La degradación electoral comienza a hacer sentir en los mexicanos un estado de incertidumbre, una terrible e incómoda sensación de ingobernabilidad: la compra del voto, el uso de dinero sucio y la manipulación mediática en el triunfo del PRI son el ticket de entrada a una catástrofe democrática y un estremecimiento de las instituciones. Millones de conciencias en el país fueron profundamente corrompidas y no pueden pasar desapercibidas las consecuencias. Un PRI en el poder con estas condiciones y bajo la extrema violencia, gobernando inmerso en la miseria y enfrentando no problemas torales, sino la fragmentación política, incluso interna, no sólo significaría un gobierno con delicadas y fundadas sospechas de ilegitimidad, sino un gobierno que, sostenido por mayorías relativas, es decir por minorías, muchas de ellas extorsionadas, sólo podría gobernar bajo la corrupción y el autoritarismo. México está en peligro y se encuentra en la línea decisiva para entrar a un periodo de retroceso o de recuperación.
En una caída vertiginosa, México se despeña por un acantilado de ingobernabilidad. Las condiciones adversas son históricas, incomparables con alguna crisis anterior. Hace 100 años una lucha por la justicia podría traducirse en liberación y desarrollo. Hoy una situación de incertidumbre e injusticia se prevé destructiva. Son muchos los factores involucrados: unas elecciones contaminadas con narcotráfico a escala de colocar legisladores y mandatarios; el crimen organizado, incrustado en nuestras fuerzas armadas, corrompiendo ya a los más altos mandos militares; un desempleo galopante, pese a una aparente y ficticia estabilidad basada en números fríos pero reflejada en carestía y hambre; y con un gobierno carente de altura para vislumbrar la tremenda profundidad del problema, distrayéndose en cuidar el cochinero que deja. Estamos en una crisis de gestión política y administrativa.
Anular la elección presidencial no es una ocurrencia o un capricho partidista. Es evidente que se jugó sucio, que se mal usaron las instituciones, los recursos públicos y el dinero ilegal. Es absurdo pensar que tendremos un gobierno emanado de tan evidente y cínico acto delincuencial en el proceso electoral. El problema de México es gigantesco, mucho más grande que una contienda y mil veces mayor a la anulación o invalidación de la elección, pero sería una aspirina al dolor, sentaría un precedente de mínima dignidad y confianza, certeza en cómo se respeta la voluntad ciudadana.
De lograrse que el TRIFE actuara apegado a derecho, sería igual de ignominioso sino tuviera como finalidad alcanzar a la brevedad una profunda reforma política que incluya la revocación de mandato, el plebiscito y la segunda vuelta; duros y efectivos controles que castiguen de manera firme, contundente y con sanciones penales severas la coacción del voto y la recaudación de dineros de dudosa procedencia. Necesitamos ser partícipes todos de una transformación profunda del país, con una limpieza transparente de las filas de los partidos y de funcionarios corruptos, porque en todos lados se cuecen habas, pero necesitamos barrer de arriba para abajo.
La sociedad se siente burlada, sean cual sean las preferencias de los mexicanos y pensado o no su voto, la participación “histórica” en las urnas se dio en medio de la corrupción, sin un convencimiento y con un despilfarro desmedido y esas acciones le duelen al pueblo mexicano. Hoy odian al sistema político y todo lo que tenga que ver con ello, el enemigo a vencer es el político, sus problemas más grandes son qué comerán mañana y en dónde estudiarán sus hijos, sin embargo, con total y absoluta insensibilidad, quienes nos gobiernan están distraídos en quién dejarán en la silla para cuidar sus mezquinas espaldas. Y este jueguito del ¿quién? es el que nos tiene al borde de la desgracia.
Allí está el desacreditado gobierno de Calderón, la guerra, la corrupción del sistema y el 98 o 95 por ciento de impunidad que nos dejó, para demostrarnos que una administración que inicia con los señalamientos del fraude no alcanza a recuperarse en 6 años. No hizo más que administrar con mayor dificultad el dolor y la miseria.
Hoy más que nunca en la historia de México es necesario anular las elecciones presidenciales. La instauración de una nueva República debe darse en un marco de limpieza y legitimidad, con un gobierno interino que cumpla la labor de alcanzar un pacto de unidad nacional y civilidad al que el IFE, los partidos y sus candidatos, bajo el compromiso vigilado e infranqueable a la corrupción, para alcanzar 6 años de rescate democrático, económico y político. Nos estamos hundiendo y seguimos pensando que es normal.
Ante la pasividad de los tribunales electorales y la falta de definición de órgano electoral, la presión ciudadana es una herramienta de gran alcance y credibilidad. Este domingo es importantísimo lograr una unidad social, enfocados en tener un país con un gobierno que base su triunfo en la legitimidad y no en el fraude.
México está cambiando, hoy nos atrevemos a alzar la voz, aunque muchas veces no sabemos dónde gritar. No podemos dejar pasar la oportunidad de ser escuchados como ciudadanos inconformes y pensantes. Porque reclamar no nos hace porros, sino que nos pone en la cabeza de la pirámide alimenticia del sistema político mexicano. El domingo todos a la plaza principal a decir lo que pensamos. Para atrás, ni un solo paso, es hora de avanzar.
Presidente del Movimiento Ciudadano