¿A quién le dan pan, que llore? / Perdón por intolerarlos - LJA Aguascalientes
23/11/2024

El Plan Nacional para la Defensa de la Democracia y de la Dignidad de México que recientemente presentó Andrés Manuel López Obrador, se compone de cuatro objetivos. El primero tiene la intención de informar a la ciudadanía sobre la compra de votos. El segundo es el acopio de información para comprobar la compra de esos votos, así como otras violaciones a la Constitución. El tercer punto es entregar las pruebas y testimonios que fortalezcan el juicio de inconformidad. Por último, se indica que se buscará “hacer conciencia entre los ciudadanos que si se permite la imposición de Peña Nieto, mediante la compra de la Presidencia, el destino de México será de corrupción, dolor y frustración”. Se indica además que el Plan se llevará a cabo bajo dos premisas: 1) La Presidencia de México no se compra, y 2) El destino de México no tiene precio.

No está mal, hay quienes aplauden esta iniciativa bajo el argumento de que lo que López Obrador pretende es mantener la vía de la legalidad y limpiar la elección, además subrayan la diferencia entre el escenario actual y las protestas en 2006.

Se habla de 5 millones de votos comprados por el Partido Revolucionario Institucional, a periodicazos, sobre todo, se han revelado algunos mecanismos para la cooptación del voto, el trabajo realizado por las estructuras gubernamentales a favor de un partido, lo poco transparente que fue el proceso electoral y de millones y millones de pesos ejercidos para condicionar las preferencias de los electores.

Ayer se realizó la primera asamblea informativa, la segunda será el 5 de agosto, además se dispondrá de mesas desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde para recibir testimonios y pruebas de las irregularidades del proceso electoral. En entrevista, López Obrador mencionó que en Chiapas, Durango, Estado de México, Nayarit, Veracruz, y Zacatecas, fueron las entidades donde más “se traficó con la pobreza de la gente”.

No es posible denostar la idea del Movimiento Progresista para intentar la anulación de la elección, finalmente, es la vía legal y el candidato de las izquierdas está haciendo lo que cree que le corresponde para defender lo que él considera su triunfo. Sin embargo, de lo que se habla poco es de quienes vendieron su voto, a los electores que por 100 o 500 pesos, a veces hasta un comal o un botiquín accedieron a votar por el PRI. Superficialmente se habla de las condiciones y responsabilidad de quienes vendieron su voto.

Se da por hecho que todos quienes vendieron su voto respondieron a una coacción ilegal. Si se gastó dinero que no se debía, si se utilizaron procedimientos fuera de la ley, pues hay que castigarlos. No es poca cosa, lo único que queda es cumplir la ley, aunque claro, ya se sabe que en este paisito eso es lo más difícil de lograr. La izquierda tiene la oportunidad de demostrar que la elección fue sucia, tiene la atención de los medios y las instituciones, falta que compruebe sus acusaciones.

Bajo esa premisa es que en la argumentación se deja a un lado la responsabilidad de los ciudadanos en la venta de los votos. Es mejor pensar al electorado como conciencias sin mácula que se vieron obligadas a sufragar por el PRI, pobres de nosotros, tan inocentes, siempre somos tan carne de cañón, somos tan tontos que por cualquier limosna le ponemos precio al “destino de México”.

No tengo dudas de que se vendieron votos, conozco a varias personas que siempre estuvieron dispuestas a cobrar por una cruz en la papeleta, conozco a otras a las que se les intentó chantajear para que votaran por el PRI, otras más a las que se les ofreció algo a cambio de su credencial de elector, este último caso es el que más se repite, un ejemplo: la hija de una amiga fue a concursar a un torneo de gimnasia regional, la encargada le dijo a la mamá que si le traía cuatro credenciales de elector, le podían pagar los gastos para que acompañara a su hija, porque por cada mica le podían dar 700 pesos.

Sí, hubo quienes estuvieron obligados, pero hay otros tantos que conscientes de lo que hacían fueron a ofrecer su voto, por el dinero que fuera; otros más que de dientes para afuera decían que iban a votar por López Obrador, pero al final votaron por otro candidato porque temían que la austeridad propuesta los fuera afectar en sus ingresos, estos últimos, muchos de ellos burócratas sin jerarquía, es decir, sin nivel de mando en la estructura gubernamental pensaban que de llegar Andrés Manuel, les podían rebajar el sueldo, no importaba explicarles que esa no era la intención, al final, el miedo ahí quedaba, lo que habla de la concepción que de sus trabajos y austeridad tienen.


Como vivimos en la coyuntura las causas por las que alguien decidió vender su voto no serán analizadas, es preferible seguir presentando a la gente como víctimas ignorantes. Se agotarán los tiempos para pedir que se anule la elección y presentación de pruebas, se continuará con esta forma maniquea de presentar la realidad como un conflicto entre buenos y malos, pero las condiciones por las que alguien puede vender su voto no se tocarán, ni las faltas de oportunidades, de empleo, de desarrollo… No, esas se dejarán a un lado, de aquí hasta que las aguas se calmen y los partidos políticos vuelvan a realizar campañas que tienen como base conseguir la aprobación de los electores repartiendo souvenirs, tarjetas o dinero. ¿Difundir la propuesta ideológica, dar a conocer los planes para cambiar las condiciones jodidas de millones de mexicanos?, no, ¿para qué?, si al final siempre se pueden mandar a imprimir mandiles, repartir cobijas o paraguas.

Reitero, vivimos en la coyuntura, en el ahorita que se esfuerza en resolver sólo por un camino problemas complejos, cuando podríamos empezar a cambiar la forma en que se realizan las campañas, pero al parecer eso implica demasiado trabajo, sobre todo asumir la responsabilidad individual, ahí estamos, a eso nos acostumbramos y ahí nos sentimos cómodos, nunca más cierto ¿a quién le dan pan que llore?

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Director editorial de La Jornada Aguascalientes
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