Los articulistas suelen repetir que la derrota es huérfana y la victoria tiene tantos papás como el sol luminosos rayos. Difiero de la prosapia del aforismo desde el horizonte de mi infinita ignorancia, no exenta de una pizca de experiencia en la fangosa arena política, donde la merma viene acompañada de madres y padres causantes de la debacle, a decir de los candidatos humillados en las urnas, que los señalan con flamígero dedo en reuniones de café.
A la interminable lista de factores, los derrotados en Aguascalientes deciden agregar otro, el compuesto por mujeres y hombres ejemplares, para etiquetar culpas, deslindar responsabilidades y justificar haberes en la numeralia cosechada: las elecciones perdidas se las acreditan a los ciudadanos “ignorantes”, a los ciudadanos “confundidos”, a los ciudadanos que dispusieron de su tiempo dominical para regarla, según ellos, al momento de cruzar su preferencia en la boleta.
Con la autoridad moral que le da el servicio civil de carrera y la capacidad profesional, Ignacio Ruelas Olvera, presidente del Consejo Local Electoral del IFE en Aguascalientes, salió al paso de las infundadas afirmaciones para salvar el honor del electorado sentenciado sin juicio previo: no hubo confusión, el ciudadano no carece de facultades mentales, “el voto nulo fue racional y decididamente manifestado en contra de las opciones presentadas para votar este 1 de julio”.
El retrovisor de la historia enriquece la declaración del funcionario federal al dejar registrado que en la entidad, el “sufragio nulo” se triplicó en 19 años al pasar de 2.69 por ciento en 1991, al 7.97 por ciento en 2012; echarle la culpa a los demás es parte de la condición humana escasa de talla y peso.
Mostrando una vez más el disfrute de la dilatada ignorancia, escaso bagaje profesional y evidente miopía en los elementales temas de campaña, los padres y madres de la comunicación política moderna de Aguascalientes, insertados en la estructura priísta y comités de campaña, desestimaron o no concibieron la presencia de las coaliciones diferenciadas, fenómeno que le pegaría en alguna medida a la línea de flotación del PRItanic, al contribuir con el 40 por ciento al segmento total de los “votos nulos”.
Los jefes de prensa y los encargados de la capacitación electoral del tricolor debieron diseñar una agresiva campaña de difusión para explicar a la ciudadanía que el PRI no iba en alianza con el PVEM en las contiendas para diputados y senadores, pero bueno, lo que la naturaleza no da, el boletín y la gacetilla no prestan, la materia gris no empeña ni la inexperiencia regala. El volante impreso en el más modesto papel jamás llegó a la casa de los aguascalentenses para ilustrar sobre este particular embrollo: el aviso pudo haber sido una modestísima pero eficaz herramienta.
Asumir tareas gubernamentales, comprometerse a su exitoso cumplimiento, ser competitivo, ofrecer buenos dividendos y presumir datos tangibles y medibles, es un asunto mayor cuando los gobernantes edifican vistosos logros en lugar de construir horrorosas excusas, solía recordar con cierta frecuencia don Jesús Reyes Heroles, que visualizaba dos clases de políticos: “los que dan resultados” y “los que dan explicaciones” (y agrego a otros: “los que dan lástima”).
Miguel Alonso Reyes pertenece a la primera clase: en el estado que gobierna este priísta, Zacatecas, su partido registró la votación más alta del país para Enrique Peña Nieto, ganó todos los distritos y las senadurías, derrotó al cacique ex gobernador Ricardo Monreal Ávila, coordinador de la campaña de AMLO, en su tierra, Fresnillo (cabecera del Distrito I), donde el mexiquense obtuvo el doble de sufragios que el tabasqueño, y Claudia Sofía Corichi García, hija de otra cacique tuza ex gobernadora, Amalia García, sucumbió al perder la diputación federal con cabecera en Guadalupe, contra la abanderada del PRI-PVEM, Bárbara Gabriela Romo Fonseca.
Más allá de aldeanas conjeturas y parroquiales investigaciones para escudriñar el sentimiento del votante al momento de cruzar la boleta en la inmensa soledad que le otorga la mampara, Enrique Peña Nieto revisó responsablemente el tema postelectoral al admitir que los votos en contra obedecieron a la evaluación que los ciudadanos hacen de la gestión de los gobernantes estatales y municipales, algunos de ellos emanados de la filas del PRI.
El análisis de la debacle en Aguascalientes debe hacerse al margen de rancias hipótesis. Demanda el repaso serio de los hechos. Necesita valoraciones responsables. Le urge sensatez. Requiere humildad. Y ceñirse a la reflexión peñista para plasmar conclusiones sensatas y rentables, alejadas de dañinos sesgos.
Porque alguien tiene que recordarlo: hace tres meses, en abril, el recién nombrado vocero del colectivo tricolor en Aguascalientes, circuló un boletín informativo donde le atribuía a su presidente la exhortación al diputado Arturo González Estrada para que el PAN se pusiera las baterías del conejito porque le faltaba punch.
Ojalá el año próximo guarden estas excitativas, desconecten el cable de la arrogancia y cancelen la parabólica de la soberbia por el bien del priísmo y de Aguascalientes, porque la elección local toca la puerta en 2013 para renovar diputados y alcaldes, y no se puede ir de derrota en derrota hasta la gran derrota, la final, en 2016. n