Seis ejemplares encastados, recortados, musculosos, entonados y decentes fueron los que seleccionaron los titulares de la dehesa de Medina Ibarra ayer, al mediar la jornada en el Xonacatique de Jesús María. Si quito al tercero, mal y de más afeitado, a gusto de quien quizá trae al joven Adame, que aunque bien intencionado, hecho ventajoso le está haciendo el mayor perjuicio como para prepararlo a dar el rostro en fiesta de real magnitud, podría decir que fue un encierro, punto más que bueno y equilibrado en plaza, presencia y lidia. En el libro de sus anotaciones, los señores Jorge Medina Ibarra y Jorge Medina Rodríguez estarán anotando legítimamente que dieron la vuelta al anillo tras doblar el tercero, escoltando al novel coleta, que ya había dado una lidia más o menos notoria.
En el ganado, descansaron las emociones que se sintieron en este edificio taurómaco-charro de la alcaldía de Jesús María.
De seis, cuatro halagaron al árbol genealógico del que descendieron; el uno enrazado y exigente, el tercero fijo y enclasado, el cuarto de longitudinal embestida, bravo y noble, el quinto, aunque tardo, de embestidas de calidad, y el sexto igualmente detonando con buen estilo.
Aquel primero fue, justamente, aplaudido en el arrastre, el tercero recibió el honor del arrastre lento y el cuarto, los aplausos del pagador público cuando eran llevados sus despojos al desolladero.
César Delgadillo exhibió dos orejas del primero: un toro reclamador, bravo e implacable, que por episodios le enjuició por debajo de su límite; empero los aficionados acogieron y aplaudieron su disposición. También hubo torería, cabalidad y buen toreo, como ese que aprueban los doctos, acreditados y aprobados. Del que llaman ortodoxo los titulados en asuntos técnicos de las tauromaquias universales.
Su segundo aprobó por bravura, nobleza y extensa embestida. No del todo entonado, el espada de Aguascalientes firmó tramos toreros, armónicos y vastos como para recordárseles en buen tiempo. Allá quedaron las plásticas verónicas que le instrumentó a su segundo; hondas, sentidas, lentas, desmayadas, perdidas de la realidad, cerradas con media digna, inmaculada y señerabelmontina.
Para Roberto Galán (al tercio y palmas) estaba destinado el lote de menores condiciones; pero el espada madrileño mantuvo su ánimo y buenas hechuras, pese a los deseos no encontrados. El segundo, débil, unidas sus pezuñas a la corteza y amparado en las maderas, le fue campo para desdoblar su paciencia, conocimientos y tesis técnica, plantándose en el pedazo de arena correcto y recorriendo las telas en el momento justo y adecuado. El quinto, tardo pero con embestidas de calidad; Galán se manifestó en idéntica tesitura: sintonizado, decoroso y acogido de su escala de valores. Ahí hubo conjunción reconocida.
Gerardo Adame (orejas, rabo y palmas) se vino a más. Si perdió sitio en la Feria de San Marcos, en consonancia con la cornada severa y dolorosa que le dio un begoña en la Monumental Lorenzo Garza de la bella Monterrey, ha reconocido la técnica y el son del toreo. Mucho temple, largueza, mando y armonía se le vieron cuando muleteó al tercero. De ese modo se le evaluó al alcance de las cualidades del adversario. En pasajes huecos, en otros, los más, mandón y templado, dejando ver los tres tiempos de cada suerte, se hizo del reconocimiento de los que hicieron una entrada de tres cuartos en el recinto taurino-charro.
No bajó con el cierra plaza, todo descargo que, parado éste, dio solución estupenda por buena colocación, temple y orden en su labor entera.