A principios del mes pasado, salía en el New England Journal of Medicine un artículo sobre la educación en medicina. En él, los doctores Prober y Heath analizaban que la metodología para enseñar medicina poco o nada ha cambiado desde hace un siglo en los Estados Unidos y, a mi juicio, en México estamos igual o aún más retrasados.
Nadie discute que el estado del arte en medicina se ha incrementado sustancialmente; es cada vez mayor el volumen de información que un estudiante debe de recibir, entender y aprender, pero la metodología para enseñarlo sigue siendo la misma. Los días siguen durando 24 horas y el año 365.25 días (para compensarlo están los bisiestos), por lo que si queremos que los estudiantes asimilen toda la información, tenemos que hacer un mejor uso de su tiempo.
Como los autores del artículo, considero que no debemos incrementar el tiempo necesario para que el formando obtenga su título, sino que debemos hacer que la obtención de la información se vuelva más atractiva, comprensible y con ello más fácilmente recordada, adoptando estrategias de aprendizaje que se adapten al ritmo de los alumnos, además de incrementar la participación del estudiante en su propia formación.
Recuerdo cuando yo estaba en las aulas, en los primeros años de la carrera; cursaba las materias básicas y como estudiante me sentía frustrado, había escogido medicina y no me sentía médico, veía muchas materias a las que no les encontraba ni pies ni cabeza; paradójicamente, hoy imparto una de ellas.
La razón de esa frustración al ingresar a la carrera era, precisamente, que en la Facultad de Medicina de la UNAM, al igual que en la UAA o en la Cuauhtémoc, el programa iniciaba con materias que, si bien son básicas para comprender la medicina, no resultan atractivas al no verlas plasmadas directamente sobre el paciente y el estudiante que recién ingresa llega ansioso por tomar el estetoscopio y sentirse Dr. House. A lo anterior, debemos agregarle que la carga de materias y la dificultad de las mismas es mucha desde el primer día que se ingresa a la carrera.
Cuando cursaba la carrera dentro de las materias optativas que tomé se encontraba la de aprendizaje basado en problemas; si bien mi maestra no era muy afortunada explicando (es una reconocida investigadora en neurociencias básicas), estudiar anatomía basado en problemas reales resultó no sólo más fácil, sino inclusive más divertido; tanto es así que recuerdo que llegaba a buscar más información sobre alguna patología, aunque el caso ya se hubiese resuelto.
Hoy en día, en la Fac. de Medicina de la UNAM, se manejan estrategias para que los alumnos, desde el primer año de la carrera, correlacionen las materias básicas con la clínica. En otros programas como en la FES Iztacala de la misma universidad, los alumnos rotan en clínicas desde el primer semestre. No sé si sea lo idóneo, pero puedo reconocer que muchos de mis compañeros que salieron de ese programa, lo hicieron muy bien preparados. Lo que es un hecho es que cualquiera de las dos estrategias buscan sacar provecho de algo que en ocasiones siento muerto: la curiosidad.
En este sentido, he buscado la manera de revivir en los muchachos que tengo a mi cargo la curiosidad que, sin duda alguna, tuvieron cuando eran niños y que por una u otra razón que ya he discutido antes, les fue minada. Al terminar cada semestre en la materia de Fisiología realizamos un simulacro de “congreso”, en donde los muchachos deberán tratar de llevar lo que aprendieron en el curso a un caso clínico. Obviamente siendo sus primeros pininos clínicos y con muy pocos conocimientos del arte del interrogatorio y exploración, muchas cosas quedan en el aire, pero al menos en algunos el interés por investigar los lleva a buscar más allá de su bibliografía básica y empiezan a entrever lo que vendrá después en materias como Fisiopatología, que también imparto y que es puerta para lo que ellos tanto esperan, las materias clínicas como Cardiología, Neumología, Nefrología, etc.
Otra estrategia que he tratado de implementar es que comprendan que el conocimiento no es solemnidad absoluta, que el aprender puede ser divertido, inclusive en Fisiología, Bioquímica y Anatomía, así que al finalizar cada parcial deben realizar trabajos que resulten cómicos, atractivos para sus compañeros y que cualquiera que los oiga, o vea, se quede al menos con algún concepto de lo que aprendieron en ese último mes. En un sueño utópico me imagino alguna vez a mis alumnos realizando trabajos que pudiésemos comparar con las conferencias TED o algunos videos educativos encontrados en YouTube. Mis ideas no son 100% originales y tienen muy buen impacto en algunas otras universidades, así que espero lograrlo pronto.
Sin embargo, aún queda mucho por hacer, los doctores Prober y Heath parten de la idea de que el alumno pudiera entrar a ciertas clases impartidas ya en video y a su propio ritmo y tomando el material, analizarlo y avanzar y que, por su parte, los maestros pudieran medir el rendimiento y avances del muchacho. Esto ya se ha realizado con algunos cursos de posgrado, e inclusive en escuelas de formación secundaria en los Estados Unidos y otros países, pero creo que costará algo de trabajo en nuestro país.
Actualmente, muchos de los cursos existentes en línea no tienen la calidad suficiente, lo que hace que los pocos que realmente valgan la pena pierdan credibilidad cuando alguien diga que estudió una maestría o un diplomado en línea. Pero el principal problema por el que siento que en nuestro país no funcionaría un sistema basado en el alumno, radica principalmente en el estudiante.
Mientras que en Stanford, de donde son los doctores Prober y Heath, los programas de Bioquímica se modificaron para alejar un poco el estándar de estudio en casa basado en lectura, cambiándolo a pequeñas presentaciones en línea y discusión de casos clínico en clase, el maestro de Medicina en México tiene que enseñar al alumno a adquirir la responsabilidad del estudio, sea cual sea la metodología escogida.
Ya lo he dicho antes; creo que la Teoría Constructivista de la Enseñanza tiene grandes ventajas, siempre y cuando el alumno tenga las bases necesarias, en las que se incluyen conocimientos básicos y una disciplina. Lamentablemente, en nuestro país, donde el alumno “debe” pasar de año, porque así “debe” de ser, sin importar si durante el proceso obtuvo las herramientas que se tenían proyectadas o no, hace que tengamos estudiantes de Medicina que ya quitemos la ortografía (que no dejo de creer importantísima), sino aún más preocupante la capacidad de comprender lo que leen, resumir, extraer las principales ideas de un texto y un largo, etc.
La medicina, a nivel mundial y en nuestro país, ha crecido a pasos agigantados; lamentablemente, la educación no tiene la misma historia y eso dificulta la labor de los docentes y la progresión de los estudiantes.
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