Encendidos ciudadanos / Perdón por intolerarlos - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Hoy compré en Soriana. Lo único que pensaba era en conseguir la barra de pan de parmesano y ajo con la que en la semana me hago mis emparedados, sólo ahí la venden y sólo ahí tienen la amabilidad de pasarla por la rebañadora, así que fui y la compré, sin pensarlo mucho. La tienda estaba abarrotada, lo primero que creí fue que algún contingente se había apoderado de las instalaciones, que en los pasillos me encontraría encendidos ciudadanos vaciando los estantes y llenando los carritos con mercancía, atestando los pasillos, protestando frente a las vitrinas por el fraude electoral… y no, la tienda estaba repleta por ser quincena, eso y nada más.

Pagué mi pan y salí sintiendo un poco, sólo un poco, de pena por mí mismo, a pesar de estar al tanto de las protestas que en otros lados se realizan en contra de esa tienda, no hice nada, cuando hubiera sido muy sencillo arengar a los clientes, comenzar con el discurso de cómo hemos sido engañados y, otra vez, los hombres en el poder se han aprovechado de nuestra inocencia para cortarnos las alas. Digo que hubiera sido sencillo no porque me crea capaz de convencer a una multitud, sino porque, como dice Elías Canetti, “el ansia de crecimiento es la primera y suprema característica de la masa”, así que hubieran bastado unos cuantos gritos, algunas buenas frases sobre lo cara que está la vida y una que otra consigna bien pensante y políticamente correcta, para incendiar el lugar. Pero no lo hice, porque me disgusta la pérdida de identidad que se asume cuando te integras a la masa.

Esta ansia que tiene la masa cerrada por crecer, sigo la definición de Canetti, es su principal fragilidad, el éxito de su persistencia reside en poder seguir sumando, para lo que tiene que simplificar sus objetivos, reducir a lo mínimo su propósito, ¿por qué protestamos?, porque estamos hasta la madre, ¿de qué?, de todo. Y en ese todo cabe un universo enorme de motivos, cualquiera. De haber incendiado el Soriana, quienes me acompañaran, la mayoría de ellos, no compartirían mis motivos, seguirían sus impulsos.

Hace unas semanas, la policía en el DF realizó un operativo para recuperar un cargamento de televisiones robadas, horas más tarde, una turba salió a las calles y detuvo camiones de carga, transporte público y autos particulares para asaltarlos. ¿Qué habrán dicho en su defensa quienes abrieron las puertas de un taxi y bajaron a golpes a los pasajeros?, ¿estaban defendiendo al barrio?

En estos días, en Turicato, Michoacán, los feligreses de Nueva Jerusalén, destruyeron dos escuelas, durante varias horas estuvieron derrumbando las construcciones a mazazo limpio, explican que al “obispo Martín de Turs” le habló la virgen y le ordenó que acabara con esas instalaciones. En el remoto caso de que la autoridad intervenga (la encargada de Educación de ese gobierno estatal declaró que “tenía entendido” que el problema no era tan grave, que sólo habían sido unas bardas), ¿cuál será la defensa de los detenidos?, ¿a todos les habló la virgen?

El fin de semana anterior, no sé por qué circunstancia, el tren que cruza la ciudad se quedó detenido, supongo que por un desperfecto, para desbloquear el tránsito y pudieran circular los automóviles, dejaron una decena de vagones detenidos a la altura de la Unidad Habitacional Cuarto Centenario, cuando pasé por ahí, varios curiosos pasaban a la acción y comenzaron a robarse el cargamento. Una imagen me sorprendió, un niño de ocho o nueve años que rodaba un rin oxidado, se había subido a uno de los vagones que llevaba chatarra y, como pudo, se hizo del rin. En el caso remoto de que alguien le preguntara los motivos, ¿qué podría explicar?, ¿cuáles sus razones para robarse algo?, evidentemente, el ejemplo, todos los demás lo estaban haciendo, pero eso no es un motivo.

De haber incendiado el Soriana y si me hubieran detenido, me sería posible justificar mis acciones con algún argumento “político”: es que estoy en contra del fraude cometido, desapruebo que la tienda apoyara la compra de votos a través de la venta de sus tarjetas, o algo así. No sé, y eso me preocupa, cuál hubiera sido la respuesta de los otros, de los que, encendidos, hubieran provocado algún destrozo o, quizá, atacado a alguien. Sé, que en algunos, al formar parte de la masa, la mirada se les trastoca, se les prende y no hay argumentos, es un simple dejarse llevar por el impulso.

Hoy compré en Soriana pues, durante un instante, sólo eso, sentí que debí haber hecho otra cosa que salir con mi bolsa de pan, pensé, yo también estoy indignado, me frustra este paisito y sus ciudadanos… ahí me detuve, recordé a Canetti: en su afán de crecimiento, la masa incorpora todo y en ella se desintegran, no hay individuos, no hay ciudadanos, se forma un bloque compacto. También pensé en una bonita frase del #YoSoy132, efectiva, sentimental: “si no ardemos juntos, quién iluminará esta oscuridad”, bueno, me dije, yo no voy a arder, por más que la fórmula pueda tocar mis fibras sentimentales, porque el acto de arder, ese, me parece semejante al vuelo de los insectos que ciegos se incendian en una fogata o mueren a golpes de tanto chocar contra una lámpara.

Salí de Soriana, con mi bolsa de pan entre los brazos, pensé en las peticiones de segunda vuelta que no voy a firmar para que se resuelvan ahora mismo, en todos los memes que no reenviaré a mis conocidos en las redes sociales, todos los discursos que escucharé con un gesto de hastío, pensé pues, que no somos inocentes, que en el fondo, vociferar en masa es un poco rendir la idea propia, me quedé con la idea de que la única forma de acabar con la oscuridad es el conocimiento, no se incendia una casa para iluminarla, no ardes en el fuego para encontrar calor. Pero así somos los ciudadanos de coyuntura: encendidos, dispuestos al sacrificio y poco duchos con la autocrítica.


 

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