El 19 de junio, durante el debate presidencial organizado por el movimiento #YoSoy132, el candidato del partido Nueva Alianza, Gabriel Quadri, habló de la necesidad de abrir el sector petrolero a la competencia y, de esa manera, aumentar los ingresos del Estado por la venta del hidrocarburo. Así, el candidato sostuvo, “se podría financiar un fondo soberano”. Esta declaración no puede ser tomada a la ligera y deberíamos discutir cada uno de sus componentes.
Por un lado, el escepticismo ante las bondades de la inversión privada en el sector petrolero es legítimo. Además, la mejor forma de financiar este tipo de proyectos no es mediante la explotación desenfrenada de los recursos, sino por medio de la reducción del papel del petróleo en las finanzas públicas. Como Jorge Chávez Presa señala: “mientras no se tenga un planteamiento de reforma de hacienda pública con consideraciones para las futuras generaciones, difícilmente los intereses político-electorales permitirán la existencia de un fondo de esta naturaleza”.
Por otro lado, la discusión de estos temas en ese tipo de foros es algo que debe causar optimismo, ya que un fondo soberano de riqueza mexicano -financiado con los excedentes petroleros y con un perfil de inversión dinámico- permitiría aprovechar los recursos petroleros por parte de futuras generaciones, adquirir tecnología mediante la asociación con compañías exitosas en áreas estratégicas y añadir un ingrediente económico inigualable a nuestra estrategia de política exterior.
De acuerdo con algunos analistas, los fondos soberanos de riqueza son vehículos de inversión estatales, financiados a partir de superávits en la balanza de pagos. Sus inversiones son riesgosas, pero tienen altas tasas de rendimiento. El antecedente más remoto es la creación, en 1958, del Kuwait Investment Authority, un fondo diseñado para ahorrar parte de los ingresos por la venta de petróleo en este país. En años posteriores, muchos Estados dentro y fuera del mundo árabe siguieron el ejemplo de Kuwait. En sus inicios, los fondos soberanos de riqueza tenían perfiles de inversión muy conservadores, ya que su actividad estaba dirigida a adquirir, casi exclusivamente, bonos del tesoro estadounidense. A partir del abrupto incremento en los precios del petróleo en 2003, su perfil de inversión y el tipo de países que los poseían cambiaron. Desde principios de este siglo, estas entidades han sido actores relevantes es en la economía global y se han convertido en componentes importantes de la estrategia de política exterior de los países de origen. Además, como las experiencias china, singapurense y australiana demuestran, es posible crear fondos soberanos a partir de fuentes de financiamiento distintas a las materias primas.
En la actualidad, uno de los fondos más grandes a nivel mundial es Abu Dhabi Investment Authority. Fundado en 1976, sus activos ascienden a más de 600 mil millones de dólares y sus actividades se desarrollan en mercados desarrollados principalmente. Entre ellas, destaca la adquisición de 7 mil millones de dólares en acciones de Citigroup en 2007. Los activos de State Administration of Foreign Exchange, el fondo soberano de riqueza más importante en China, ascienden a más de 500 mil millones de dólares. El Fondo de Estabilización Económica y Social de Chile, cuyos activos tienen un valor de 15 mil millones de dólares, es el más rico de Latinoamérica y su origen son las cuantiosas exportaciones de cobre del país andino.
La irrupción de los fondos soberanos de riqueza en el escenario global ha despertado serias preocupaciones en los gobiernos de los países receptores. En los últimos años, hemos sido testigos del surgimiento de un debate internacional a este respecto, el cual tiene como trasfondo un dilema entre promover la apertura comercial o defender la seguridad nacional. Hoy en día, las inversiones asiáticas en Europa y Estados Unidos son vistas con recelo y, en consecuencia, visos de proteccionismo comienzan a asomarse. Dos casos muy ilustrativos son, por un lado, la negativa de vender UNOCAL, una empresa petrolera de California, a una de las compañías estatales del sector energético más grandes de China en 2005 y, por otro lado, la cancelación de un contrato con DP World, una empresa estatal procedente del emirato de Dubai, para la administración de varios puertos estadounidenses en 2006. En ambos casos, el argumento estuvo relacionado con la idea de que sectores estratégicos no podían quedar en manos de compañías extranjeras, mucho menos de empresas vinculadas a gobiernos de otros países.
La regulación de los fondos soberanos de riqueza es uno de los temas más importantes dentro de la agenda financiera global, ya que la irrupción de este fenómeno y la respuesta de los gobiernos receptores son temas que preocupan a actores clave en el ámbito internacional. Al margen de estas discusiones, es importante aclarar que los fondos soberanos de riqueza demuestran que las relaciones económicas internacionales no son un espacio exclusivo de entidades privadas, y que los gobiernos de las economías emergentes están aprovechando las oportunidades de negocios ofrecidas por el entorno mundial. México debería estar al tanto de eso. Por ello, el proponer la creación de un fondo soberano de riqueza en un debate presidencial es un evento que no debería pasar desapercibido.