Concluye el proceso electoral y una vez más, desde 1988, se cuestiona la limpieza y equidad de la contienda, y se hace patente la insatisfacción por no poder lograr procesos limpios y transparentes. Es innegable el avance de los árbitros encargados de los procesos electorales, pero sigue cuestionado el desempeño de las autoridades e instituciones que intervienen en ellos.
Y no es solamente la pasividad e indolencia con la que se asumen las irregularidades que se presentaron en esta contienda. La compra y la coacción del voto aunque se documente y confirme, hasta ahorita las autoridades electorales no han dado visos de que se tomen medidas para contrarrestar esta práctica. Esto estimulará a que en el futuro se sigan realizando este tipo de prácticas con total impunidad.
Es increíble que a estas alturas se tenga que seguir luchando por la democracia en México, pero junto con esta agenda, que debiera ser un caso superado y cerrado en la historia del país; se tendrá que pelear con otras asignaturas que por orden de importancia requieren de su inmediata atención. Me refiero a la reforma política y la justicia distributiva.
En un tiempo se pensó que alcanzando la democracia se iban a resolver los graves problemas de desigualdad del país, pero vimos que no fue así, aunque puede ser un factor que permita evitar, en algún sentido, procesos de corrupción y rapiña por parte de la élite política gobernante.
No es menor el mérito de la izquierda de haber logrado una presencia y triunfos electorales sin precedentes en una buena parte del territorio nacional y en gran medida se debe a Andrés Manuel López Obrador. Haber desplazado al tercer lugar electoral al partido gobernante; ganar tres gubernaturas de un total de siete; ganar una cantidad importante de distritos y municipios, y aunque el PAN sigue siendo la segunda fuerza parlamentaria, el PRD se encuentra en un lugar muy cercano, y las izquierdas juntas son hoy una fuerza opositora muy importante.
¿Pero qué es lo que sigue? ¿Cómo se puede utilizar este capital político para poder influir y sacar adelante la agenda y los compromisos que la izquierda tiene con el electorado que votó por ella?
Creo que como primer aprendizaje sería impedir que se aísle a la izquierda como fuerza parlamentaria. En 2006, a pesar de que el PRD era la segunda gran fuerza electoral, bastó que el PRI y el PAN se pusieran de acuerdo para aniquilar una fuerza tan importante como la que representaba la izquierda al inicio de la administración de Felipe Calderón.
Por lo tanto, la primera lección que debemos aprender es que esa entrega y el esfuerzo de Andrés Manuel por cambiar las cosas en este país no se quede nuevamente como un intento más por llegar a la Presidencia de la República y se convierta en el pretexto para radicalizarse, volverse feroces y convertirse en una fuerza política en contra de todo y a favor de nada.
Esa esperanza, expectativa e ilusión que despierta en los jóvenes desposeídos y en importantes sectores sociales de este país, tiene que obligarnos y obligarlo a reconsiderar que a pesar de su estoicismo y su gran lucha, sus detractores están esperando que se vuelva radical para acusarlo de intransigente y aislarlo de la fuerza que lo acompaña.
Salirse de la emboscada que le están tendiendo sus enemigos y detractores hará que aquéllos que se sienten identificados con AMLO sigan teniendo quién los represente y una voz que hable por ellos.
Es necesario salir del falso dilema entre “ser necio e intransigente, o agachones y entreguistas”. Él tiene que seguir insistiendo y defendiendo las causas justas, pero tiene que aprender a ser más estratégico pues el tratamiento que le van a dar desde el viejo sistema, consistirá en el aniquilamiento de todo lo que representa él y su movimiento.
Por eso creo que una vez que se dé la calificación de la elección que ya está anunciada, pues el presidente del Tribunal Electoral sin ver las pruebas presentadas por él ya dijo que iba a fallar en su contra, AMLO deberá aceptarlo y asumir una actitud más astuta y estratégica. Esto le dará credibilidad y elevará su liderazgo, permitiéndole asumir un contrapeso al priísmo. Con ello se podrá convertir en una figura que dé impulso a la consolidación democrática, y con la autoridad que le dan los más de 15 millones de votos obtenidos, se mantenga como un personaje que encabece la lucha por la justicia distributiva en México, como lo ha hecho de manera puntual en los últimos años.
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