La campeona olímpica, María del Rosario Espinoza, fue nombrada abanderada de nuestra Delegación que asistirá a los próximos Juegos Olímpicos en Londres. Al encontrarme presente en dicho anuncio, me llamó la atención la cantidad de prensa que se dio cita en el Comité Olímpico Mexicano (COM). La gran mayoría al igual que toda la familia olímpica conformada por atletas, dirigentes, entrenadores, etc., coincidieron que María, por su historial, era la que merecía dicha distinción.
Noté a María emocionada, comentaba que para ella era un gran honor esta designación por parte de la Jefatura. De ahí me vino la inquietud de revisar la historia de México en los Juegos Olímpicos por saber cuántas mujeres han sido abanderadas hasta el día de hoy, y qué desempeño han tenido en estas justas.
El sueño olímpico mexicano comenzó en París 1924, con una modesta delegación conformada por hombres. La primera mujer en tener participación en una justa olímpica, fue hasta Los Ángeles 1932; la esgrimista Eugenia Escudero, en la modalidad de florete individual, fue la primera guerrera en representarnos, y doblemente, pues fue ella la encargada de portar nuestra bandera en el desfile inaugural. Eugenia no consiguió medalla, sin embargo, ella pasó a la historia por el hecho de ser la primera en contender y en ser abanderada en unos Juegos Olímpicos.
Más adelante Ma. Del Pilar Roldán, de la misma modalidad que Eugenia, sería la encargada de llevar nuestra bandera en los Juegos Olímpicos de Roma 1960. Al igual que Eugenia, no consiguió medalla, sin embargo, Pilar se convertiría en medallista olímpica ocho años más tarde, consiguiendo la plata en México 1968.
En Montreal 1976 le llegó su turno a la gimnasta Teresa Díaz Sandi y posteriormente en el Centenario de los Juegos Olímpicos de la era moderna, fue la ciclista Nancy Contreras la afortunada en portar nuestro lábaro patrio en Atlanta 1996.
En Beijing 2008, los chinos mostraron al mundo su fuerza deportiva; en estos Juegos fue la clavadista Paola Espinosa, la orgullosa abanderada. Rompiendo paradigmas logró obtener la medalla de bronce junto con Tatiana Ortiz en clavados sincronizados de plataforma de 10 metros.
En Londres 2012 el taekwondo estará presente por primera vez en la historia de los abanderados mexicanos a través de María del Rosario Espinoza.
Estimados lectores: después de hacer este repaso por el tiempo, se preguntarán cómo es que se designa a un abanderado olímpico. ¿Será por su cara bonita? ¿Será por qué le cae bien a los altos funcionarios del deporte? La respuesta para ambas preguntas es no.
El proceso para designar a un abanderado, o en este caso abanderada, es el siguiente: la Jefatura conformada por técnicos del COM y algunos de la Conade solicitan a las federaciones deportivas, atletas destacados que cumplan con parámetros en el movimiento olímpico, y sólo por nombrar algunos son: nivel de disciplina, resultados sobresalientes, no antecedentes de dopaje entre otros. Al recibir las propuestas, también se estudia la posibilidad de que los deportistas candidatos tengan disposición de tiempo para no interferir en sus competencias, es decir, que no compitan a los cuatro días siguientes de la inauguración para que lleguen al 100 por ciento de su rendimiento. Después de que la jefatura analiza a los deportistas candidatos, es turno del Comité Ejecutivo del COM elegir al deportista que cumpla con estos parámetros. Se hace una votación y de ahí se le notifica el fallo al jefe de Misión (Jefatura) para que a su vez, éste lo dé a conocer públicamente.
Pero, ¿qué es ser un abanderado Olímpico? Es el deportista que recibe de manos del presidente de la República Mexicana nuestro lábaro patrio. Es representar a más de 110 millones de mexicanos con la ilusión de que nuestra Delegación Olímpica consiga llevar a lo más alto esa bandera, que les encomendó nuestro primer mandatario.
Al llegar el día de la ceremonia de inauguración, la espera es larga. Recordando la experiencia que tuve en Beijing 2008, el día que los chinos determinaron el arranque de estos juegos fue el 8 de agosto del 2008 a las 8 de la noche. ¿Qué tal? La puntualidad es vital. Ese día, a los abanderados de todo el mundo los citaron a las 3 de la tarde para hacer un pequeño ensayo. Al resto de las Delegaciones nos citaron a las 5 de la tarde. Nos trasladaron a un gimnasio muy cercano al Nido (el estadio olímpico de Beijing). Recuerdo que hacía muchísimo calor combinado con humedad, además de que los representantes de 205 países estábamos reunidos en un mismo espacio, lo que añadía “calor humano” a la experiencia. En ese gimnasio no pudimos apreciar el espectáculo de la inauguración, pues los organizadores comenzaban a llamar a las primeras naciones que abrirían desfile. Según el alfabeto chino, a México le tocaría el turno 197 de 205. Mientras nos llamaban, tuvimos la oportunidad de convivir con atletas de otros países, como el caso del tenista Roger Federer, quien fue el abanderado de Suiza.
Cerca de las once de la noche (hora de Beijing) fue cuando México salió al estadio. Le pregunté a Paola su sentir antes de entrar al desfile, y ella me respondió que toda la espera, el calor y los nervios habían valido la pena por ese instante. Cuando nos nombraron, fue impactante observar el lleno total de ese recinto. Ya en el desfile, buscábamos entre las multitudes banderas mexicanas, y al encontrarlas fue una sensación de nacionalismo, emoción y orgullo la que nos llenaba. Después de dar la vuelta al óvalo del estadio, esperamos a que todas las naciones terminaran su marcha. Después del discurso de inauguración siguió lo que todos los atletas, abanderados y oficiales técnicos esperábamos… ¿Quién prendería el pebetero? y ¿cómo lo harían? Beijing fue espectacular y sin precedentes.
Al finalizar dichas actividades, se dio por terminada la ceremonia. Después, todos los atletas y oficiales técnicos, mezclados con todos los países nos dirigimos a buscar nuestros transportes para regresar a la villa olímpica. Ese día, Paola Espinosa llegó a su cuarto a las tres de la mañana. Así es, doce horas intensas.
Mis queridos lectores, desde mi punto de vista, ser abanderado, es un gran honor por todo lo que representa. Sin embargo, también es un esfuerzo “titánico” pues cuando te encuentras ahí, en la sede olímpica, se experimentan todas las emociones que se puedan imaginar (presión, nerviosismo, miedo, responsabilidad, ilusión, orgullo, alegría, entusiasmo, esperanza, etc.). Es por eso que el ser abanderado realmente es una experiencia única.
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