Londres, Inglaterra. 22 de junio de 1897. Una multitud delirante, ensordecedora, celebra la procesión militar compuesta, entre otros, por Gorjas del Nepal, policías montados del Canadá, Sijs del Punjab, chinos de Hong Kong, maoríes de Nueva Zelanda, montañeses de Escocia y cazadores de cabezas de Borneo. Todas las tropas mencionadas desfilan ante una figura rolliza, vestida de negro, cuyo rostro altivo y perseverante encarna la vocación anglosajona de dominar el mundo: la reina Victoria.
Los orgullosos británicos tienen motivos para celebrar 60 años de reinado de su soberana, pues cada vez que el Big Ben resuena en el centro de Londres, los pliegues rojos, blancos y azules de la Union Jack son izados en alguna parte del Imperio Británico.
El evento, arriba descrito, corresponde al Jubileo de Diamante de la reina Victoria, cuyo nombre es asociado con el momento de mayor esplendor en la larga historia británica. En estos días, la tataranieta de aquella soberana, Isabel II, ha igualado a su ancestro. El presente artículo pretende explicar por qué la actual celebración ejerce una fascinación histórica y mediática.
Desde la fundación de Jamestown en 1607, en Virginia, pasando por las conquistas de la India, Gibraltar, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica, Inglaterra había pasado de ser una isla insignificante para convertirse en la dueña de territorios que superaban las conquistas de Alejandro Magno, Julio César y Carlomagno. En pocas palabras, el Imperio había hecho de la Rubia Albión la nación más poderosa del orbe y, de Londres, la capital del mundo.
Los británicos, a través de sus diplomáticos, esclavistas, exploradores, mercaderes, misioneros, y piratas, habían esparcido, por los confines de la tierra, su cosmogonía. Algunos ejemplos de lo anterior son el idioma inglés, la lingua franca del mundo globalizado; su sistema legal, el Common Law; la invención y/o reglamentación de deportes como el futbol, el rugby, el tenis, el boxeo y el golf. Además, los sándwiches, las tarjetas de Navidad y los Boy Scouts son productos Made in England.
La expansión del Imperio Británico siempre se hizo teniendo como símbolo nacional, es decir, una figura totémica, al monarca en turno. Por ello, el rey o reina de Inglaterra ejerce una mayor ascendiente que cualquier otro personaje de su tipo. Esta autoridad fue puesta a prueba en 1936, cuando Eduardo VIII, tío de la actual reina, renunció al trono para casarse con la socialitée estadounidense y doblemente divorciada, Wallis Simpson. Este acontecimiento pareció presagiar el final de la monarquía inglesa.
No obstante, Jorge VI, padre de Isabel II, y su esposa, Isabel Bowes-Lyon, enfrentaron con decoro y entereza la ordalía que supuso la Segunda Guerra Mundial. Especialmente durante los aciagos días del verano de 1940, cuando parecía que las legiones siniestras de Adolf Hitler conquistarían Inglaterra; los monarcas británicos, junto con el indomable Winston Churchill, galvanizaron a su pueblo y supieron estar a la altura de las circunstancias.
Animada por el ejemplo de sus padres y su propia convicción, en 1947 la entonces princesa Isabel hizo el siguiente anuncio “yo declaro ante ustedes que toda mi vida, sea corta o larga, será dedicada a su servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial”.
En febrero de 1952, tras el fallecimiento de su padre, Isabel ascendió al trono, desde donde ha presenciando el relativo declive británico. Por ello, el actual monarca volcó su energía en reforzar la Mancomunidad Británica de Naciones. Además, durante seis décadas su conducta impecable le ha permitido salir avante ante vicisitudes tales como la irreverencia de los Sex Pistols, los escándalos amorosos de su progenie y el desastre que supuso el fallecimiento de la princesa Diana de Gales en 1997.
Toda esta historia se ve reflejada en el influjo mediático que ejerce la monarquía inglesa y para muestra un botón. En abril del 2011, la boda de los duques de Cambridge, William y Kate, fue transmitida vía televisión, radio e Internet a más de 180 países.
Más todavía, el presente Jubileo de Diamante ha contado con una cobertura en vivo efectuada por las cadenas BBC de Londres, CNN, Fox News, entre otros. Además, en Twitter ha sido trending topic mundial durante tres días consecutivos.
Por si fuera poco, Hollywood ha filmado recientemente varias películas con temas referentes a la casa real inglesa: La Reina (2006), este film le valió a Helen Mirren el Oscar por su interpretación de Isabel II; y El Discurso del Rey (2010), aquí el histrión británico, Colin Firth, ganó la estatuilla dorada por su representación del tartamudo y tímido rey, Jorge VI.
Toda esta historia y publicidad serían en vano de no ser por Isabel II, quien ha hecho de la devoción al deber su emblema. Por lo tanto, se puede afirmar que, a pesar de que el poderío británico sea como un destello dorado en el horizonte, las tradiciones de Inglaterra no han muerto; viven en el espíritu de una octogenaria mujer.
(*) Colegio Aguascalentense de Estudios Estratégicos Internacionales A.C.