congreso de la Unión para votar y discutir los decretos presidenciales. Iniciativas que partidos progresistas ya habían planteado y que partidos como PRI y PAN habían frenado, pero ahora ¿qué pasó? Mágicamente se dieron cuenta de que la ciudadanía necesita espacios de participación y dando patas de ahogado al final de su terrible administración encuentra el hilo negro.
Y para cerrar con broche de oro, Calderón se aventó una puntada digan de toda medalla olímpica a la estupidez: “por primera vez en la historia del país cualquier mexicana o cualquier mexicano podrá postularse de manera independiente”. Por favor, si ellos fueron los primeros en oponerse a dichas reformas y tan importantes avances democráticos.
El Senado inmediatamente se subió al ring y advirtió que quedaron fuera de esta Reforma Política temas clave, entre ellos la segunda vuelta electoral y la reelección de funcionarios. Extrañamente mecanismos importantísimos que afectarían de manera drástica la permanencia en el poder de esos grandes monstruos monopolizadores del sistema político: PRI y PAN.
Pero no todo es demagogia y con miras a alardear y no aprobarse. Calderón también prevé que de llegar el PRI o el PAN al poder con sus artimañas no la tendrá nada fácil. Por eso en el decreto se abre paso también para que el secretario de Gobernación asuma las funciones de encargado de despacho presidencial en caso de ausencia del titular del Poder Ejecutivo.
Además, también facilita que el presidente electo pueda tomar protesta en caso de que existan manifestaciones en su contra que le impidan hacerlo en un acto público. Ya salió el peine, le tiene pánico a que de llegar desprestigiados el pueblo se los recrimine y entorpezca su ascensión al poder.
La promulgación de la Reforma Política se presenta después del peor resultado para el PAN en unas elecciones presidenciales desde 1994 y con miles de señalamientos por un corrupto y sucio proceso electoral, manipulado y cooptado para favorecer a los mafiosos de siempre.
Aquí lo complicado es que fue un madruguete para un sistema político tan contaminado y en medio de un procesos electoral que no se ha cerrado. Con la promulgación del decreto entran en vigor las reformas ya aprobadas anteriormente en las cámaras de Senadores y Diputados, así como por los congresos locales.
En fin, México tiene mucho por hacer frente a este despertar ciudadano. No nos podemos dejar llevar por la demagogia y por las estrategias de supervivencia de esos grupúsculos del poder. Con reforma o sin reforma los ciudadanos tenemos en nuestras manos el poder de hacer valer la ley y tomar de las situaciones políticas lo que nos convenga. No seamos parte del problema siguiendo como borregos letra muerta y reformas a medias. La verdadera Reforma Política está en nuestras manos y es participando.