Uno de los lastres más pesados que el Partido Acción Nacional ha tenido que arrastrar es la figura de Vicente Fox, a quien le correspondió inaugurar la alternancia mexicana, que sin pena ni gloria, y para desgracia de nuestra maltrecha democracia, no se transformó en la transición esperada. Con el triunfo de Vicente Fox en el año 2000, se pensó entonces que el PRI quedaba aniquilado y que difícilmente se iba a reponer de la derrota. Tirios y Troyanos festinaron la caída del PRI y una inmensa mayoría de mexicanos dio por muerto a ese instituto político en medio del júbilo popular causado por la asunción al poder de un partido distinto al Partido Revolucionario Institucional. Sin embargo, como el Mío Cid, el PRI siguió ganando batallas después de “muerto”. En dos largos sexenios el PAN nada pudo hacer para combatir los males que tanto criticó del PRI. Por el contrario, la corrupción e impunidad crecieron en proporción con la violencia y la inseguridad, multiplicándose la pobreza que peligrosamente se extendió en todo el territorio nacional.
El uso arbitrario de cargos burocráticos de la nueva elite gobernante; el dispendio de dinero público en cosas superfluas; el manejo político en la procuración de la justicia a la usanza del viejo régimen y la clonación de esquemas clientelares en el diseño de políticas públicas fueron suficientes para sellar en 12 años lo que hoy coloquialmente conocemos como acciones del PRIAN.
La decepción no se hizo esperar y lo más relevante que el Partido Acción Nacional realizó en el ejercicio del poder fue mantener la política social con fines electoreros y los privilegios fiscales, burocráticos, y sindicales de los mismos de siempre. La nueva realidad política de México no generó una nueva estructura jurídica. El PAN acabó fortaleciendo un sistema presidencialista arcaico. No logró diseñar un sistema político que garantizara la transición democrática a través de la competencia electoral y sólo se preocupó en procurar la estabilidad política. Nunca se preparó un modelo para sustituir el viejo sistema presidencial. El gobierno de la alternancia no pudo estar a la altura de las circunstancias y eso provocó las parálisis a la que nos acostumbró el gobierno de Vicente Fox, quien desperdició la oportunidad de su historia, al realizar acciones orientadas hacia la reconstrucción del anacrónico presidencialismo en lugar de hacer funcional un sistema de alternancia de poderes que diera rumbo al país.
Bajo este contexto no extraña a nadie que primero el ex presidente del PAN Manuel Espino y ahora el ex presidente de la República emanado de ese mismo partido Vicente Fox, estén llamando al voto útil de los panistas a favor de Enrique Peña Nieto, frente a la inminente debacle electoral del candidato del PRI a quien mantienen de pie gracias a la mercadotecnia y la publicidad de las televisoras que alientan las encuestas copeteadas que poco a poco están cayendo ante el peso de la realidad. Lo cierto es que el PRI se encuentra en terapia intensiva y la convocatoria de Vicente Fox al voto útil no es más que la desesperada “respiración de boca a boca” a un candidato técnicamente muerto. Vicente Fox perdió lo que México le entregó a manos llenas. La lucha histórica del PAN contra el PRI no puede ser canjeada por un plato de lentejas, aunque Fox haya negociado con Peña Nieto su pensión presidencial y que sus hijastros no pisen la cárcel. El llamado de Fox a votar por Enrique Peña Nieto lo conducirá irremediablemente al despeñadero y los panistas de toda la vida, los históricos, los que verdaderamente aman a México, los bien nacidos, antes que votar por el PRI se pondrán a salvo votando por Andrés Manuel López Obrador.
Por lo que respecta a Josefina Vázquez Mota, sus adversarios políticos la pueden acusar de todos los males del sexenio calderonista y proferirle las peores descalificaciones, no obstante nada se compara con la traición que Vicente Fox asestó a México, a la democracia, al PAN y a su compañera de lucha. Esos traidores están destinados al basurero de la historia.