El proceso electoral federal, que a estas alturas ya tiene una tendencia específica, aunque aún no validada por las instancias correspondientes, ha dado diferentes lecturas que deben ser consideradas para verdaderamente tener procesos ciudadanos de calidad.
Independientemente del papel que cumplen las instituciones electorales, se vuelve necesario reconsiderar el marco que regula el actuar de las organizaciones y los actores políticos en las contiendas, para que éstos gocen de la credibilidad plena de los ciudadanos, pero, sobre todo, una mayor participación en las urnas.
El costo del voto sigue siendo un asunto cuestionable, sobre todo, ante un abstencionismo que continúa impactando negativamente en la representación popular.
También, es necesario implementar esquemas más efectivos para una absoluta transparencia sobre el gasto que ejercen los partidos políticos y sus fuentes de financiamiento. De igual manera en cuanto a las estrategias para la contratación de los espacios publicitarios, para asegurar una presencia equitativa y sin tendencias.
Como toda empresa que mantiene el control de sus inventarios, los gobiernos en todos sus órdenes están obligados a clarificar cuál es el material de apoyo social con el que se cuenta, sobre todo previo, durante y después de un proceso de votaciones, a efecto de que no se sigan destinando a la compra del voto ni ejerciendo prácticas lucrativas de la pobreza.
Indispensable, pero sumamente complicado, será regular las campañas políticas y cualquier comentario tendencioso o con influencia que se emita tanto en redes sociales como en el servicio de mensajes de la telefonía celular.
El sentir ciudadano sigue siendo la falta de representatividad de los partidos como de sus candidatos. Ha llegado el momento de que el sistema de partidos de México se renueve para postular liderazgos efectivos, donde logren la identificación con la mayoría de sus representados. Que aterricen su plataforma política de manera puntual, clara y efectiva a efecto de no seguir provocando el desánimo en la política ni en la democracia.
Los partidos deberán incursionar en esquemas de real representatividad, abriendo alternativas a las candidaturas ciudadanas y tolerando la incursión y crecimiento de los partidos políticos, luego del agotamiento que algunos experimentan.
Necesario es también que se inicie en esta nueva etapa, con una nueva relación entre el ciudadano-autoridad, donde no haya sólo reencuentros en épocas electorales ni cuando el funcionario requiera explotar políticamente una imagen de redención que en la práctica no se da.
Ya como poder público, se debe marcar claramente la división entre autoridades y emprenderse un trabajo que no distinga militancias partidistas ni credos. Si bien, es sana la comunicación con quienes representan el partido del cual provienen un gobierno debe establecer sanos límites de convivencia, para no continuar enviando señales sobre la probable intervención que se tiene de un lado a otro y a la inversa.
El poder del ciudadano no debe concluir en el depósito del sufragio en la urna. Debe trascender más allá con el involucramiento de una nueva cultura de participación, de monitoreo, de rendición de cuentas y exigencia de resultados.
El empoderamiento ciudadano debe ser efectivo, participativo y permanente. La democracia a la que se aspira y que además, merecemos los mexicanos es aún perfectible, y sólo será alcanzable con la aportación de cada uno.
La agenda del Gobierno Federal debe estar a la altura de su equipo, los retos son inminentes y el país necesita de un incremento sustancial en la eficacia de las políticas públicas. Las causas perdidas deben ser retomadas y la voz del joven debe de imperar, aquella voz propositiva y colaborativa. No todo estará en manos de quien gobierne el país o nos represente en el Congreso de la Unión, ahora vendrá el proceso más intenso, la estructuración del país y el avance programático y de reformas necesarias a partir de los acuerdos entre partidos serán la clave de inicio de lo que se puede dibujar como un gobierno que dibuja la sana transformación del país.
Ahora nos tocará ser vigilantes y activistas, el voto efectuado al día de ayer nos compromete con el país, independientemente de cualquier preferencia ideológica o partidista. Ojalá los ciudadanos y los políticos, con nuestra perfectibilidad, estemos a la altura de lo que se avecina.