Tras la andanada veraniega de cintas de superhéroes y animales animados, pensé que era un buen momento para ver, y hablar, de algo diferente. ¿Qué tal una película de terror? Pese a las críticas y ratings tan negativos que ha recibido en nuestro vecino del norte decidí darle una oportunidad a Terror en Chernobyl, más que nada por haber sido escrita y co-producida por Oren Peli, creador de la franquicia Actividad paranormal Otro factor fue que este largometraje acarreaba una buena dosis de polémica desde antes de su estreno, pues varias agrupaciones que defienden a las víctimas del desastre de la planta nuclear de Chernobyl intentaron detener el lanzamiento arguyendo que con esta producción se faltaba al respeto a quienes habían sufrido por la catástrofe, lo cual obligó al estudio responsable de la cinta a evitar la publicidad, cancelar las proyecciones para prensa y estrenar la película casi de incógnito.
Debía haber hecho caso a las señales y quedarme en casa. No es que esté mal hecha, eso era de esperarse en un filme de bajo presupuesto —me refiero a los estándares gringos porque para los nacionales, un millón de dólares habla de una producción de lujo— lo que pasa es que está tan plagada de clichés que termina siendo absurda y sin sentido, además de que los sustos son pocos y pasajeros y la ya tan sobreexplotada técnica de cámara al hombro, en vez de crear suspenso, aburre pues es prácticamente imposible ver y entender nada.
Al inicio de la película acompañamos a Chris, su novia Natalie y a la amiga de ambos, Amanda, en su viaje por varios países europeos, hasta que llegan a Ucrania a visitar al hermano de Chris, Paul, el cual los convence, no sin muchos problemas, de realizar una excursión “extrema” a Chernobyl, no a la planta, pero sí a Pripyat, la ciudad en la que vivían todos los que trabajaban en el reactor, y que está abandonada desde que en 1986 las autoridades obligaron a todos los habitantes a evacuar.
Así, con la ayuda del guía Yuri y la compañía de otros dos turistas, Zoe y Michael, emprenden el viaje de dos horas hasta Pripyat. Obviamente el acceso está restringido por militares, pero Yuri prueba ser un hombre de recursos pues encuentra otra entrada y lleva a los jóvenes en un tour por los distintos puntos de interés de la abandonada ciudad. Ahí los turistas son testigos de la presencia de animales salvajes que han sufrido mutaciones a causa de la radiación y que prueban ser muy peligrosos.
A la hora de marcharse descubren su camioneta averiada y, en lugar de aprovechar la luz del día para abandonar el lugar a pie, toman la decisión de pasar ahí la noche. Así, uno a uno van cayendo víctimas de las criaturas que ahí habitan, principalmente porque, al parecer, nunca han visto una película de terror y no saben qué cosas deben evitar como a la plaga, así que toman todas las decisiones equivocadas que los ponen en el camino de esos mutantes carnívoros.
Las actuaciones no son malas, cuando menos de la mayoría de ellos, y son casi creíbles, pero el guión no les ayuda mucho y la producción aún menos. El caso es que a la media hora de iniciada la producción, uno, siente las ganas de unirse a las criaturas y terminar con el sufrimiento tanto de los jóvenes turistas como de los inocentes que caímos en la tentación de acudir a presenciar este filme, el cual, si tuviéramos que describir con una sola palabra, tendríamos que decir que es, cuando mucho, olvidable.
Productor: Oren Peli y Brian Witten. Director: Brad Parker. Guión: Oren Peli, Carey Van Dyke y Shane Van Dyke, basado en una historia del propio Peli. Fotografía: Morten Soborg. Edición: Stan Salfas. Música: Diego Stocco. Elenco: Ingrid Bolso Berdal, Dimitri Diatchenko, Olivia Taylor Dudley, Devin Kelley, Jesse McCartney, Nathan Phillips y Jonathan Sadowski.