Había una vez un país, en el que un líder metió en un sótano a varios de sus amigos y seguidores, que los condenó a un ostracismo en donde les hizo creer durante muchos años su realidad, lo que a él y a sus convicciones convenía; en este cuarto obscuro los explotó para obtener de ellos recursos sin importarle en lo más mínimo su bienestar; incluso fingió que existía una guerra, donde no la había. El argumento es de Underground (1995) la obra maestra (reza la caja del DVD) de Emir Kusturica, ganadora de la Palma de Oro de Cannes; pero bien podría aplicarse al mesías que durante seis años mantuvo encerrados a sus seguidores en el sótano del fantasma del fraude electoral, que se valió de sus amigos para sostener su presidencia legítima (sic) y que parece querer mantenerlos así otro sexenio.
La película del director de origen serbio es excelente, no sólo divertida y con buenas actuaciones, además cuenta con un guión cuidadosamente elaborado y aderezado de una amplia simbología. De forma muy especial me parece que la música es un hito, un excelente soundtrack creado por el gran Goran Bregovic y su Orquesta de Bodas y Funerales, resulta delicioso visual y musicalmente, sobretodo la versión del clásico de Bregovic Kalashnikov, el himno de guerra que sigue a los principales protagonistas en sus juergas, mientras ellos se emborrachan y buscan mujeres, la banda de metales carga sus instrumentos y corre de tras de ellos, esquivando los balazos que los dos borrachos lanzan en su alegre parranda. Uno de los momentos más divertidos es cuando en una de tantas fiestas, al músico que toca la corneta lo sigue el cañón de un tanque y sólo atina a decir tímidamente ¡ca-tás-tro-fe!
La estrategia de AMLO se centró al final de la campaña, y ante una derrota inminente en las urnas, en ir preparando y abonando el camino para hablar de un fraude, su caballo de batalla por más de seis años volvía a renacer. En las redes sus seguidores no se cansan de acusar y hasta movimientos presuntamente neutrales como el #YoSoy132 caen en el repetido y no comprobado fraude, aún sin siquiera tener elementos jurídicamente viables para poder interponer un juicio. Hasta el momento, no ha culpado del presunto robo a los ciudadanos que organizaron la elección, se supondría que ahora confía plenamente no tanto en los funcionarios de casilla sino en los representantes de partido que su coalición nombró y que por ello se supondría cuidaron no sólo que se llevará una adecuada elección, sino primordialmente sus votos.
Por ahora también ha dicho que impugnará el proceso por las vías legalmente establecidas, atendiendo a los mecanismos que la ley prevé para ello; sin embargo, sus diversas acciones parecieran presagiar que tarde o temprano mandará al diablo a las instituciones, y entonces surge la duda ¿Qué hará AMLO con su capital político? ¿Llevará a sus seguidores a un conflicto postelectoral? Underground cuenta la historia de la ex Yugoslavia desde la Segunda Guerra Mundial hasta su balcanización; justamente por eso recordaba la película en estos días postelectorales, en las redes sociales abundan los mensajes de encono y división, incluso llega a haber gente que de forma por demás estúpida habla de una separación del país en regiones con base en la votación, vaya, de una especie de balcanización; me parece que ni en son de broma debe especularse con cualquier posibilidad de que nos segmentemos sólo por ideas políticas. Por eso se vuelve a la pregunta ¿Qué hará AMLO con su capital político? ¿Se reelegirá como presidente legítimo y fundará una república amorosa? Y es que la realidad no se puede ocultar, cierto, hubo 15.5 millones de personas que votaron por él, pero también hubo otros 33.5 millones que no lo hicieron y dentro de estos 18.7 millones votamos por el cuasipresidente electo Enrique Peña Nieto. Muchos Méxicos que merecen ser respetados, pero sobretodo que quieren seguir bajo una misma república.
Es momento de comenzar a preparar el camino hacía una nueva nación, el reto del triunfador es precisamente saber encabezarla, aglutinar los intereses de todo el país y reconocer que existen otras formas de pensamiento; el reto de los que perdieron no es sólo respetar los resultados y contribuir a un país en calma, deben además, sin ser complacientes con el poder, trabajar y abonar para que el derrotero del país pueda encauzarse hacía un desarrollo más justo y equitativo.