Petra Llamas en LJA / El futuro incierto de los jóvenes universitarios - LJA Aguascalientes
24/11/2024

Por primera vez en la historia de la humanidad, la educación se emplea conscientemente en preparar a los hombres para tipos de sociedad que todavía no existen. Por primera vez en la historia de la humanidad, diversas sociedades comienzan a rechazar muchos de los productos que les ofrece la educación institucionalizada.

UNESCO

A los jóvenes les está tocando vivir un mundo fascinante en lo que a ciencia y tecnología se refiere. Es un mundo dinámico, que se está tecnificando sin que nada, ni nadie pueda detenerlo, con todo lo bueno y malo que ello implica.

Lo bueno ya forma parte de su entorno; es una gama de adelantos tecnológicos que han facilitado enormemente su vida escolar y social, con un cómodo acceso a la información y una gran rapidez en las comunicaciones. Lo malo también empiezan a resentirlo, sobre todo los que están egresando de las universidades, llenos de ilusión por conseguir un buen trabajo; sin embargo, la realidad que encuentran es el desempleo o empleos mal pagados y sin prestaciones, violando en muchos casos los derechos laborales que tanto costó adquirir.

Las empresas también se están tecnificando y tratan de racionalizar sus recursos, buscando la eficiencia con menor cantidad de personal. El mundo laboral se está volviendo cada vez más insensible e impersonal y los trabajadores, de cierta edad, son sustituidos por otros más jóvenes, aunque no tengan experiencia, y a los que, por esa misma razón, les ofrecen sueldos bajísimos.

Es justamente la sobreoferta de gente con título y sin experiencia la que ha favorecido este fenómeno de abuso por parte del sector empresarial, ya que son muchos los jóvenes que esperan una oportunidad y aceptan esas condiciones porque consideran que es una especie de noviciado en el que obtendrán experiencia para acceder a algo mejor, cosa que no siempre sucede, con lo que, al final, aquellos que están muy bien preparados y que hablan idiomas, acabarán emigrando a otros países.

Es evidente que los jóvenes egresados tienen un panorama difícil y un porvenir incierto. Según el INEGI, sólo 30% de los egresados encuentra empleo en el primer año, de los cuales sólo 30% realiza actividades que tienen que ver con su carrera. Siete de cada 10 jóvenes, entre 15 y 24 años, se va a otros países en busca de trabajo, lo que supone un gran costo para el país por la inversión que se realizó en su educación. México no puede desaprovechar su “bono demográfico”, ese tesoro en el que la población en edad de trabajar es superior a la de los ancianos y niños.

La responsabilidad de las universidades estriba en ofrecer carreras pertinentes a las demandas laborales y al desarrollo económico del país. Estas demandas se dirigen hacia programas de ciencia y tecnología, principalmente. Sin embargo, han proliferado instituciones de dudosa calidad, que siguen brindando carreras tradicionales, que no les exijan una alta inversión en infraestructura y que, al mismo tiempo, les ahorre el costo de profesores especializados. Aquí es cuando la educación superior pasa a ser un negocio más, en el que los jóvenes sólo son una cifra, sin que su futuro esté considerado en el contrato; los preparan en áreas que están saturadas y que no necesita el mercado de trabajo. Con este fenómeno se está haciendo cada más grande la brecha entre lo que la sociedad demanda y lo que academia produce.

Pero ofrecer pertinencia en sus programas educativos no es lo único que pueden hacer las instituciones de educación superior; también es necesario fomentar el espíritu de innovación y emprendimiento para que los jóvenes sean capaces de autoemplearse y generar otros empleos. En la mayoría de la universidades ya existen estos programas, pero la realidad es que no están dando los resultados esperados, ya que los mismos jóvenes se quejan de que no saben cómo iniciar un negocio y los que sí lo saben se encuentran con tantos trámites y burocracia oficial que optan por buscar empleo y dejarse de complicaciones.


Creo que se debe tener presente que el acceso a un empleo empieza con una buena elección de carrera, por tanto, la educación obligatoria tiene que darse a la tarea de orientar a los estudiantes por ese camino, además de desarrollar, desde temprana edad, el espíritu de innovación y emprendimiento, que tanta falta le está haciendo a nuestro país y no esperar a impartir esos programas cuando llegan a la universidad.

La responsabilidad de los gobiernos debe enfocarse en una excelente planeación de la  educación superior y en desarrollar políticas económicas que permitan conciliar educación y empleo; hay que preparar adecuadamente a los profesionistas que el país necesita y provocar, con ello, el crecimiento y la mejora en las condiciones sociales de los mexicanos. Se necesita un desarrollo económico que produzca bienes y servicios, pero también desarrollo social que genere nuevos empleos.

El sector empresarial, por su parte, no puede perder de vista su responsabilidad social y el papel protagónico que tiene en el crecimiento económico del país, además del compromiso de proporcionar condiciones laborales justas a sus trabajadores. Tiene que asumir también la tarea de colaborar de una manera más directa con las universidades y el gobierno, para que, en conjunto, construyan un futuro más edificante y esperanzador para los jóvenes. Una juventud bien preparada es el mejor detonante de la economía.


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Twitter: @petrallamas


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