He seguido la atractiva noticia sobre la confirmación de la existencia del Bosón de Higgs. No es asunto menor que una nota científica alcance notoriedad suficiente como para que sea abordada por distintos medios y tenga seguimiento a lo largo de varias semanas, como ha sucedido con este logro internacional. Como es su costumbre, La Jornada le dio cabida a este reporte en su sección Ciencias (1), y en casi todos los medios de comunicación serios se han dedicado espacios para proveer de explicaciones sobre la trascendencia del logro intelectual y sus posibles interpretaciones.
No pretendo dar una explicación del mismo, soy lego en esa materia, en todo caso recomiendo el excelente artículo de Javier Flores (2), también en La Jornada, para ir tomando una perspectiva al respecto, ahí sintetiza en una cuartilla lo que es y lo que significa; recomiendo su lectura.
Por otra parte, el domingo 22 de julio, en este medio se publicó un lúcido artículo de Néstor Duch-Gary (3) sobre la saga intelectual que nos llevó a este punto. Este artículo hay que leerlo varias ocasiones ya que es fuente de lecturas adicionales y complementarias y habría que agradecerle al autor su capacidad para producir este artículo, que evoca al trabajo de Peter Watson.
Les comparto algunas reflexiones consecuencia de la lectura de los artículos aquí referidos. En primer lugar, mi admiración por la capacidad humana para concebir lo que no puede ver. La teoría general de la relatividad es un ejemplo de cómo una persona puede concebir una explicación de fenómenos que superan la disponibilidad de los medios para observarlos directamente: el describir qué pasaría si se alcanzaran las condiciones prácticas para llevar a cabo un experimento y después constatarlo en la realidad se enuncia de manera sencilla, pero implica aptitudes intelectuales que pocas personas han desarrollado. En el caso del Bosón de Higgs, se avanza en la constatación de un modelo, de una idea de la constitución del universo, que se construyó con conocimiento pero que la imaginación debió de haber jugado un papel que no terminamos de entender.
Me llama poderosamente la atención el hecho de que evolucionamos en lo físico. Tenemos jóvenes más altos, más fuertes que nuestras generaciones. Hoy los deportistas locales alcanzan desempeños que en su momento fueron marcas mundiales. Prolongamos nuestra expectativa de vida y nuestra salud, sin embargo, no percibo que en lo intelectual logremos una generalización semejante, que contemos con una población más facultada para procesos abstractos y formales, al menos no en una proporción mayor, como se puede demostrar que sucede en otros quehaceres humanos. El ingenio humano no se agota y hay una continuidad en el legado intelectual, pero no se expande la proporción de genios, no tenemos en el mercado laboral, en el gobierno, en las aulas personas que sean plusmarquistas intelectuales, no en la medida en que sería esperable que se debería alcanzar dados los esfuerzos por mejorar la educación.
Encuentro en este capítulo de la construcción del saber científico un paralelismo con la empresa de Russell y Whitehead que topó en su momento con las observaciones de Gödel. Me pregunto en qué momento surgirá el Gödel de esta teoría, que obligue a revisar experimentos, fundamentos, teoremas; si como lo señala Dutch-Gary la teoría de las supercuerdas en efecto brindará ese marco conceptual total y si, como se puede esperar, en su momento ese nuevo concepto encuentre sus límites.
Leí en un muro de Facebook que el castigo de los humanos es el haber concebido el infinito estando constreñidos a un ente finito. Será finalmente que por una parte sigamos desarrollando nuestro asombro al atisbar un poco más profundo en el micro y en el macrocosmos, para regresar al punto en que lo infinito del camino por recorrer nos obligará a conformarnos con la mejor explicación disponible hasta el momento.
(1) http://www.jornada.unam.mx/2012/07/05/ciencias/a02n1cie
(2) http://www.jornada.unam.mx/2012/07/10/opinion/a03a1cie
(3) http://www.lja.mx/2012/07/el-boson-de-higgs-y-otros-enigmas/
