En verdad que poco se antoja el ponerse a pensar cómo es que acabará este nuevo conflicto post electoral, que en contra de lo que muchos pudieran decir vuelve a lesionar la imagen de nuestro país en el extranjero. Cómo si 12 años de errores en el diseño e instrumentación de la política exterior mexicana no fueran suficientes, (ya que algo en lo que todos los expertos en la materia internacional están de acuerdo, es que los gobiernos federales panistas Fox y Calderón acabaron con el prestigio de nuestro país en esta materia); este nuevo conflicto nos vuelve a exhibir como poco aseados en las tareas democráticas, en especial, en lo que tiene que ver con los procesos político electorales.
Por muchos años, porque la verdad que 12 años son mucho tiempo, quienes nos educamos académicamente en las relaciones internacionales, vimos con tristeza cómo se pulverizaba toda una imagen de decoro y ejemplo, como fue la política exterior de nuestro país, y cómo un puñado de personas sin apego a la tradición diplomática mexicana, con una ausencia total de conocimiento y comprensión del rol que México había venido jugando en la esfera internacional desde los años treinta del siglo pasado, se permitieron hacer añicos toda la vocación internacionalista de nuestra nación, hasta llevarnos a extremos vergonzantes, donde hemos pasado desde ser los mayores lambiscones de nuestro vecino del norte (Fox-Bush); ignorando y contraviniendo nuestra trabajo de identificación, compromiso y solidaridad con el subcontinente latinoamericano; el liderazgo regional que por muchos años tuvimos; la relación plena con los países del llamado Tercer Mundo; y sobre todo la presencia que a base de hitos históricos habíamos ganado ante toda la comunidad internacional (Guerra Civil Española, defensa de Etiopía, la expulsión de Cuba de la OEA, la protección a exiliados de los países de América del Sur, que fueron perseguidos por aberrantes dictaduras militares; el reconocimiento de beligerancia del FMLN, el apoyo a la Junta Sandinista de Reconstrucción Nacional, Contadora, los Tratados de Chapultepec (proceso de pacificación de Centroamérica), y tantos otros grandes momentos de la orgullosa diplomacia mexicana.
Estoy consciente que primero debemos pasar por este post electoral, y hago votos porque podamos todos abonar a que suceda lo mejor para todos, que no se radicalice este proceso, y que con apego estrictamente a derecho se pueda encontrar la salida democrática que nos permita iniciar el rediseño de nuestro país, que ha quedado gravemente lesionado después de 12 años sí, de alternancia, pero de una alternancia que hizo honor a lo que don Daniel Cosío Villegas opinó sobre el Partido Acción Nacional en 1946, que “Acción Nacional se desplomaría al hacerse gobierno. No cuenta ahora ni con principios ni con hombres, y en consecuencia, no podría improvisar ni los unos ni los otros”.
Salvado el escenario del post electoral, habrá muchas tareas qué realizar, pero la de la política exterior es de suma importancia, por todo lo que puede traer consigo el que se restituya nuestra imagen internacional. Empezaremos por decirle al mundo que ya no persistiremos en la guerra absurda de Calderón (que sólo la inició para legitimarse, después del fraude electoral que le permitió ser presidente de México, sin saber dónde pisaba y lo que le costaría al país, al fin que “haiga sido como haiga sido”), que tenemos interés en volver a ser un activo real de la comunidad internacional, y que somos orgullosos herederos de la histórica política exterior de México. Rehabilitaremos una relación digna y de cooperación con los Estados Unidos de América, entendiendo perfectamente todas las aristas que la misma conlleva (aquí ayudará significativamente el embajador Jorge Montaño); extenderemos nuestra vinculación con Canadá; nos reinsertaremos con Centroamérica, ya que nuestra historia común es fundamento esencial para nuestro entendimiento; retomaremos nuestra participación con los países hermanos de América del Sur, con los cuales nos ligan grandes coincidencias; fortaleceremos nuestra labor con los países del Caribe; regresaremos a los foros internacionales para decirle a la comunidad internacional que estamos de pie y con toda la energía para reinstalarnos en el lugar que gracias a nuestra historia y a la congruencia con que en el pasado actuamos, nos valió un lugar especial en el mundo.
Por ello celebro los esfuerzos que desde los diversos espacios se han comenzado a hacer, me enorgullezco de mi maestro y amigo Manuel Martínez Justo (ex presidente de la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales), que recién estuvo en Brasil, para iniciar los trabajos hacia la constitución de la Federación Latinoamericana de Estudios Internacionales (FLAEI); me complace haber visto al Dr. Arnulfo Valdivia Machuca en compañía de la Lic. Cristina Díaz (Sría. Gral. del CEN del PRI) y de Don Gustavo Carbajal Moreno (creador de la COPPPAL) en los festejos del 33 Aniversario de la Victoria de la Revolución Sandinista, y ver que para ellos es de suma importancia que “Centroamérica vuelva a ser una prioridad de la política exterior de México, por razones históricas, prácticas y estratégicas”.
Tengo la esperanza de que recuperemos el lugar de nuestra historia diplomática, algún día hace muchos años en un foro internacional, se me cuestionó por varios de los delegados internacionales al mismo, por qué el gran prestigio y orgullo de la política exterior mexicana, mi respuesta fue clara y sencilla “porque la política exterior de mi país, es producto de nuestra historia nacional”.