La Jornada Aguascalientes:
Presente
En pasados días, ante la insistencia de ciertos personajes para intentar perjudicarme columna a columna desde enero a la fecha, un amigo me dijo ¿y qué no vas a hacer nada?, evidentemente a él no le parecía que mi prudencia fuera oportuna; al principio, algunas veces contesté, después me pareció muy torpe caer en el juego, y es que a veces no se puede escribir todos los días pues no se está del humor correcto, pero en ocasiones la vida rebasa ciertos límites y entonces hay que vencer la inercia para hacer visible la voz ante la indignación que acarrea las bajezas de las cuales nadie se libera. Ése fue el caso de Aldán (y sus incondicionales seguidores) con una servidora (y muchas otras personas más), pues se la pasó enjuiciando de plagio o incompetencia, ya que le resultaba una muy incómoda contrincante. Y le escribí a mi amigo que los que se creen jueces impecables dignos de admiración, no se dan cuenta de que la lengua les cuelga demasiado y de tan obvia, en un momento se les puede transformar en soga, pues al ensañarse, enseñan verdaderamente el metal del que están hechos, y como se dice vulgarmente “enseñan el cobre”, con lo que se hace demasiado evidente la doble cara, la doble lengua, gente que siendo así, evidencia que ha hecho de la estupidez y la mentira, su manera de vivir. Y ya que las paremias o la sabiduría popular nunca reclaman derechos de autor cuando se trata de gritar verdades (como lo dijo acertadísimamente Nora Ruvalcaba en su artículo del pasado 13 de Agosto), le regalo a Aldán unas cuantas, y hasta con explicación, para que ojalá las aplique a su vida. La primera dice “aunque todo sea barro, no es lo mismo tinaja que jarro” (que indica que aunque las personas tengan igual origen, son sus cualidades o su conducta lo que hace la verdadera diferencia), por eso aunque uno lea y lea, no necesariamente será mejor persona, o esta otra: “a bien obrar, bien pagar” (que quiere decir que a quien actúa honradamente, será recompensado por ello), sólo que en este caso el obrar no fue bueno y por ende se esperaría no una recompensa exactamente sino como dice otro refrán “a cada uno lo suyo”, es decir que cada uno consigue lo que se merece. Y para terminar no podía faltar el clásico “A buen entendedor, pocas palabras” lo que denota que una persona inteligente entiende rápidamente lo que le dicen sin necesidad de entrar en detalles, sino que basta una mera insinuación para comprender y actuar en consecuencia, pero como parece, no se dio nunca por aludido, hubo necesidad de poner su nombre. Esperemos que Aldán por fin comprenda en d[onde está su lugar.
Atentamente:
Ana Leticia Romo