Puyazos - LJA Aguascalientes
19/04/2025

Sobre el borde de un colmado y putrefacto basurero político, que no aguantando más vomitó sin pudor el hartazgo al que lo sometieron, en un mundito raro, sinuoso e increíble para muchos y generoso y real para pocos, se ejecutó una candorosa conglomeración de amigos, casi todos enviciados a la fiesta de toros. Uno de ellos, buen pagador y bien intencionado aficionado, haciendo efectivo el episodio íntimo y generoso de pasibilidad, análisis y meditación que cruza sobre el cerebro del humano en horas impredecibles y caprichosas, escoltado por la euforia de la irrefrenable algarabía de un simulacro con pretensiones de fiesta, extrajo aquel informal papelillo en donde llevaba anotada una serie con mucho sentido, de cuestionamientos con sed de ser escudriñados y calmados por conclusiones inteligentes, después, claro, del detenido y lógico estudio que esto reclama y no de la ligera y temerario juicio generado por el instantáneo sentimiento y la apreciación arrebatada.

El central tema fue: las raíces del mal estado actual de la Madre Tauromaquia Mexicana.

-¿Quién tiene la culpa de la crisis que vive la fiesta? ¿Los empresarios, los ganaderos, los toreros, los periodistas, la falta de carteles atractivos? –enumeraba. –Quizás también los que sólo critican sin proponer proyectos de solución –acotaba espontáneamente otro  miembro de la improvisada mesa redonda. ¡Los coberos! -atajaba certeramente otro.

Multifactorial es la causa, agregó uno más en tono lleno de seriedad; no puede tener la pesadez de la pena solamente uno de los sectores que conforman el espectáculo taurino y todo lo que atrás y delante de él fluye como líquido de energías. Así positivas como negativas.

Esos que has nombrado –continuó- cada uno tiene porciones de errores y conductas equivocadas que han dado como consecuencias y réditos contrarios, el que la tauromaquia en México no esté precisamente en su mejor episodio.

Las empresas no han podido, en tantos años de experimentaciones huecas, por fin atinar en la fórmula correcta para que la vida taurina, con sus funciones, tome un son. En el papiro de los matadores hay nombres interesantes, pero no ídolos y/o figuras; a éstas prefieren importarlas, con sus caprichos de señoritas incluidos, en vez de formarlas en nuestra patria. No se entiende hoy una feria o una campaña cautivante sin la presencia de uno o varios espadas peninsulares.

Los que se llaman ganaderos –once o doce de los que más venden- prefieren mantener amistades dañinas con “sus matadores” a costa de la bravura auténtica, evitando fomentarla para que la nobleza sumisa y empalagosa ocupe su sitio y profane el espacio de uno de los más importantes ingredientes que a la fiesta le ha otorgado grandeza: “la sensación de la tragedia”.

Las figuras, con las brechas previa y cómodamente abiertas, en actitud comodina y abusiva, exigen y/o imponen, en su caso, animales carentes de trapío pero llenos de mansedumbre.

Los “cronistas”, en vez de pregonar las realidades y provocar opiniones que forjen criterios, se convierten en cómplices del fraude, de la mentira, de lo apócrifo, del timo y la desvergüenza que, invariablemente pagarán inocentemente la mayoría de los aficionados.


Los coberos, especie que sobreabunda en el medio del toro, deliberadamente ciegos a las rotundas realidades alaban al becerro de oro y adulan las mediocridades de todos y cada uno de los que tienen la desgracia de pasar junto a ellos y de creerse lo que en cascada lingüística les arrojan.

Y así, en ese estado comenzó ayer en el coso más grande el mundo pero en contrapartida el de menor seriedad y categoría, la campaña menor; una serie más bien forzada por una cláusula del reglamento –esa sí que observada- que por un proyecto con propósito.

El resultado ya lo sabemos a esta hora. Partieron el paseíllo Santiago Fausto, Antonio Lomelín, hijo y el aguascalentense Efrén Rosales, tres jóvenes llenos de ilusiones que se parten el pecho en medio de un desorden complejo de acomodar. Ojalá que si tuvieron éxito encuentren el espejo en el cual dimensionarlo, asunto que se antoja muy cerrado, básicamente por las muy pocas tardes que para novilleros se ofrecen en esta patria.

Y olvidados algo de lo taurómaco, alguien se acordó del virtual ganador de los sufragios que en pocos meses ocupará, entre otras opulentas cosas, la ostentosa finca de Los Pinos, y recordó unos versos del genial Antonio Plaza:

“Sólo vengo a que ustedes se horroricen… / ya administra la aduana don Macario / el de la estafa aquella, el refractario / digno de que un proceso le improvisen.

“Escriban, por piedad, al mundo avisen… / que ese hombre es ignorante y ordinario; / que se robó los fondos del Erario / y tiene inmensa cola que le pisen.

“Tiene cola, es verdad, ¿de qué te inquietas?… / si puedes razonar una vez sola, / ya que nada en tu crítica respetas,

“comprenderías que en medio de esta bola, / los hombres, don Severo, y los cometas, /  para elevarse necesitan cola”.


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