“Aprendí de mi madre analfabeta, una mujer muy sabia, que todos los derechos para ser merecidos deben proceder de deberes bien cumplidos. Así nos corresponde el verdadero derecho de vivir sólo cuando cumplimos nuestro deber como ciudadanos del mundo”. – Gandhi
“Hombre soy, nada humano me es ajeno” esta frase de Publio Terencio Africano es un llamado al altruismo, a pensar en el otro y contraponiéndose a la no menos famosa de “Vive y deja vivir”, y es que, si vivimos en sociedad, cada uno de nosotros es responsable de lo que le ocurre a los demás y todo lo que les pase a ellos nos afecta invariablemente a nosotros; por tanto, nada de lo humano puede sernos ajeno. Una sociedad que sólo reclama sus derechos, se vuelve egoísta e individualista, olvida la existencia del otro y la solidaridad que le debe.
Los Derechos Humanos surgen justamente por esa conciencia de responsabilidad hacia la dignidad del otro. El ser humano no debería exigir tanto sus derechos, sólo debiera tener claros su deberes y cumplirlos, ya que los derechos no son otra cosa que las obligaciones que los demás tienen hacia nosotros. “Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad”… Artículo 29 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Sin embargo, tal como hoy día está establecido, los derechos son de las personas y el Estado está obligado a garantizarlos, dejando al ser humano en el papel de receptor pasivo, que todo lo merece, sin que tenga que realizar esfuerzo alguno. Las organizaciones, instituciones y medios, proclaman sin cesar los derechos que le asisten al ser humano, pero en ningún caso se manejan unidos a deberes o responsabilidades, como dos caras de una misma moneda.
Existe, no obstante, “La Declaración de Responsabilidades y Deberes Humanos” (DRDH) que se realizó en el marco de la UNESCO y fue proclamada en 1998 para conmemorar el 50 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El preámbulo de esta declaración enfatiza que los derechos y las libertades fundamentales están íntimamente vinculados a sus respectivos deberes. La Declaración consta de 12 capítulos y 42 artículos, agregando al final una cláusula de no derogación. Es un documento que pocos conocen y del que nadie habla ni promueve.
Según el diccionario, Deber es: “Estar obligado a algo según las leyes o según las normas de convivencia”. Viene siendo un mandato que necesariamente nos conduce al bien. Debo hacer lo que está bien y evitar lo incorrecto porque contravenir el deber provoca irremediablemente un mal en mí y en los demás. Por otro lado, el Derecho, según el diccionario es: “Facultad humana de poder tener o exigir lo que la ley permite o establece”. Estos dos conceptos se tratan de una manera aislada y como si nada tuvieran que ver el uno con el otro.
Sin embargo, el derecho que tengo a la educación, está unido al deber de asistir y estudiar. Lo mismo ocurre con el derecho a la salud, que lleva implícito el deber de cuidarla. Es curioso que hoy día se hayan ganado demandas de fumadores que le reclaman a la empresa el daño que ocasionó en su salud, mientras que ellos omitieron el deber que tenían de cuidarla. Otro derecho que se exige sin límites es el de manifestación, olvidando asumir la responsabilidad del daño que ocasionan a otros ciudadanos. O el derecho a la libre expresión, que se ejerce en ocasiones sin tener en cuenta el deber de respetar la intimidad y el honor de las personas. O el derecho a tener hijos, sin la obligación de cuidarlos y velar por su educación. No podemos olvidar que a todo derecho siempre conlleva un deber, que las personas deben cumplir. Al Estado le corresponde la armonización del cumplimiento de esos deberes con la defensa de los derechos.
El magnífico documento sobre La Declaración Universal de los Derechos Humanos, resalta el valor de la dignidad de la persona sobre el que descansan estos derechos, y además deja entrever la importancia de la convivencia fraternal y armónica con los otros; sin embargo, estamos demasiado focalizados en los derechos y se empieza a abusar de ello, reclamándose en muchas ocasiones de manera inmerecida y la razón no es otra que el olvido de su contraparte: los deberes. Creo que ambos documentos debieran tener similar difusión, el de los Derechos y el de los Deberes Humanos, pero si hubiera que incidir en alguno, tendría que ser en el de los deberes. Basar la existencia en cumplir con nuestras obligaciones, apoyar a los otros y respetarlos, enriquecería enormemente nuestras vidas y seguramente con ello adquiriríamos muchos más derechos de los que ahora exigimos.
Creo que es evidente que algo está faltando en nuestra sociedad. No ha habido, a pesar de la declaratoria de derechos humanos, un desarrollo equitativo, ni se ha avanzado en valores éticos. Tal vez sea tiempo de dejar el egocentrismo y volvernos más altruistas, que seguramente nos proporcionará mayor felicidad, además de una sociedad más justa y menos violenta. El ex Director de UNESCO, Federico Mayor Zaragoza declaraba: “Los derechos de esas generaciones futuras son los deberes de las actuales. Su existencia precisa de nuestro esfuerzo; su vigencia dependerá del grado en que nos preocupemos y ocupemos ahora de ellos”.
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