Bajo el lema “¡A maderear!”, del Proyecto Madero, podría suscitarse un debate sobre las maneras de usar el patrimonio arquitectónico y urbano como capital cultural, ejemplificadas con esa avenida y otros casos del centro histórico. Plural e incluyente, el foro daría voz al Estado, los especialistas y los propietarios, ocupantes o habitantes de esos espacios, para conocer su opinión sobre la intervención pública del entorno. Previsiblemente, las desigualdades en el acceso a los bienes culturales y, consecuentemente, en su apropiación, mostrarían los conflictos potenciales entre los diferentes grupos sociales en su pugna por el flamante capital cultural. Generalmente, en estos casos (García Canclini, Néstor. Los usos sociales del patrimonio cultural, en: http://www.antropologiasocial.org/contenidos/tutoriales/patrimonio/textos/canclini.pdf) el Estado habla de conservar, apoyado en el sector académico, mientras que el sector privado quiere modificar los espacios y, puesto que casi todos ignoran a los habitantes, seguramente estos exigirán que alguien los escuche, especialmente en relación con su privacidad perturbada por el ruido nocturno.
El proyecto del municipio forma parte del programa de Regeneración y mejora de la imagen del centro histórico y se orienta más hacia los usos comercial y turístico del suelo que a la conservación. El tramo intervenido, entre Zaragoza y Morelos, reúne al menos 76 comercios, restaurantes, bancos, oficinas, estacionamientos y otros servicios. La obra se vincula por un lado con la calle Zaragoza, intervenida hacia el norte hasta el templo de San Antonio durante la administración anterior, y por el otro con el tramo de la misma avenida Madero que inicia en Morelos y llega al primer cuadro, de donde parte un recorrido que desemboca en el jardín de San Marcos. Un paseo con una calidad ambiental más o menos homogénea y una imagen del centro histórico que invita a caminarlo. Como parte de un circuito comercial y turístico, esta obra promueve los usos del patrimonio cultural rentables económica, política y culturalmente y, sin remedio, la apropiación del capital cultural por los grupos con mayores ventajas de acceso y operatividad, excluyendo al resto de la sociedad.
Al mismo tiempo, el Ayuntamiento adopta la perspectiva conservacionista cuando decide instalar un museo de sitio en la casa de las descendientes de Refugio Reyes y hacer un par de declaraciones oficiales. La finca deberá preservarse lo mejor posible, tendrá funciones educativas, se dedicará a difundir la arquitectura del maestro. Mínimamente, cualquier ciudadano podrá tener un acercamiento inicial más o menos verosímil a lo que se sabe, se piensa y se hace en relación con el patrimonio cultural, histórico y artístico en general y con el legado del maestro en particular. Además de cumplir un acto de elemental justicia histórica, el primer museo del Municipio de Aguascalientes pretende compensar simbólicamente las desigualdades que impiden la participación de grupos o sectores sin capital cultural suficiente en el Proyecto Madero. Por eso, a principios del pasado abril el Cabildo declaró 2012 “Año del arquitecto autodidacta J. Refugio Reyes Rivas” y sus obras arquitectónicas como patrimonio cultural, histórico y artístico de Aguascalientes.
Con este motivo, pueden concebirse proyectos de divulgación editorial impresa y electrónica, aprovechando las tecnologías disponibles y los aciertos del municipio en su página de Internet, así como representaciones teatrales en lugares seleccionados por su importancia en la vida de Reyes y hasta música tradicional, de la que se hacía escuchar en las calles por aquellos años. Su realización depende del empuje que el Ayuntamiento capitalino imprima a su iniciativa y del talante propositivo de la participación social al demandar mejores servicios culturales.
En cuanto a los museos contemporáneos, ya no funcionan como cementerios de la cultura, excepto en nuestra ciudad. Hay esfuerzos destacables por relacionarse con los movimientos culturales y artísticos, como el de “link, primeras jornadas de vinculación entre artistas, gestores y analistas”, del 16 al 18 de mayo, en el Museo de Arte Contemporáneo número 8. Podrán discutirse las ideas y opiniones que ahí se vertieron, pero consta que el lugar resultó insuficiente para la nutrida concurrencia de jóvenes estudiantes y artistas interesados en el asunto al grado que el calor no les impidió quedarse. Se habló de lo necesario para provocar un movimiento cultural que valga la pena; entre otras cosas, de actualizar las condiciones que permiten el acceso a los bienes artísticos por medios electrónicos, de generar y difundir la información que permita apropiarse con provecho de las obras. Los museos de arte pueden contribuir a compensar las desigualdades en el acceso a los bienes culturales, en beneficio de quienes no tienen acceso al patrimonio artístico como capital cultural.
Pero las autoridades desconocen las tendencias reales de la demanda de servicios culturales en nuestra ciudad. Sin información confiable, se arriesgan a reproducir los privilegios en el acceso y apropiación del capital cultural cuando fomenten su uso social, y a embalsamar piedras viejas cuando conserven nuestro patrimonio arquitectónico y urbano.