“Un buen padre vale por cien maestros”. Rousseau
Los padres tienen la responsabilidad de velar por sus hijos, proporcionándoles amor, seguridad, educación, salud y un ambiente emocional estable. Ellos lo saben, aunque en muchas ocasiones lo confundan con cuestiones económicas y en el afán de que no le falte nada al hijo, ambos padres dedican la mayor parte del tiempo al trabajo y descuidan la parte más importante, la atención que se debe dar a los hijos en calidad y en cantidad.
Esta atención se acentúa cuando los hijos empiezan la educación básica, con todas las necesidades que trae aparejadas y que exige un gran compromiso por parte de los padres. Los niños que inician su educación escolar necesitan hacerlo con ilusión, alegría y muy motivados, por lo que difícilmente lo harán si el clima del hogar es de estrés y ansiedad tanto en horarios o tareas como en actividades de colaboración que la escuela exige a los padres.
Los hijos precisan un entorno que apoye sus estudios en la casa y unos padres que estén dispuestos a acompañarlos en sus problemas escolares. No es ningún secreto que el éxito de los hijos en los estudios está íntimamente ligado al apoyo e interés que los padres les prestan a lo largo de su vida escolar, incluyendo la secundaria y preparatoria, que es cuando más lo necesitan.
Existen actitudes y conductas comunes en aquellos padres cuyos hijos son exitosos en los estudios. Estas actitudes podrían agruparse en cuatro grandes ámbitos de acción: 1. En el hogar, 2. Hacia los hijos, 3. Con el maestro y 4. En la escuela.
En el hogar: empieza con una actitud positiva de los padres hacia la educación, la escuela y el respeto a los maestros. Procuran que los hijos no falten a clases porque saben que cada día de ausencia se convertirá en una laguna que retrasará su aprendizaje. Les proporcionan el espacio y los materiales, además de planear el tiempo para realizar las tareas escolares. Establecen rutinas de aseo, alimentación y sueño, ordenadas. Además, controlan adecuadamente el tiempo y los programas de televisión, los videojuegos o Internet, y favorecen el que se relacionen con otros compañeros en trabajos de equipo. Se puede decir que hacen del hogar un espacio que propicia el aprendizaje.
Con los hijos: existe una buena comunicación y se comenta diariamente lo que ocurre en la escuela. Los padres están enterados de quiénes son sus maestros y sus compañeros y se interesan en las tareas, que supervisan y valoran diariamente. Suelen ser buenos lectores y fomentan inteligentemente este hábito en sus hijos para que también amen la lectura, sabedores de que leer bien será una de las herramientas más importantes para su aprendizaje. Están pendientes de su progreso académico y les proporcionan apoyo dirigiéndose al maestro o a su tutor para que refuerce aquello que deban mejorar. Por otro lado, les programan actividades extraescolares que les permitan desarrollar otras áreas de formación, sin agobiarlos demasiado y sobre todo dejando establecido que cualquier actividad que se inicie debe ser terminada.
Con el maestro: la actitud hacia él suele ser de respeto y confianza. Acuden a presentarse desde el inicio del ciclo escolar y no dudan en solicitar su ayuda cuando los hijos están teniendo problemas. Es un hecho que los maestros le prestan mayor atención a los niños cuyos padres están permanentemente en contacto con ellos y se preocupan por su progreso. Los padres también saben que el maestro es su mejor aliado en la educación, por eso confían en su trabajo y profesionalismo, evitando desautorizarlos o emitir comentarios negativos delante de los hijos.
En la escuela: muchos padres se niegan a colaborar en la escuela de sus hijos por diversas razones, pero la actitud de un padre que quiere ayudarlos durante toda la etapa escolar debe ser justamente la de participar en ella. Es importante para los niños que sus padres asistan a las actividades que organiza el centro, como conferencias, cursos para padres, reuniones con tutores, festivales o asociaciones; también es importante que contribuyan a la mejora de la escuela con su retroalimentación positiva a directivos o maestros, evitando las críticas de pasillo o los comentarios sin propuestas. La colaboración de los padres en la escuela habla del interés que estos tienen en todo lo que tenga que ver con la educación de sus hijos.
El éxito escolar empieza en la casa y se consolida en la escuela, con la supervisión y el apoyo constante de los padres, que deben ser conscientes de las consecuencias que ocasiona descuidar a los hijos. En estos casos, no se podrá buscar culpables fuera del hogar.
Ser padre no es sólo traer hijos al mundo, existen muchos compromisos que van asociados a la paternidad y hay que estar dispuestos a cumplirlos. No se puede tratar a los hijos como si fueran mascotas, dejando que personas ajenas a la familia se encarguen de ellos, o depositar a los hijos en la escuela y desentenderse con la excusa de que no están lo suficientemente preparados para educarlos. Tampoco pueden ampararse en el cansancio con el que llegan del trabajo, porque su papel de proveedores no suplirá las carencias con las que se irán desarrollando; y mucho menos pretender que con darles “tiempo de calidad” ya están cumpliendo.