Me hice el firme propósito de evitar el tema electoral en mi columna, en aras de apostar a una diversidad necesaria de asuntos que pueda atender el lector de este diario, pero me resultó imposible centrar lo suficiente la atención en cualquier otro tema, por lo que compartiré lo que considero se puede aprovechar de una perspectiva científica en este proceso.
Sé que algunos pensarán que la única decisión inteligente es no votar o anular el voto. Quienes estén familiarizados con la teoría de juegos estarán en la disyuntiva, al menos, de una estrategia que minimice las pérdidas y una que maximice los beneficios, aunque esté acotado a un ámbito local, no tanto pensar en óptimos absolutos, sino en máximos desempeños particulares. Habrá quien de plano esté resignado a descubrir qué decisión alcanzará el ya casi inminente 1° de julio.
Yo inicio mi análisis sumándome a los que piensan que ya ganamos. Y me incluyo en el grupo de los ganadores. Nuestra sociedad ha vivido un proceso tremendamente rico, se han despertado voces, mismas que han construido los espacios desde los cuales pueden ser escuchadas. Jóvenes que expresan sus ideas y convocan al diálogo a los actores principales. No son perfectos, ni los jóvenes, ni los actores – como no lo son ninguno de los integrantes de nuestra sociedad – pero ha quedado demostrado que la agenda no tiene que definirse desde las cúpulas, sino que los grupos sociales organizados pueden incidir, eficazmente, al menos en la discusión que integre las prioridades que deseamos atender.
Ante el anquilosamiento de los medios de comunicación tradicionales – sí bien no todos, sí los que fueron hasta antes de este proceso los más influyentes – se vive una proliferación variopinta de opciones para expresar los puntos de vista y someterlos al juicio de los demás. Me parece atestiguar gustoso el inicio de la extinción de aquello de que no se debe discutir de política, de religión, ni de futbol, al menos no con aquellos de quienes deseas conservar su amistad o, por lo menos, una relación civilizada. Parece que empezamos a discutir asuntos trascendentes y es claro que hay que elevar la calidad de la discusión, precisar mejor los temas, desarrollar nuestra capacidad argumentativa; pero lo valioso es que el iniciar ese camino fomenta el incremento de las posibilidades de que realmente desarrollemos las competencias requeridas.
Es necesario armar un esquema que nos permita ponderar en papel las opciones que tenemos delante, desde el no votar, el anular el voto, el votar por un candidato no registrado u optar por uno de los cuatro que legalmente puede convertirse en el siguiente presidente de la República. En ese esquema, requerimos definir criterios de comparación homogéneos que nos permitan ponderar los escenarios posibles y considerar cuál sería el que mejor responda a nuestras necesidades y aspiraciones. Este esquema hay que alimentarlo con información, con datos objetivos, dejando de lado emociones, filias, subjetividades, y revisando concienzudamente el producto que se va integrando. Cuidado con las fuentes de información, hay que revisar de dónde provienen los datos y tratar de contrastar lo que recabamos para intentar alcanzar verosimilitud y veracidad. Con el producto terminado, hay que someterlo a una revisión escrupulosa hasta tener una versión satisfactoria.
Con este producto, acudamos con aquellos que detentan opiniones diferentes a la nuestra. Intercambiemos puntos de vista de manera respetuosa, con pasión, pero sin prescindir de la inteligencia. Compartamos el producto que elaboremos, escuchemos los señalamientos de omisiones, inexactitudes, claras fallas y depuremos nuestro rasero. No se trata de ser promotor de un candidato; promotor del voto sí, del voto razonado y, sea cuál sea la decisión, que deje satisfacción de haber optado por el mejor camino. Hay que discutir con unos y otros apostando a crear un ambiente de decisión informada y que todos y cada uno aprendamos de nuestro proceso de toma de decisiones y lo vayamos perfeccionando.
Hay poco tiempo, pero es suficiente, si aprovechamos las redes sociales para intercambiar iniciativas y buenas ideas, al final, el 2 de julio, todos podremos asegurar que ganamos y, mejor aún, si este ambiente de discusión y participación se extiende en el tiempo y los asuntos.