El mexicano tiene una muy peculiar manera de resolver los diferentes problemas que va sorteando en su día a día; la llamada “solución a la mexicana”, podría definirse, en términos prácticos, como una solución emergente, ingeniosa y a corto plazo, en donde unir dos piezas de metal que se acaban de separar, podría solucionarse con cinta adhesiva en vez de soldadura; en donde a la más mínima provocación, la respuesta es apagar y encender un aparato electrónico; o en donde para entretener a un grupo de jóvenes, se da permiso para que un puente se llene de grafitis.
Un ejemplo memorable, donde se hizo gala a nivel internacional de esta peculiar característica, fue en 1994, en el mundial de futbol que tuvo sede en Estados Unidos, cuando México enfrentó en partido de octavos de final al equipo de Bulgaria.
En un tiro de esquina a favor de los búlgaros, Marcelino Bernal rechazó de cabeza el balón que iba a segundo poste de la portería que guardaba Jorge Campos; en su salto, Bernal terminó cayendo dentro de la portería y al intentar sostenerse de la red, la desprendió de su soporte, motivo por el cual tuvo que suspenderse el partido para solucionar el desperfecto.
La red no podía quedar colgando, representaba un obstáculo, e incluso un riesgo para el portero nacional; al paso de los minutos y sin una respuesta oportuna de los organizadores del evento, Luis Roberto Alves Zague, con una singular simpleza, tomó el extremo de la red que estaba en el suelo y la colgó del poste de una cámara situada justo detrás de la portería (http://www.youtube.com/watch?v=xmuQFgZaT8c minuto 7:35), era innegable que el problema inmediato estaba resuelto y que el partido podría, técnicamente, reanudarse.
Más allá de que las similitudes de éstos u otros miles de casos que se puedan enunciar, radiquen, como se mencionó en la definición, en un problema que surge sin previo aviso y que se solucione de una manera práctica, el punto medular es que la respuesta carece de una visión sobre los costos que implica “salir del bache” o el clásico “de mientras”; es decir, y retomando el ejemplo del partido de futbol, si se hubiera seguido jugando el encuentro con la “solución a la mexicana” que Zague propuso, cualquier impacto al balón que hubiese tocado la red, seguramente iba no sólo a volver a tumbar la red, sino que iba a llevarse consigo la cámara con todo y soporte, haciendo doble el problema que en un principio se intentó resolver: una portería no funcional y una cámara de video averiada.
Y decir que esta tendencia endémica de la visión que solucione la inmediatez sin contemplar lo que pase el día de mañana es una pan de cada día de los mexicanos, se refuerza con un reciente y controversial hecho suscitado en las pasadas elecciones federales: el de la compra de votos.
Uno y mil reportes se dieron durante la jornada electoral a nivel local y nacional, una y mil pruebas se ofrecieron ante las autoridades correspondientes; pero más allá de si se compraron o no se compraron, o incluso a favor de quién fueron esos votos, vale la pena nuevamente, analizar por qué las personas tomaron 100, 200 ó 500 pesos a cambio de su derecho de elegir, de manifestar su opinión.
No haría falta extender el comentario cuando se dice que un importante número de personas en el país se encuentra en situaciones económicas, y de vida, por demás precarias, y que, por otro lado, un número igualmente importante de personas se encuentra ajeno e incluso desinteresado de lo que a política y/o elecciones se refiere.
Jugando un poco con la imaginación, la lógica lleva a pensar que si estas personas llevan 12, 30 ó 40 años viviendo en las mismas condiciones, de abandono, de falta de apoyos gubernamentales, de falta de oportunidades, su perspectiva sobre la clase política se haya generalizado de manera irrevocable hacia lo negativo. ¿Qué más da si llega uno u otro al gobierno?, serían los mismos resultados, el bien inmediato de esta población no llega; y si las cosas seguirán igual, qué mejor que tener esos 100, 200 ó 500 pesos que, en este momento, quitan el hambre o remedian una enfermedad; es dinero que solventa un aquí y un ahora.
Lamentable es, de entrada, que los partidos políticos se valgan de este tipo de prácticas; sin embargo, más lamentable aún es que la mentalidad del emergente, ingenioso y a corto plazo acto de reparar con cinta adhesiva para seguir usando un objeto, o de colgar una red de una cámara para seguir jugando, se traslade a ceder, a rendirse y a prostituir un tema tan importante como lo es éste; ya ni siquiera el voto mismo, el papel, que en un descuido se roba, se extravía, se quema, se falsea; es hablar de la capacidad de organización y decisión de la ciudadanía.
La tarea del mexicano es hacer de sus respuestas y su mentalidad algo duradero.