Privado de mente puede resultar un calificativo muy fuerte para alguien que no razona antes de actuar. Pero para desgracia de miles de millones de personas que habitan este mundo, es una realidad cotidiana lidiar cotidianamente con una entidad de enorme poder, sin mente propia, sólo impulsada por un propósito primario de acumular sin importarle atropellar todo a su paso. El sistema financiero opera como una enorme máquina trilladora. Una como ésas que avanzando sobre los campos de trigo, cosecha, desgrana y arma pacas de paja, pero que fuera de control, sin tener alguien manejándola, se abalanza sobre todo lo que halla a su paso. Sin más lógica, sin mente que la guíe, responde sólo al proceso mecánico de cortar, desgranar y empacar, aunque lo que pise no sea trigo.
La demencia financiera ha arrasado ya con las finanzas públicas de varios países; Grecia el caso más reciente y evidente, sobre el que recaen las culpas del desastre europeo, se cuestiona ante la elección presidencial del próximo 17 de junio si ha de seguir siendo la criatura bien portada para ganarse de nuevo la confianza de la banca o dar un manotazo sobre la mesa para decir ¡ya basta!
El carismático Alexis Tsipras de 37 años de edad, líder del partido Syriza, podría ganar las elecciones de acuerdo con la mayoría de los sondeos. Los comicios determinarán el futuro de Grecia, su permanencia o no en la zona euro y, en definitiva, la estabilidad de la Unión Europea (UE). Tsipras representa una esperanza de cambio para muchos griegos, asfixiados por los planes de ajuste impuestos por la UE y el Fondo Monetario Internacional (FMI) a cambio de un millonario plan de rescate.
La situación financiera, económica y geopolítica del México actual dista mucho de la que vive el país mediterráneo. No obstante, pone en perspectiva histórica la situación de los actuales griegos con la que vivimos los mexicanos de finales del siglo pasado después del violento choque financiero que se originó, como uno de los efectos de ceñir nuestra política económica a los dictados del Consenso de Washington. Lo que el público en general conoce como el efecto Fobaproa, no es más que un aspecto más de lo que sucede cuando por encima de la capacidad de generación de riqueza de un país, se impone la lógica de pagar, a como dicen los bancos, el costo de la renta del dinero.
Es de esperarse que en Grecia, el costo político recaiga en castigar al régimen actual favoreciendo a la coalición de izquierda de Tsipras. Hace 12 años, el costo político del desastre financiero le cobró al PRI la factura. ¿Tendrá el pueblo mexicano la memoria histórica para cobrar, ahora sí, la factura a quien realmente tiene la culpa?
La traición al pueblo mexicano la consolidó el hoy flamante neopriísta Vicente Fox, al no rectificar la política económica y mucho menos, renegociar una deuda pública generada por el rescate bancario a costa del bienestar de varias generaciones de mexicanos. La alternancia no fue más que un cambio de colores manteniendo la misma política. Una política continuada durante dos sexenios que provocó una mucho mayor concentración de la riqueza, la generación de 13 millones más de pobres, la elevación del desempleo a niveles del 25% (resultante de sumar al índice de desocupación publicado por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), los de subempleo y condiciones críticas de empleo), el incumplimiento calderonista de contar con una “caja de cristal” para nuestros impuestos, nuevos gravámenes y una guerra intestina con más de 60 mil muertos.
No es de extrañar la demanda del ex presidente de las botas de otorgar el voto a favor de Peña Nieto. A final de cuentas, son parte del mismo patrón. Un esquema que, ya lo decía sensata y cándidamente Luis Donaldo Colosio, había que cambiar urgentemente antes de que el país comenzara a desmoronarse por la falta de oportunidades y carencia de seguridad. La única y coherente elección de los priístas de convicción es el no continuar con las políticas impuestas desde el salinismo y que hoy promete refrendar Peña Nieto. Parece necesario recordar a los priístas, que precisamente por haber condenado al país a los efectos de la demencia financiera, es que Salinas fue expulsado del partido.
La preeminencia de la ganancia especulativa y excesivo rendimiento financiero por encima del rendimiento productivo, no la tragedia griega, es la causante de la reciente inestabilidad del mercado cambiario. Sólo basta que la autoridad monetaria, el Banco de México, se haga omisa ante el rejuego especulativo. Con sólo comprar muy pocos dólares -20 o 30 millones en unos cuantos días-, pocos actores pueden elevar el costo de la divisa extranjera y poner en barata a todo el país. El sistema financiero-bancario toma como cotización la última operación puntual (spot) entre un par de instituciones para fijar el tipo de cambio en todo el territorio nacional. Resulta muy fácil ayudar a los amigos a comprar materias primas, trabajo y recursos naturales simplemente abaratando el peso. Sólo basta dejar de usar una ínfima parte de los 170 mil millones de dólares de la reserva que evitaría la devaluación.
Ciertamente existen opciones, sólo que no han querido ponerlas en práctica, como continuarán sin ponerlas en práctica en caso de recuperar la Presidencia de la República. Ernesto Zedillo, ahora director del Centro de Estudios sobre la Globalización en Yale University, sabiendo del divorcio existente entre la servil obediencia a la demencia financiera y el verdadero desarrollo económico, reconoce que un gobierno electo democráticamente en alguno de los países grandes de la región latinoamericana “disciplinado por la realidad e inspirado más por el deseo de servir que de ser aclamado, sea capaz de evolucionar y aplicar con éxito las políticas necesarias, responsables y coherentes para el crecimiento económico y el fortalecimiento institucional”.
